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Réquiem por Rock Band

¿Cuál es el futuro del modo campaña?
Por Alejandro Pascual

Mas de cinco años después del lanzamiento del primer Rock Band, Harmonix ha decidido que es hora de poner punto y final a los contenidos descargables. La mayor saga musical de la historia contará, para siempre, con un catálogo de 4.000 temas.

 

La decisión, creo, no pilla a nadie por sorpresa. Desde la salida de Rock Band 3 en 2010, la franquicia no había dado señales de vida a excepción de Rock Band Blitz, una rareza lanzada para PS3 y Xbox 360 que se jugaba desde el mando. Pero lo que Harmonix sí ha hecho, durante estos años, es cuidar a la comunidad. Los números hablan por sí solos: más de 4.000 canciones se han añadido como DLC a la franquicia. Se dice pronto.

 

 

En ese punto, Rock Band ha sido pionero y deja bien a las claras un par de cosas: que existe una comunidad para los juegos musicales por mucho que hayan caído en desgracia y que esa comunidad ansía materiales nuevos. Lo que también desea son unas mecánicas más cercanas a la música real que a la de juguete. Porque si algo nos ha enseñado el auge y caída en desgracia del género es que, pasado el entretenimiento casual ocasional que generó el boom en su día, hay un nicho de mercado.

 

Imagino que en Harmonix lo sabrán a ciencia cierta, y es una lástima porque los tres primeros Rock Band se quedaron, en cuanto a temas de jugabilidad, bastante parejos. Sí, es cierto que la tercera entrega, para mi gusto la mejor y la que menos éxito tuvo, introdujo importantísimas mejoras: un modo profesional con guitarras de verdad, un teclado real como la vida misma y hasta tres platos extra para la batería. Pero esa novedad no vino acompañada de una experiencia de juego que hiciera más real la experiencia.

 

Como decía, más allá del divertimento casual, conozco casos de gente muy viciada a Rock Band que han utilizado el juego como método de aprendizaje musical, en especial para dar sus primeros pasos con una batería. Que sí, que la del juego era de plastiquete, le faltaba el pedal del hi-hat y tenía sus deficiencias, pero de la primera hornada de instrumentos la batería era lo más cercano a tocar un instrumento de verdad que exigía coordinación entre manos y pies para salir del paso.

 

 

Pero a la hora de la verdad, a la hora de sentirte una verdadera estrella del rock, eché de menos un juego que te obligara a ponerte en la piel de una banda de verdad. Un juego que te buscara las cosquillas con setlists de hora y media, que te obligara a repetir un repertorio, que te obligara a clavarlo un día, y otro, y otro. Ya sé que en esa experiencia no hay mucho de juego pero sí de banda musical de la vida real, que creo es lo que le ha faltado al título.

 

Se va Rock Band el próximo 2 de abril y lo hará por la puerta de atrás. Por el camino nos dejó grandes momentos musicales y uno de los juegos más bellos que he catado en esta generación, Rock Band: The Beatles, título que daba sentido a la idea de crear un juego exclusivo para una banda y del que es una lastima que no se diera rienda suelta al DLC más allá de los tres álbumes que se anunciaron de salida y con los que Harmonix cumplió a rajatabla.

 

La única alternativa que nos queda ahora se llama Rocksmith. La tiene Ubisoft entre manos y de momento opta por centrarse en la guitarra. A diferencia de la propuesta de Harmonix, Rocksmith tira por entender la música como un arte y no como un juego. Si consiguen encontrar el punto medio entre ambas, aquello que le faltaba a Rock Band, aquí tendrán un comprador.


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