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Una generación perdida por los videojuegos y la pornografía

Se edita un libro al respecto
Por Raúl Rosso

Me entero a través de la web de CNN que ayer mismo salió a la venta el libro “The Demise of Guys: Why Boys Are Struggling and What We Can Do About it”, una obra centrada en las connotaciones negativas de los nuevos hábitos extendidos entre los jóvenes como son la pornografía por Internet y el uso abusivo de los videojuegos. La obra está escrita por la artista Nikita Duncan y el conocido psicólogo Philip Zimbardo, promotor del sonado experimento de la cárcel de Stanford en los 70.

 

El libro está escrito tomando como referencia varios testimonios y estudios realizados en la materia, centrándose en los aspectos cognitivos de la adicción a determinados hábitos placenteros capaces de nublar en determinadas facetas del juicio del individuo hasta ocasionar graves trastornos emocionales capaces de repercutir en su vida cotidiana.

 

Así, de entrada. Pornografía y videojuegos. En calidad de mero espectador que no ha leído las conclusiones del doctor Zimbardo, resulta chocante esta paridad más allá de estar ambas relacionadas con el uso y abuso de la tecnología en todos sus ámbitos, cosa que comparto abiertamente, pero de ahí a alzarlos como problemas fundamentales en la evolución de las nuevas generaciones resulta terriblemente generalizado. Y generalizar suele ser un problema cuando se tratan temas escabrosos.

 

Ron Jeremy

 

En la mencionada noticia de CNN se recurren a mediáticas anécdotas de los últimos años para remarcar el peligro de los videojuegos: aquel coreano que se murió después de pegarse un tute jugando al Starcraft, el asesino noruego Anders Breivik que declaró haberse inflado de jugar a Call of Duty los días previos a la matanza o el testimonio de un señor yankee al que su mujer echó de casa porque se pasaba el día viendo porno - que ya son ganas -. El problema de dar estos casos como ejemplo es lo demagógico que resulta recurrir a ello. En estos casos concretos no hay que focalizar el porqué en la posible relación intrínseca de los sujetos con los videojuegos, sino en los propios trastornos psíquicos del mismo.

 

Los videojuegos están ahí, al igual que la pornografía, las drogas, la ludopatía o yo que sé, el bestialismo, pero el hecho de que repercutan en una persona no es fruto de su propia existencia, sino del entorno en el que se mueva y sus hábitos. Y para lidiar con esos factores no es necesario encerrar la consola en el armario ni tirar las Penthouse a la basura; basta con tener una buena educación y saber lidiar con todas las tentaciones de la vida de una forma responsable. Y eso es algo atemporal, no fruto de la tecnología y las modas actuales. Por tanto, igual el problema está bastante más enraizado a nivel social que la mera acusación con el dedito a estos factores visibles tan susceptibles de ser objetivo de críticas. La historia de siempre.


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