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Raimi y su experiencia con la película de World of Warcraft

¿Se creen los directores de cine por encima de los desarrolladores?
Por Toni Piedrabuena

Sam Raimi estuvo involucrado en la realización de la película de World of Warcraft, pero la abandonó hace unos meses tras una mala gestión de Blizzard a la hora de comunicar al cineasta americano las distintas decisiones que querían tomar con ese paso al celuloide. El director ha comentado a la web Vulture: «creo, honestamente, que todo se debió a una mala gestión por su parte, al no informarnos de que nuestra primera historia fue rechazada hace mucho tiempo. ¿Por qué no nos lo dijeron antes? ¿Acaso tenían miedo de decírnoslo?».

 

Según GameInformer, Blizzard ofreció un guión ya escrito por Charles Leavitt al popular director, que acabó descartando, ya que prefería hacer su propia historia. El padre de Terroríficamente muertos o Spiderman quería hacer su propia historia basada en el universo de la desarrolladora americana, y cuando tuvieron el guión hecho lo mandaron para que se revisase sin obtener respuesta durante mucho tiempo, algo que acabó agotando la paciencia del director.

 

«Me preguntaron si quería hacerla y les dije que me encantaba World of Warcraft, que podría ser una gran película, pero el guión que me mandaron no me resultaba conveniente».

 

Está más que confirmado que la película estará dirigida por Duncan Jones, director de Moon, que llegó a un acuerdo con Legendary Pictures a finales del pasado mes de enero y se dice que podría contar con un presupuesto superior a los 100 millones de dólares. Por lo que parece, sí se contará con el guión escrito por Leavitt y se está a la espera de nuevos datos y fechas. Se dice que podría estrenarse en el año 2015 y el rodaje comenzar durante los próximos meses.

 

A pesar de no conocer el guión de uno u otro, es probable que la película sea una ocasión única para marcar un buen punto de inflexión en una relación tan inestable como es la del videojuego con las salas de cine. El caso de Raimi no es extraño en unas adaptaciones en las que los directores se creen por encima de los creadores originales y prefieren darle un estilo que ningún espectador de la sala, normalmente jugadores de videojuegos, espera o desea.

 

Sin recurrir a los tópicos tontos de siempre, hay tantos ejemplos que ilustran esa práctica que no acabaríamos nunca. Me escaman muchos, pero hay dos en concreto que hemos hablado multitud de veces y que todavía no entiendo: Max Payne y Resident Evil. El caso del juego de Remedy es para echarse a llorar, ya que pocos juegos podían prestarse tanto a ser llevados al cine como la negra historia de Max, lo que salió al final hizo que muchos lloráramos sangre en salas de todo el mundo. Resident Evil es otro cantar, ya que viene acompañada de un éxito indiscutible, pero no quita que Andersson se guste tanto que haya terminado por obviar cualquier resquicio que quedaba a la serie de la obra de Capcom.

 

Comprendo que Raimi tiene un prestigio y dudo que le guste tener que asumir guiones, pero viniendo la historia escrita y validada por Blizzard, algo sabrán al respecto, ¿no? Creo que la poca implicación de las desarrolladoras de videojuegos en sus películas son las que acaban provocando esos horrores que jamás deberían haber abandonado la enferma cabeza de su director. Todavía tengo mareos cuando recuerdo el film de King of Fighters, y eso no se arregla con unos vicios: queda a fuego dentro de tu cerebro y no se olvida jamás. 


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