Padres y videojuegos: algo más que estadísticas
Cuando se empieza a hablar de investigaciones, estudios y demás estadísticas relacionadas con el mundo del videojuego reconozco que comienzo a aburrirme... pero Gametrack: The Videogames in Europe Consumer Study ha confeccionado un más que interesante repaso acerca de los hábitos de consumo de videojueogs en el viejo continente. En estudio en cuestión señala que el 29% de los padres españoles juegan junto a sus hijos, situando a nuestro país como uno de los lugares donde menos se desarrolla este tipo de conjunción familiar en torno a los videojuegos. España se sitúa por delante de Polonia y Suiza, concretamente en la posición catorce del ranking. Son los nórdicos los que se llevan la palma en este sentido, con Dinamarca a la cabeza (un 56%) y seguidos por Suecia, Noruega y Finlandia. Se ve que no hay nada mejor que el frío para unir a las familias al calor de una videoconsola.
Cabe resaltar que este estudio también cita que el 25% de los padres españoles tiene en consideración a los videojuegos como herramientas educacionales positivas, donde un 67% de los encuestados concluyen que los juegos ayudan a desarrollar a los niños intelectualmente, mientras que un 50% opina que fomentan la creatividad y, finalmente, un 27% piensa que favorecen la socialización del infante. Por contra, el estudio remarca la escasa concienciación de los padres españoles en lo que respecta al PEGI, el sistema de clasificación por edades PEGI. Y eso es algo que he visto con mis propios ojos en más de una ocasión, donde el caballero de turno le compra a su hijo el GTA de turno y cosas por el estilo.
Aprovechando la cercanía de las navidades y el hecho de que en la presente entrada se hable de los padres, me gustaría contaros una pequeña historia. Los que me conocen, sabrán de la pasión absoluta que tengo por el mundo de los videojuegos. Pasión que se mueve desde los mismos cimientos que dieron pie a esta historia de píxeles y diversión delante de un ordenador, circunstancia en verdad promovida por una de las personas más maravillosa que he tenido el gusto de conocer; un alma amable que todas las semanas me llevaba de la mano para fomentar más y más una afición sana y que, por fortuna, pude compartir con él.
Él, que había conocido y disfrutado de los primeros PONG de recreativa, me acompañaba en eso de sustento para mis máquinas. Aún recuerdo como si fuera ayer cuando fuimos a buscar por vez primera juegos para mi por entonces reluciente MSX Canon V20. Fue con Road Fighter donde volvimos a recuperar una simbiótica relación de entretenimiento que comenzara cuando Galaxian, Moon Cresta y Phoenix acaparaban la máquina recreativa que había en el café-bar de un viejo amigo de la familia. Por aquellos entonces, mi padre era el que movía la nave espacial, mientras que yo, pequeñajo alucinado por aquellas pixeladas batallas galácticas (que tenía que empinarme para llegar a ver lo que acontecía por la pantalla) disparaba con frenesí a los invasores del espacio exterior.
Con el fenómeno del software lúdico ya en casa (y olvidando lo poco que me gustaba perder contra él en la vetusta VCS) volvieron tiempos de vicio sano con las maravillas que el MSX ofrecía en esos días. El cabeza de familia ocupaba su asiento y sorprendía al inocente zagal que era el que estos suscribe batiéndome siempre en Arkanoid, Computer Billiards o Hyper Sports 2. Aprendía rápido, y disfrutaba tanto o más que yo con el joystick en la mano. Aprendió a teclear el load”cas:”,R y era capaz de adelantárseme a la hora de entrar en la habitación, encender la computadora y decirme 'déjame a mí, Joselito... que yo soy el Taito', mientras introducía su adorado Arkanoid.
Verle jugar a un matamarcianos como Zanac hasta el punto de casi acabárselo era algo que me hacía sentir especial... No conocía a ningún padre en el entorno de mis amigos capaz de llegar a hacer esos logros; o al menos, compartir el mero hecho de intentarlo con sus hijos. Si acaso, precisamente, su hermana pequeña, mi querida tita... capaz también de acaparar puntuaciones en Bubble Bobble, Rainbow Islands o Pinball Dreams. Y he aquí en este último título otra de las pasiones del bueno de mi padre, juego el cual volvió a motivarle como para ponerse delante de un sistema más moderno y complicado, como era el Commodore Amiga 500. Y, de nuevo, era incapaz de alcanzar sus puntuaciones, compensando mi frustración al no ganarle con el mero disfrute de su sincera sonrisa. Su último contacto con los videojuegos fue, como no podía ser de otra manera, con Nintendo Wii. Le encantaba verme jugar a Zuma en el PC, pero darle a los bolos del Wii Sports fue para él todo un soplo de aire fresco, siendo genial ver cómo tanto él como mi madre disfrutaban lanzando el mando arriba y abajo.
Amigo lector, si tienes hijos, te animo a que no dejes de jugar con ellos. Si está tu padre por ahí cerca, invítalo a conocer el mundo del ocio electrónico, que lo mismo acabas compartiendo momentos maravillosos. Y bueno... a mi padre le diré que, allá donde esté, espero que exista algo que lo entretenga tanto como nuestro viejo MSX. Te echo de menos, viejo.
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