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Roblox, Minecraft y Fortnite lo petan aunque los pollaviejas y las chochogenarias no lo entendamos

No seas como tu viejo
Por Rafa del Río

Alguien tenía que decirlo y me va a tocar a mí: Minecraft, Roblox y Fortnite son la leche. Sí, sé que son juegos para la chavalería, que dos de ellos son más feos que robarle los dientes a un muerto y que está mal visto socialmente defender estos títulos a partir de cierta edad. Lo que también sé es que son tres bombazos, cada uno a su manera, con tantas buenas ideas detrás y tantos contenidos que uno sólo de ellos revienta en mil pedazos a cualquiera de esos queridos clásicos que nos empeñamos en que las nuevas generaciones jueguen sí o sí. 

 

old man

 

Los pollaviejasTM somos un coñazo

Ojo, y las chochogenariasTM también. Estoy tan harto de leer en redes sociales y artículos a esos padres y madres 'trugueimers', entregados y obsesionados con obligar a sus hijos a empezar 'por los orígenes', como de ponerle a mi hija un juego de los 80-90 y ver cómo se aburre de él a los cinco minutos. Que sí, que la intención es buena, pero no deja de ser una soberana tontería. Un absurdo al nivel de obligar a los niños a ver el cine de Georges Méliès antes de dejarle ver Frozen de Disney u obligarles a traducir el Gilgamesh antes de leer Kika Superbruja o Futbolismos.

 

En esto del videojuego tenemos complejo, la vida es así, y como seres humanos tendemos a repetir los errores -y los aciertos- de nuestros padres. Que sí, que somos muy molones y modernos porque somos -todos a coro- 'trugueimers', pero la matraca no nos la quita nadie. La brasa que le damos a los peques con que dejen de jugar a Roblox, Minecraft o Fortnite y pillen algún juego retro que en su momento nos pareció la leche es el equivalente tecnológico a cuando nuestros padres nos decían que dejáramos la maquinita y nos fuéramos a la calle a jugar con el balón o el elástico.

En serio.

Es lo mismito. 

 

 

Minecraft, Roblox y Fortnite son la leche

En serio, son la leche. La leche a todos los niveles: fresca, merengada, convertida en batido de frutas y hasta con sirope de chocolate y un chorro de Licor 43. Sé que cuesta admirtirlo, pero a nivel de contenidos Roblox revienta de un plumazo a todo el catálogo de juegos de ordenadores de los 80 con una cantidad impresionante de juegos, actividades, buenas ideas y eventos cargados de huevos de Pascua y posibilidades. ¿No te gustan? A mí tampoco, pero es lo más parecido al Oasis de Ready Player One. Si lo hubiéramos cogido en su momento, nos habría vuelto locos. 

 

Otro que lo peta bien petado es Minecraft. El jueguecito de los bloques, sí. Un jueguecito que de por sí tiene más lore, deep lore, extra lore y Lore, Lore, Macu, Macu que toda la obra de Hidetaka Miyazaki junta, clones externos añadidos. Sólo con la leyenda que rodea a Herobrine, el Disco 11 y la Semilla Maldita ya tenemos para escribir un libro entero. Y cinco más con las leyendas urbanas, las anécdotas 'reales' y toda una serie de vídeos inquietantes que dan para rellenar dos temporadas completas de Cuarto Milenio con  Íker Jiménez diciendo aquello de 'hasta aquí todo normal'.

 

 

Fortnite, el invento del diablo

Finalmente tenemos Fortnite, ese jueguecito gratuito que tiene locos a los niños, los sataniza y los convierte en adictos al mismo nivel, en verdad, al que ya 'pudrían nuestras mentes' Mario Bros, Sonic y Crash Bandicoot, por mencionar algunos de los más reconocibles y no marearos la cabeza con Fredy Hardest, PacMan o la navecita del Space Invaders. Fortnite comete un doble crimen contra la comunidad pollavieja chochogenaria: el primero, incluir una gran cantidad de contenidos, eventos, fiestas y cosas que no acabamos de entender porque no seguimos a los youtubers molones de turno. El segundo, ser puñeteramente bonito, algo que no consiguen los otros dos y que lo convierte en el enemigo a abatir. 

 

Entiendo los motivos detrás de intentar que los chavales comprendan los cimientos de la industria y soy el primero en haberlo intentado -y conseguido a veces-, pero no nos volvamos locos. Roblox mola. Minecraft mola. Y Fortnite mola. Si nosotros, ancianos veteranos que gritan a las nubes agitando un mando de la NES o un teclado de Amstrad no sabemos verlo es porque hay una cosa llamada distancia generacional que, por muy papis guays que creamos ser, nos convierte en unos malditos carcas. Y sí, decir guay y carca es de carcas, asi que echad cuentas.

 

 

No seas como tu viejo

Nadie está en posesión de la verdad absoluta ni del gusto exquisito. Si no os lo creéis, mirad las ventas de Days Gone. Cada uno disfruta de lo que disfruta, y sin entrar en un debate metafísico desde una pespectiva socio-cultural sobre cómo se adquiere el gusto en un determinado sector de la población, los críos tienen todo el derecho a decidir lo que les gusta y lo que no. Sí, como padres tenemos la obligación y la responsbilidad de velar por que estos gustos se adapten a sus intereses y su edad, de no permitir que se sobre-expongan en internet y de protegerlos de las garras de los pederastas, que haberlos 'haylos', como los había en los videoclubes, los parques y los recreativos de los 80. 

 

Pero una cosa es la responsabilidad y el peligro, y otra el egoismo y la imposición de los gustos propios. Respetad y preocupaos por los gustos de vuestros hijos y entended qué es eso que tanto les llama la atención. A lo mejor tenéis suerte, como yo con Fortnite, y el juego no logra despertar el interés de los peques. O a lo mejor no tenéis tanta suerte, como yo con Roblox, y os toca poneros al día de un universo que os parece caótico, complejo y plagado de vídeos argentinos en youtube con denle al laik y suscribanse. 

 

Al final lo importante es comprendeer que somos unos malditos pollaviejas, unas malditas chochogenarias, y que poco, muy poco nos separa de nuestros padres cuando nos miraban jugar con una ceja levantada sin comprender nuestra afición a ese cacharro electrónico. Roblox, Minecraft y Fortnite son una puñetera pasada. Que no sepamos verlo no les quita ni un ápice de flipabilidad.

 

¡Nos leemos!


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