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Ueda, Miyamoto, Suzuki... Qué le gusta a los nipones hacernos esperar

¿Nos merecemos todo lo malo que nos pase?
Por Rafa del Río

Hoy, en las noticias breves, tenemos a un Fumito Ueda que levanta la cabeza de la mesa de trabajo para decirle a los chicos de Degenki que las cosas continúan en el Team ICO y que The Last Guardian sigue prograsando, aunque ahora 'han cambiado las condiciones'. La noticia, traducida por Kotaku, ha tenido múltiples lecturas en los diferentes medios que se han hecho eco de ella, desde 'hay que ver qué cabrones los de Sony que han obligado a Fumito a cambiar de plataforma ahora que tenía el juego casi listo' a 'joer, era de cajón, lo raro es que no lo hiberan hecho antes'. Lo importante, sin embargo, al menos para mí, es saber que la cosa siga adelante, aunque sepa Dios cuándo podremos ver al fin el juego éste que tan flipados nos tuvo en su momento y al que la prensa ya ha intentado matar al menos en cuatro ocasiones. 

 

 

A los japos les gusta hacernos esperar

No hay más que echarle un ojo a la historia de los videojuegos para darse cuenta de esto. Sakurai con su Smash Bros. nos ha tenido años a base de fotitos diarias, ¿y todo para qué? para sacar dos grandes juegos, vale, pero también para un mensaje final que no daba las gracias, lo que en japonés es el equivalente a tocarle el trasero a tu madre mientras te escupen en un ojo. Miyamoto y Eiji Aonuma nos tienen en ascuas con un Zelda que debería haber salido de lanzamiento con WiiU y del que seguramente no sepamos nada hasta el siguiente E3, lo que nos llevará a esperar ooootro año. Shinji Mikami se lo ha tomado con calma para recuperar sus raices, aunque a este le han apretado por aquello de la movida con Capcom, Hideo Kojima se lo toma con calma con sus Metal Gears y sus Colinas Silenciosas, y si ya hablamos de Yu Suzuki mejor nos tiramos a un precipicio, porque por mucho script que haya dejado escrito no vamos a saber por qué mataron al padre de Hazuki el día de la tormenta el tipo del coche negro en la vida. 

 

A los japos les gusta hacernos esperar, sí, pero si miramos la alternativa, la verdad es que no parece que la cosa sea tan mala. La forma occidental de hacer juegos no parece que sea la mejor del mundo mundial, y este año hemos tenido la demostración clara de ello con dos Assassins que han dado penita, un Watchdogs que ha causado estragos, un Call of Duty que, si el año pasado no hubiera habido Ghosts, se habría apreciado muchísimo más y un DriveClub y un Halo: Master Chief Collection con recortes en los onlines porque no hay redes para todos. 

 

Pero tampoco el mercado nipón brilla siempre por su paciencia. No me hagáis hablar de Capcom y cuando le dan las jibias por sacar juegos, no me hagáis hablar de eso en lo que han convertido Resident Evil, no me hagáis hablar del Team Ninja y sus prisas por sacar una saga que cada vez da más asquito, con lo majo que era Hayabusa al principio, y no me hagáis hablar de musous y juegos de peleas anuales que recaudan moneditas a golpe de DLCs con bikini.

 

 

Nos merecemos todo lo malo que nos pase

Porque las prisas son malas consejeras, y a pesar de eso, todavía hay quien ataca a CD Projekt RED por haber restrasado otra vez su Witcher III, quien da la brasa por redes sociales a Sony por no echarle narices a Ueda y obligarle a terminar de una vez su proyecto, y quienes ponen a parir a DayZ, Star Citizen, H1Z1 y demás juegos en desarrollo por no sacarlos ya o publicar, al menos, una beta.

 

Las prisas son malas consejeras, y es mejor saber esperar. Por supuesto que me gustaría tener ya en mis manos Witcher III y, si me apuráis, Fallout 4, No Man's Sky, The Order: 1886, el nuevo Gears of War del que ni siquiera se sabe nada, H1Z1 y, por supuesto, por supuestísimo, el nuevo Zelda. Sin embargo tengo el Delorian estropeado, soy demasiado consciente de lo que ha pasado con Unity y Rogue, y por mucho que haya juegos que deseee con todas mis fuerzas, deseo todavía más que salgan como deben salir.

 

Porque sí, a los japos les gusta hacernos esperar, pero prefiero esperar por un gran juego, por una obra de calidad que recuerde durante años, a no esperar por un producto mediocre que olvidaré al tercer día.

 

¡Nos leemos! 


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