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Nunca seré capaz de jugar una segunda vez a The Last of Us Parte II

Una experiencia agotadora
Por Adrián Suárez Mouriño

AVISO: Spoilers tamaño montaña de timiditos


The Last of Us Parte 2 es un videojuego agotador. Como hemos contado en nuestro MGPodcast+, es un título largo con un cambio de personaje a la mitad que extenúa por tener que volver a ‘levelearla’. Los continuos flashbacks tampoco ayudan al relax o a la continuidad… Cuando al final del título Ellie suelta la cabeza de Abby, no la mata y se sienta en la orilla del mar, agotada, yo estuve tan agotada como ella. Es en ese momento donde comprendes que el juego ha ordenado todos sus eventos de esta forma para cansarte. Que su duración en apariencia excesiva sirve para eso y también pasar de jugar de Ellie a Abby y viceversa.

 

Me parece un uso muy interesante y arriesgado de la construcción de los hitos narrativos de un videojuego, porque logra justamente eso: cansar. Cuando retrasas varios días los eventos de la acción y le cedes el control a otro personaje es lo que consigues. Por norma general, estas sensaciones son peyorativas, pero The Last of Us Parte 2 las usa a su favor. Ellie está cansada de intentar vengarse al final del juego. Y yo también.

 

Pero esto tiene un punto negativo, al menos para mí. No he sido capaz de jugar otra partida. Me veo absolutamente incapaz de volver a pasar por esta montaña rusa emocional, porque como le ocurre a Ellie, no me quiero vengar más. Tan solo deseo volver con Dina y con el pequeño J.J., aprender a tocar la guitarra con la zurda y pastorear ovejas.

 

Es precisamente por esto, que a mí me ha gustado, por lo que entiendo que tanta gente no haya sido capaz de llegar al final del juego, que lo haya dejado cuando el título le propuso controlar a Abby o de nuevo a Ellie. Es por ello también que me fascina cómo se ha usado el cuerpo de las protagonistas y su desgaste para colaborar en esta idea. Ellie se queda absolutamente flaca, como Abby al final. El pelo de la ex de los Lobos crece para luego quedar rapado. Y, finalmente, los dedos de Ellie se cortan, como un recuerdo eterno de la herida que le ha hecho Abby y de su propia extenuación.

 

 

The Last of Us Parte II consigue, así, demostrar que puedes ofrecer sensaciones negativas al jugador a propósito para conseguir grandes cosas. Es un titulazo enorme, pero tras comprarlo, jugarlo a conciencia y terminarlo lo he acabado revendiendo. Porque sé que jamás voy a ser capaz de volver a jugarlo, y hasta me agota ver la carátula en mi estantería.

 

También porque en cuatro días saldrá la versión remasterizada en PS5, y en ocho meses valdrá diez euros en la PS Store con el DLC que saquen, todo sea dicho aunque suene menos poético.


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