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Final Fantasy XIV

Viernes 22 de Octubre de 2010 por Enrique Luque de Gregorio
Hacemos balance del nuevo MMORPG de Square-Enix al mes de su lanzamiento.

Seremos sinceros, la primera impresión que nos causó Final Fantasy XIV al probarlo al poco de su lanzamiento, fue la de un juego ?inacabado?, o al menos injustificadamente descuidado. Pero, claro, esta sensación viene, en gran medida, generada por nuestra experiencia como jugadores, que a su vez está acostumbrada a trabajos de otra naturaleza. Y es en este punto donde nacen varias preguntas. ¿Hasta dónde es recomendable lanzar un título al mercado para, poco a poco, ir mejorándolo sobre la marcha, por así decirlo? ¿No hubiese sido más sensato espera a optimizar sus prestaciones antes de ponerlo en la calle, incluso teniendo en cuenta el periodo de prueba gratuito? Un periodo que, como muchos sabréis, ha sido extendido recientemente a treinta días más, lo que demuestra la incierta situación actual por la que aún pasa lo nuevo de Square-Enix.

Pero empecemos por el principio. ¿Qué es Final Fantasy XIV? Bien, se trata de un MMORPG, un juego de rol online (de pago, en este caso) con un desarrollo naturalmente abierto, que la compañía japonesa ha lanzado en PC, y que el próximo marzo llegará también a PlayStation 3. Un juego que, en los meses transcurridos entre su anuncio y posterior llegada al mercado, había despertado muchas expectativas, sobre todo tras el adictivo Final Fantasy XI (de mismo género), pero que a la hora de la verdad ha supuesto una decepción, tanto para los usuarios como para la mayoría de los críticos. A continuación intentaremos explicar las causas y, lo que es más importante, el posible margen de mejora, prometido por Square-Enix, con vistas a esta versión de PC y, se supone, a la futura de consola.

Una cosa está clara, nada más empezar a jugar a Final Fantasy XIV, se aprecian decisiones de diseño un tanto inexplicables o ingenuas (por no decir fallidas) difíciles de entender, sobre todo teniendo en cuenta la supuesta experiencia con la que los desarrolladores ya deberían de contar. En un principio, y después de un proceso de registro que puede resultar un tanto lioso para los menos puestos en la materia, llega la típica y necesaria creación de personaje, algo imprescindible en este tipo de juegos. Para ello es posible elegir entre cinco tipos de razas diferentes y un variado número de opciones que, pese a no ser tan numerosas como en otros títulos, se podría decir que cumplen para crear un personaje singular. El primer problema llega después.

Es en los primeros compases de Final Fantasy XIV cuando uno se siente realmente perdido. El método de selección de misiones, amparado en un interfaz lioso y muy, muy poco intuitivo, convierte una acción que debería de ser completamente dinámica en algo demasiado tedioso, que entorpece en gran medida la jugabilidad del título. Esto, en una época donde los extensos tutoriales (en muchas ocasiones demasiado extensos) son una prioridad en casi cualquier lanzamiento (por evidente que sea), se antoja verdaderamente extraño e incomprensible.

Pero, volviendo a la jugabilidad , y por lo demás, vemos que ésta se cimenta en los principios básicos de cualquier MMORPG: subir de nivel a tu personaje mediante enfrentamientos con enemigos, cumplir misiones e interactuar con los personajes creados por otros usuarios. Pero, aún partiendo de esta base, llegamos a otro punto cuestionable del juego: la experiencia que resulta necesaria para empezar a disfrutar en profundidad de él. La falta de información a la que obedece Final Fantasy XIV obliga al usuario, perdido en un principio, a ir descubriendo las acciones a realizar, así como los lugares de interés, casi más por azar que por otra cosa. Y esto, que podría entenderse como una manera positiva de aumentar el interés de la experiencia, en realidad termina por frustrar bastante, dosificando innecesariamente la diversión.

Y, tal y como se ha dicho ya en diversos medios, una cosa es cierta: estos son problemas que difícilmente van a poder mejorarse en el futuro, ya fuese por medio de parches o de actualizaciones, puesto que responden a un diseño poco acertado. Otra cosa son los problemas técnicos, posiblemente propiciados por un lanzamiento prematuro, como el irritante exceso de lag, que, aparentemente, será pulidos antes de finales de año, pero que de momento, a día de hoy, continúa siendo una incomodidad, o lo lento que resulta realizar muchas de las acciones del juego.

Otras características cuestionables tienen que ver con el propio diseño. Lo más significativo al respecto es el sistema de clases. Si bien antes decíamos que ésta se puede elegir al principio de la aventura, lo cierto es que eso no significa que sea definitiva. Al contrario de lo que sucede en la mayoría de juegos de este tipo, en Final Fantasy XIV se puede cambiar de clase en cualquier momento del juego, simplemente con cambiar entre un objeto seleccionado y otro. Un enfoque posiblemente determinado por la necesidad (por así decirlo) de que los usuarios no requieran el esfuerzo de adquirir jugadores adicionales, lo cual supondrá un gasto extra para su bolsillo.

Por otro lado, las misiones son ningún canto a la originalidad, sino más bien pecan de genéricas (más aún a estas sobreexplotadas alturas). Sobre todo en las misiones secundarias (levelquest), que son necesarias para subir el nivel del personaje, como su propio nombre indica, y así poder acceder a las temporalmente restringidas misiones principales, las de más peso. Además, estos objetivos secundarios (pero imprescindibles, en realidad, para avanzar) se han limitado en el tiempo por cuestiones? ¿morales? Una decisión que, como tantas otras en Final Fantasy XIV sólo se entiende a medias.

Así pues, a un mes de su lanzamiento, Final Fantasy XIV sigue dando las misma impresión que daba en un principio: la de ser un juego descuidado, más enfocado a aprovechar la ventaja que puede ofrecer su nombre entre los usuarios, que en ofrecer la calidad necesaria para mirar de tú a tú a otros juegos similares, elaborados con mucho más acierto y dedicación. Curiosamente, los gráficos (que deberían de ser lo menos importante en un juego de estas características, o al menos no prioritario) son junto al a banda sonora lo más destacable.

Sentadas estas bases, y de cara al futuro, sólo queda esperar la reacción de los jugadores (la comunidad que se mantiene fiel, pese a todo, al universo o al nombre Final Fantasy) y las mejoras prometidas por Square-Enix. Posiblemente el mes de marzo, cuando salga la versión de PS3 (indudablemente el control del juego se ha diseñado con vistas a consola, y no al de ratón y teclado) se pueda aventurar la progresión de este título. Por el momento, tirón de orejas a Square-Enix, que parece que sigue sin cogerle del todo el pulso a los nuevos tiempos.
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