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Videojuegos y drogas

Un trato extraño, alejado de otros medios
Por Toni Piedrabuena

Soy una persona de manías absurdas, y ahora me ha dado por descubrir nuestro género quinqui. Películas de maleantes que triunfaban en la España de los ochenta que descubrían temáticas no muy cómodas para una sociedad que recién salía de una dictadura. En mi contacto con Urco, el Lenda, el Pirri, el Lute y compañía me ha sido inevitable el conectar con temáticas de una España muy oscura que hoy parece que hemos olvidado pero que su rastro no queda tan atrás como parece. Por no hablar de la iconografía básica de cualquier chaval de medio pelo de mediados de los ochenta. Esa fascinación por delincuentes no la viví, pero viendo sus películas puedo comprender a qué se debía la idolatría.

 

El contacto con la droga ha sido obvio. El Pico y su secuela, por ejemplo, muestran la desdicha de dos chavales vascos que se meten en el mundo del caballo con terribles consecuencias. No acaba ahí su lectura: terrorismo vasco, las fuerzas de orden público y la homosexualidad convergen en una película sucia y asquerosa, pero brillante y real a la vez. Las escenas en las que Paco o Urco se están chutando la maldita droga en las venas me obligaban a apartar la mirada; la forma en la que Betty, cuál Eva ofreciendo la manzana a Adán, los mete en el mundo de la jeringa con cantos de sirena y cómo luchan por apartarse de ese mundo me han llevado a la reflexión: ¿Os habéis fijado cómo tratamos la droga en el videojuego?

 

Son pocos los juegos en los que la droga haya demostrado su magnitud dentro de nuestro medio. De hecho, si lo comparamos con otros géneros como la música, la literatura o el propio cine, su mera aparición es considerada como trágica, y raros son los ejemplos en los que su aparición no convergen en un final triste. Fijaos en el caso de los juegos: ¿Qué papel tiene la droga en nuestro medio? No recuerdos muchos juegos en los que se haya mostrado una visión crítica de los estupefacientes, más bien al contrario; tranquilizantes para disparar con rifle a distancia, potenciadores de fuerza, viajes cósmicos y chistes, muchos chistes. De hecho, ¿conocéis algún personaje drogodependiente que no sea una parodia?

 

¿Se le daba la importancia necesaria a las drogas en Max Payne? Son la causa de la muerte de su familia, ¿pero da peso a la trama?

 

No creo que estemos en el extremo que otros muchos piensan, y dudo que estemos ofreciendo una visión peligrosa sobre la consumición de sustancias o instando a la gente a tomarse un Pentazemol cuando necesita calmarse como insinuó la Generalitat en su momento, pero sí creo que estamos despistando una realidad de nuestro sádico mundo que no hemos sabido, todavía, representar de una forma acorde al drama y alejado de la coñita marinera. Conste en el acta, no cuento a la marihuana en el presente texto, que ni siquiera me parece una sustancia peligrosa, hablo de un nivel narrativo en el que, por algún motivo que se me escapa, dentro de nuestra forma de contar historias se ha obviado desde siempre.

 

Ni siquiera recuerdo un nivel en el que nuestro protagonista, afectado por alguna sustancia, te lleve a pensar o reflexionar sobre lo consumido y los efectos de la misma, más bien al contrario.


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