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Un buen año para los shooters

2016 ha tenido de todo
Por Tipo de Incógnito

Por lo general, todos vamos a pensar un poquito mal de 2016 cuando echemos la vista atrás en 2017. Se murió David Bowie, hubo unos atentados terribles en medio mundo y Donald Trump... En fin, ya me entendéis. Sin embargo, en el ámbito de los videojuegos, que es el que nos importa en esta web, ha sido un año particularmente bueno para uno de los géneros más populares e importantes, los Frist Person Shooters. 

 

El año arrancaba con Far Cry Primal, que quizá no era el mejor ejemplo para empezar esta lista porque demostró que la genial fórmula de Far Cry 3 ya emepzaba a oler; pero al menos cambiaba las armas y los entornos modernos por algo paleolítico y extraño que, por momentos, funcionaba francamente bien y hacía que jugáramos diferente.

 

Poco después, llegaron dos grandes nombres que han marcado de verdad el transcurso del año: Doom y Overwatch, el primero lanzado el 13 de mayo y el segundo, el 24. Si bien el juego de Blizzard ya llevaba meses dando que hablar gracias a la beta, lo que ocurriría después no sé si se lo esperaba alguien o no.

 

Overwatch es todo un fenómeno multijugador que está llenando las arcas de Blizzard de dinero, pero eso no resta méritos a Doom, que ha sido todo un fenómeno para un jugador, una demostración de cómo cambiar una saga en el buen sentido y de cómo recuperarla tras años en el olvido. La acción del nuevo Doom es algo que le hacía falta al FPS, incluso si echando al vista atrás no es tan revolucionaria como parecía.

 

 

Servidor pasó el verano jugando a Rainbow Six Siege, que se lanzó en diciembre de 2015, pero que ha tenido un desarrollo espectacular gracias a los DLCs muy bien espaciados y planteados, pero también gracias a las actualizaciones constantes que lo han hecho mejor, pagues o no. Un juego que no apuesta por la acción pura y dura, sino por la estrategia y la planificación, algo muy poco habitual hoy en día en el género. 

 

Pasado el verano, ahí tenemos la nueva expansión de Destiny, que a mí particularmente no me ha golpeado con la intensidad de la anterior, pero que sé que tiene enganchada a muchísima gente. Después, ya en octubre, hemos tenido dos juegos made in EA que son fabulosos y muy distintos, Battlefield 1 y Titanfall 2. Aunque el segundo se la ha pegado en ventas, me gusta más que el primero, y eso que yo soy muy de Battlefield. 

 

 

Y para cerrar el año, por supuesto, Call of Duty. Está por ver si esta nueva entrega está a la altura de Black Ops III, que todo el mundo sigue alabando cosa mala. Si no funciona, al menos tenemos Modern Warfare Remastered, cuya campaña sigue siendo una cosa fantástica y cuyo multijugador, aunque solo sea por la nostalgia, es genial. Los jugadores de COD, además, tienen ahí el viejo enfoque online de la franquicia, rápido y veloz y individualista, pero sin saltos ni robots ni locuras. 

 

Si me gusta 2016 como Año de los FPS es porque ha habido de todo y porque creo que cualquier jugador encontrará su título y la particularidad que mejor funcione para él, sea la estrategia o las clases. Me he dejado otros nombres, lo sé. Ahí están Battleborn, que intenta mezclar MOBA y FPS con un éxito relativo; o Vermintide, que aunque se lanzó en 2015, ha recibido expansiones durante este año a su fórmula a lo Left 4 Dead; pero me captáis la intención: este año ha sido positivo y variado para un género muy sobreexplotado.


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