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Nintendo Labo fue un fiasco: ¿quién se acuerda de los cartones?

Se acabó el invento
Por Rafa del Río

Lo cogí con ganas, despertó mi amor y le escribí varias odas. Lamentablemente no supo estar a la altura, y tras montar los primeros toy-con ya empecé a poner en duda un Nintendo Labo que había sido tremendamente ambicioso en cuanto a su ingeniería del cartón, conformándose con poco, muy poco, en lo que respecta al videojuego que acompañaba al art atack. 

 

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Nintendo Labo, otro Eye Toy

Nintendo Labo ha terminado por seguir el camino de las cosas que se hacen por hacer, de los productos que llenan páginas durante los meses previos a su lanzamiento para, semanas después, caer en el silencio más sepulcral. Y digo sepulcral de forma intencionada y a sabiendas, como el silencio que reina en un sepulcro, el que acompaña a aquello que ya no tiene vida y al que sólo le queda, por ende, cumplir la vieja promesa de descansar en paz.

 

Nintendo Labo es una nueva Eye Toy, una nueva Kinect, y lo es por el mismo pecado por el que los productos mencionados terminaron abandonados en el desguace más cercano o el altillo de los trastos viejos: un producto muy bien pensado acompañado por unos videojuegos de pena. Unos videojuegos que se contentan con cubrir un par de tardes, con suerte, y que podrían haber sido mucho, muchísimo más. Lamentablemente, a Nintendo le ha vuelto a funcionar el salir del paso, el colocar el producto en sus mercados sin ir más llá con esa mentalidad nipona de eficencia que cumple a rajatabla sin malgastar más esfuerzo en el empeño que el estrictamente necesario para cumplir el objetivo. Y eso ha pasado factura.

 

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El cartón dura más que el interés  

Fue la duda que tuve en su momento, la escasez de interés de unos minijuegos que se prometían más escasos de lo que el producto necesitaba. ¿A quién le importa la durabilidad del cartón si los juegos te aburren a los dos días? Al final ha terminado siendo así, y ni la adaptación de Mario Kart 8 Deluxe al Toy-con de la moto ni la promesa de hacernos nuestros propios toy-con de plástico o de cartón en el taller Toy-Lab han sido suficientes para mantener el interés en un producto fresco y sorprendente pero con la misma vida útil que un ramo de flores.  

 

Nintendo Labo era una gran idea, incluía cosas muy chulas y para el recuerdo quedarán las tardes decorando y montando nuestros juguetes, disfrutando como enanos como los nuevos presentadores de Art Atack. Lamentablemente, la cosa se queda coja a la hora de jugar, muy coja, y ni siquiera la mejor y más positiva de las voluntades sirve para negar este hecho. 

 

Una lástima que Nintendo no haya querido ir más allá. Que no hayan decidido lanzar nuevos juegos y expandir unas experiencias muy gratificantes pero cortas y limitadas tanto en concepto como en duración y espacio. El robot merecía un sandbox más potente; el kit variado, experiencias más sólidas. Al final tienes mil gadgets utilísimos y con muchas posibilidades, que se quedan en nada por una ejecución jugable realmente escasa que, una vez superado el amor inicial, demuestra que el producto podría haber sido mucho más. 

 

¡Nos leemos!


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