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Por fin hemos visto The Witcher 3 en movimiento

Durante 45 minutos hemos estado en otro mundo.
Por Alejandro Pascual

A veces le digo a la gente que me gusta más The Witcher 1 que The Witcher 2. Y me quedo tan ancho. Evidentemente la primera entrega del brujo no tiene el combate más divertido o los gráficos más punteros, pero para alguien aficionado a los libros de Sapkowski la primera aventura de Geralt de Rivia fue exactamente lo que quería ver y jugar: un reflejo de los personajes, el mundo y el protagonista del juego.

 

The Witcher 2 era más videojuego. Arreglaba muchos fallos, pero en ocasiones se olvidaba de que Geralt de Rivia hacía contratos para cazar monstruos y no simplemente los despachaba porque estaban en su camino y quería avanzar. Hacía muchas cosas bien y sigue siendo uno de mis grandes favoritos de la generación actual, pero en lo que se refería a ir en consonancia con la esencia de los libros, flaqueaba algo más. Incluso su final me parecía más flojo que el intrincado e inspirado cierre del primer videojuego.

 

Pero ha llegado The Witcher 3 para solucionar eso y cómo se nota. Ahora Geralt de Rivia vuelve a ser cazador de monstruos más allá de su tarjeta de visita. Ahora acepta contratos que no son misiones pegadas en un tablero o casualidades de la vida; recoge la recompensa y si quieres se olvida de los problemas que sigan teniendo los aldeanos; y lo mejor de todo, lo hace como tú quieras, porque este es un mundo abierto totalmente libre para que lo exploremos por donde queramos. Falta todavía mucho que saber, por supuesto, porque no conocemos si podremos ir a cualquier zona del mapa desde el principio como en un Skyrim o si nos recomendará muy encarecidamente que nos centremos en una zona del mapa.

 

La CG presentada unos días antes de la Gamescom no deja indiferente, y traduce perfectamente la filosofía de esta tercera entrega.

 

Y hablando de Skyrim, la comparación que se ha hecho con él es más obvia de lo que podía imaginar. Pero no porque siga el mismo estilo, sino que la demostración se centraba en unas tierras del norte con Jarls gobernando ciudades e inspiración vikinga por doquier, por lo que es inevitable pensar en el título de Bethesda.

 

Lo que sí nos ha llamado la atención es el mapa. El juego se centra en unas islas, pero el mapa de Sapkowski no posee muchas de ellas y ninguna escena memorable ocurre allí, por lo que desconocemos aún si veremos sitios icónicos como en el primer juego o CD Projekt RED ha preferido quedarse con una porción más reducida y controlada para dar rienda suelta a su imaginación.

 

En cualquier caso, la historia del Brujo es interesante, sus conversaciones vuelven a captar la atención y no como en otros juegos de rol donde te sueltan largas parrafadas de absolutamente nada. Sigue fiel a la elección de líneas de diálogo, en vez de apuntarse a la moda Mass Effect. El motor gráfico se comporta de forma robusta y aunque comparado con otros juegos next-gen ya no impresiona, sí lo hace a nivel artístico y mucho. ¿Y el combate? Es fluido y mucho más interesante de jugar que el de su segunda parte, que en algunas ocasiones parecía haberse olvidado de las posibilidades que tienen las señales.

 

Quedan dudas que despejar, como por ejemplo si podemos cumplir misiones de maneras distintas, buscando pistas de los monstruos cada uno según sus habilidades, o ver qué tal funcionará la parte de alquimia. Tampoco hemos visto ninguna referencia a los libros, ni hemos reconocido a ninguno de los personajes que el brujo se ha cruzado en esta demostración. Pero hay una cosa muy clara: The Witcher 3: Wild Hunt, sin pavoneos next-gen, es sólido como una roca y uno de los juegos que más nos han impresionado de lo que llevamos de feria.


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