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Nieve. O por qué nos encanta caminar en Death Stranding y Assassin's Creed Valhalla

Blanco. Todo blanco
Por Adrián Suárez Mouriño

La nieve es una de las cosas más maravillosas que te puedes encontrar en un videojuego. La nueva generación, ya la pasada, demostró que con su músculo técnico podía incorporar más y mejor estos fenómenos atmosféricos en el juego. La nieve, la lluvia o el sol ya no son solo partes del decorado de la escena, son cosas con las que jugar.

 

Ahora mismo estoy jugando a Assassin’s Creed Valhalla. Todo el primer tramo del juego sucede en Noruega con un Eivor caminando montaña arriba y montaña abajo. En mis caminatas, piso mucha nieve y me fascina pararme, girarme, mirar hacia atrás y ver todo el camino que he hecho, lo que he recorrido. Hay veces que hasta me subo a un pico solo para ver todo el recorrido que he realizado.

 

 

Dicho así parece una chorrada, pero la presencia de la nieve en este juego te permite “dominarlo”. Tú modificas el terreno con la sencilla acción de pasear; no matando a gente, no subiendo de nivel y ni siquiera recibiendo un premio a cambio. Caminas y el escenario cambia. Me parece algo mágico, me parece una celebración de las acciones triviales. Me parece una forma de poseerlo.

 

Y las echo de menos; me refiero a las acciones triviales sin premio. Me aburre la gamificación, me aburre que la única forma con la que se recompensa al jugador es con numeritos, regalitos, fanfarrias, armas y subidas de nivel. No necesito que el juego me dé palmaditas constantes en la espalda (algo que Ubisoft hace demasiado, en mi opinión). Mi premio favorito es subirme a ese pico y ver lo mucho que he caminado, saber que no tiene ni la más mínima influencia sobre el juego, pero saber también que ese ha sido mi camino. Y eso se logra con la nieve.

 

Por supuesto, AC Valhalla no es el mejor juego que trabaja con este suceso meteorológico. Death Stranding se recrea más en ella. Te hace caminar, te pone Low Roar y hala, a disfrutar de tranqui que la vida son dos días. Pero es precisamente por ello por lo que me molesta tanto que el juego de Hideo Kojima premie tanto el uso de vehículos. Más caminar, menos cochecitos, caray.

 

La nieve en videojuegos tiene otra potencialidad que adoro y que está muy relacionada con el paseo: la introspección. Su color blanco vacía el escenario. Y en cualquier momento puede surgir una tormenta de nieve que lo vuelva todo aún más blanco. Que te haga sentir aún más solo. Es capaz de lograr que te pierdas, de hacerte sentir frío, soledad, incertidumbre y hasta miedo. Personalmente, a mí que no me gustan demasiado los mundos abiertos, es ver nieve y necesitar disfrutarla. Será que soy gallego. Qué sé yo.


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