El otro día me decidí por fin a probar uno de esos juegos que prácticamente todos tenemos en Steam pero que no sabemos muy bien cuándo y cómo llegó hasta allí: Recettear: An Item Shop's Tale. Valorado con 5 estrellas en Steam, mi cara fue de completa estupefacción cuando descubrí que el simulador de tiendas que esperaba era en realidad un juego en 4:3 del 2007 con dos personajes de estética anime. A los pocos minutos de juego Tear, el hada, le explica a la joven Recette que su padre ha muerto y que debe una cantidad astronómica de dinero. O lo paga, o la echan a la calle.
He de confesar que, en este punto, me quedé con el ceño fruncido mirando a la pantalla. No pude evitar encontrar un gran paralelismo entre Tear de Recettear y Tom Nook de Animal Crossing. No solo esos. También me recordó a Dead Rising 2: Off the Record, a Wario Land o incluso a Freedom Wars. Todos ellos son juegos japoneses y todos tienen un elemento en común: que el núcleo o uno de los ejes principales se basan, precisamente, en pagar una deuda.
Recettear te pone en una situación de límite obligándote a pagar la deuda de tu padre para poder conservar tu hogar. De esta forma, Tear, el hada del banco, te va dando plazos de pago cada 10 días que van aumentando semana tras semana. Animal Crossing te desliza en el maravilloso mundo de las hipotecas cuando Tom Nook te hace pagar tu casa con bayas que debes conseguir trabajándote los árboles, hoyos y a los vecinos, ofreciéndote siempre nuevas y jugosas ampliaciones a cambio de endeudarte de nuevo.
Dead Rising 2: Off the Record cuenta con una trama principal en el que un personaje te hace pagarle un millón de dólares, empujándote a elegir entre las tragaperras o salvar a la gente. El genio de Wario Land te devuelve de un bofetón al negocio inmobiliario a la hora de pagar tu castillo y en Freedom Wars te obligarán a pagar en años de condena por todos los delitos.
Y eso me hizo pensar… ¿Por qué le gustan tanto a los japoneses los juegos de pagar deudas?
Sin ánimo de ponerme extremadamente amplia a la hora de darle una razón a esto, creo que es precisamente por la forma en la que viven el trabajo y el capitalismo en Japón. Japón ha sido siempre un país con un altísimo sentido del honor y del deber a la comunidad y, a diferencia de Occidente, el individualismo del que hacen gala con sus modas radicales y sus excentricidades siempre está encuadrado dentro de un sentimiento a la comunidad más grande.
Todo esto que conforma su identidad como país, se vio radicalmente sacudido después de la IIGM. Cuando los americanos ocuparon el país, trajeron consigo no solo la desgracia al honor de Hiro Hito y la música rock, sino también el chocolate, el tabaco y el capitalismo. Un capitalismo que los japoneses aceptaron como un nuevo mantra que debían seguir y adorar.
Su país se catapultó a las cimas de la economía mundial. Si sumas un sistema capitalista que premia a los que más trabajan con un país donde es un honor servir a tu empresa, parece que el éxito está asegurado. Sin embargo, esto no es así. A pesar de su imagen de eterna felicidad que dan al exterior, Japón es uno de los países con un índice de suicido más alto, especialmente entre hombres jóvenes.
Las presiones sociales a las que se ven sometidas son muchas: en cualquier momento, por cualquier desliz, puedes convertirte en un fracasado. Tienen pruebas de acceso no solo a las universidades, sino también a los colegios de primaria si quieren entrar en instituciones prestigiosas. Sus entrevistas de trabajo son verdaderas pruebas de fuego, y fallar en cualquiera de esos planes generalizados te convierte en objeto de burla y de lástima. Esta presión provoca que sean un país cargado de depresiones que consume obsesivamente elementos de ocio en forma de anime, idols o juegos con los que relajarse (si queréis flipar con lo que se gastan en apoyar a sus idols, os recomiendo el documental de Netflix Tokyo Idols)
Para colmo, allí todo el mundo trabaja pero no tienen vida personal. El salaryman, que es como designan a los hombres y mujeres que trabajan en oficinas sin descanso, suele llegar tan tarde a casa que muchas veces duermen en su puesto de trabajo. Esto ni siquiera se considera negativo por parte de sus jefes y recibe el nombre de inemuri. Es decir, que si te quedas a dormir debajo o encima de tu mesa, tus superiores te premiarán por no desperdiciar valioso tiempo de empresa en ir a ducharte.
Y ¿esto qué tiene que ver con los juegos que he mencionado antes? Pues mucho. A diferencia de Europa o America donde por lo general buscamos aventuras o historias profundas que nos saquen de la realidad, hay muchos juegos japoneses que se apoyan en el núcleo fácilmente comprensible y empatizable de la deuda. Todos en Japón saben lo que es estar de deudas hasta el cuello y tener que llevar a cabo 2 o hasta 3 trabajos a tiempo parcial (arubaitos que los llaman) para poder cumplir en su día a día. Pero estos juegos lo simplifican enormemente: debes 10 millones. Ni una baya más, ni un yen menos. No hay sorpresas a la vuelta de la esquina. El objetivo es medible, cuantificable y sobre todo, abarcable.
Si cumples con lo que te pide el juego, entonces conseguirás saldar por fin tu deuda y ser libre. Es más, el proceso de ahorrar el dinero y pagar es tan adictivo que pocos se resisten a la oferta de Tom Nook
Y aceptas. Porque quieres esa mejora de inmediato y porque, a tiempo presente, no recuerdas todo lo que te costó ahorrar esa increíble cantidad de dinero. El proceso de pago llega a ser adictivo porque al controlar las sumas que te piden te sientes bien, te sientes con el control de la situación y porque, sobre todo, si no llegas al plazo, el castigo nunca será terriblemente desproporcionado. Siempre puedes apagar la consola y la deuda desaparecerá ¿verdad?
Basándose en el principio de marketing, cuanto más tienes, más quieres. Así estos juegos explotan al máximo la aparición de necesidades inútiles como ampliar 6 cuadrados tu jardín o cambiar el color de las paredes de tu tienda para que experimentes el mismo placer que sientes al comprar algo caro con un dinero que te ha costado poco ganar.
Y por supuesto, con los japoneses esto funciona realmente bien. Sumergidos en la cultura capitalista y lógica, ven cada deuda del juego como una forma de tener el control sobre el dinero, algo que un salaryman normal y corriente o un gakusei con varios arubaitos no puede llegar ni a soñar. Para hacerlo todavía más masticable y manejable (porque a nadie le gusta los que vienen a pedirte dinero), siempre convierten a estos personajes en bichitos adorables. Tear es un hada con gafas, mientras que Toom Nook es un simpático mapache con aspecto paternal.
¿Quién podría negarse a aceptar un préstamo o una deuda de estos simpáticos animalitos? Al fin y al cabo ¿quién no aspira a tener un jardín más grande?
Por cierto, ¡gracias a Dennis el Azul por sugerirme títulos tan buenos!