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¡Silencio, se juega!

Ausencia musical
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Cuando ves una película en la que Hans Zimmer ha metido mano en la banda sonora, es raro encontrar un solo momento en el que la música deje de sonar. Por regla general, el trabajo de este músico (y sus pupilos, que no son pocos) tiende a ser una constante en todo el film, empaquetando el conjunto con sus partituras de tal manera que se convierte en un protagonista más. Sin embargo, contemplando esa estupenda obra que es El regreso del Caballero Oscuro, hay un momento en particular en el que la banda sonora calla y el silencio da paso a una escena que, precisamente por la ausencia de melodías, uno sabe que va a ser sumamente dramática e importante. Para más señas, y sin que suponga un spoiler, es cuando Batman va a enfrentarse cuerpo a cuerpo por vez primera con el imponente Bane.

 

En los videojuegos, el tema de la ausencia musical es casi como si no tuviera cabida. Un título con vacíos en cuanto a banda sonora se refiere cojea de mala manera, pierde uno de los factores más importantes de cara a que el producto en cuestión tenga visos de parecer serio, de ser susceptible de poder venderse al lado de otras producciones. Es algo que ya se notaba antaño en los arcades recreativos, donde muchísimas melodías eran las que se nos quedaban grabadas a fuego otorgando a la placa en cuestión una identidad ciertamente icónica para nuestros pabellones auditivos. Claro está que en ocasiones, cuando el arcade terminaba siendo convertido a los ordenadores de ocho bits, se perdía el factor musical -por pura desidia programadora o por la miseria de no pagar a un músico- y la sensación para el usuario terminaba siendo agridulce.

 

Con música o sin ella, Dark Souls es una puñetera obra maestra.

 

Hoy día eso es imposible que pase, y una buena porción del presupuesto de un videjuego va destinado al tema musical. De hecho, cada vez son más los músicos que desde el mundo del cine se pasan a hacer alguna cosilla que otra en los videojuegos, como buenos pueden ser los casos de Brian Tyler, Harry Gregson-Williams o el ya mencionado Hans Zimmer. Suelen regalarnos composiciones con muy buen tino, claro está, pero no siempre suelen entender el lenguaje de los videojuegos, quedándose la situación lejos de culminar un ejercicio de redondez para los sibaritas del sonido. Ahí ganan de calle aquellos músicos que llevan toda su vida orquestando pentagramas para el ocio electrónico, destacando el caso de Yui Tanimura, director de Dark Souls II, el cual recientemente ha explicado la causa por la que no existe música durante el desarrollo de la aventura, apareciendo únicamente cuando hacen acto de aparición los enemigos jefes: «Debido a que el juego te obliga a prestar tanta atención a los escenarios y a lo que te rodea, no solo a lo que ves, sino también a lo que escuchas, sentimos que la implementación de música fuera de los jefes se interpondría a la hora de desarrollar tu estrategia para progresar en el juego».

 

El saber colocar un buen silencio en un videojuego es cosa de sabios. Tanimura lo explica de forma muy humilde, pero la verdad es que el aplastante poder que otorga la total ausencia de música es brutal. Recuerdo perfectamente lo significativo que era en Castlevania Symphony of the Night el entrar en una zona y comprobar de sopetón como la melodía que estuviera sonando se callaba. Algo iba a pasar... y efectivamente: ahí estaba el boss correspondiente. Situación que quedaba de lujo, y que mal implementada, como pienso que es en el caso de Mirror of Fate, el Castlevania de 3DS, da la sensación de pobreza, de falta de ambición en su desarrollo. Mis compañeros de MundoGamers citan algunas de estas situaciones que les han calado en esto del videojuego.

 

El silencio impuesto es magno, pero las melodías de Michiru Yamane bien valen un Castlevania.

 

Jaume Esteve habla del principio de Mass Effect 2, con esa Normandia destruyéndos mientras únicamente se oye la respiración del protagonista. O Limbo, una aventura donde el silencio dice mucho más que cualquier estrofa. Adrián Suárez mira hacia la actualidad más inmediata y menciona The Last of Us, una obra de arte repleta de esos momentazos de silencio. Toni reitera lo sangrante del Castlevania español más portátil, mientras que vuelve el señor Esteve para recordar el momento del francotirador en Metal Gear Solid 3. Bajo las mismas premisas, yo recuerdo y me quedo con el maravilloso Another World, título que dejaba las músicas para casos muy determinados, siendo en esencia el silencio el baluarte más aportador.

 

Y a todo este respecto... ¿qué nos puedes contar tú? ¿Cuáles son tus silencios videojueguiles más míticos?


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