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Vigésimo aniversario de la película de Street Fighter

Celebrando la infamia
Por Toni Piedrabuena

No os lo vais a creer, pero hace veinte años que se estrenó en los cines de Estados Unidos Street Fighter. Aquí se le puso el subtítulo La última batalla, y desde su estreno ha habido más preguntas que respuestas. Lo único que recuerdo de ella en su estreno español es ver el cartel, leer Street Fighter y pensar que, en realidad, seguramente no tenía mucho que ver con el videojuego. No me equivocaba, pero al llegar el cartel de videoclub y encontrar al inconfundible Vega en portada no había duda: se había hecho una película de Street Fighter y no la había visto. ¡Cómo podía ser! Al verla, sorpresón: tremendo ful de Estambul, histórica ponzoña y pérdida de tiempo absurda con la que nos castigó el amigo de Souza.

 

No entraremos en la perorata clásica de la buena pinta que tenía la película en un principio y lo que terminó sucediendo: la realidad es que Street Fighter acabó deparando un momento histórico en el mundo del videojuego: el incómodo precedente de que jamás veremos una película digna de videojuegos. Por supuesto, ahí está Super Mario Bros., pero el presente film llegó prácticamente a la vez que Mortal Kombat y Double Dragon, dos importantes tordos también. Se formó un póker cinematográfico en muy pocos meses de diferencia que resultó ser legendario. Vergüenza y palomitas para todos.

 

 

Qué clase de sentido llevó a productores y guionistas de Hollywood a pensar que sus historias y pantomimas llegarían a ser mejor que las originales de los videojuegos? ¿No era lógico pensar que los jugadores deseábamos ver en la pantalla lo que habíamos jugado en el videojuego? Visto los resultados, no. Street Fighter es el paradigma de ese pensamiento: un protagonista que no pasa de secundario en la obra original, protagonistas llevados al ostracismo y situaciones del todo absurdas y grotescas que en ningún momento llegan a una conclusión lógica.

 

Algo por lo que pasarían películas como la presente es esa especie de obligación no escrita por sacar a todos los personajes en pantalla. A Street Fighter, particularmente, le sentó como un tiro esa norma, pero no se salvó Mortal Kombat precisamente, que por algún motivo que no comprendo, la historia se ha empeñado en dejarla en buen lugar cuando en realidad comete y peca en prácticamente todos los puntos en los que ha pecado la película Van Damme. Eso es algo que también deberíamos estudiar en algún momento, pero me lo reservo para otro momento, que pronto cumple su vigésimo aniversario y será un buen momento para revisar la infamia.

 

Lo que siempre podrá decir Minogue, Van Damme y Julia es que, verdaderamente, ellos comenzaron la mierda. Ahora nos reímos y celebramos la anécdota, pero abrieron el camino a la ponzoña.


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