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Literatura e historia tras la obra. The Order: 1886

De frikis y para frikis
Por Rafa del Río

Ouch! Me ha dolido usar el término 'friki' en el subtítulo, no creáis. Habría preferido usar otra palabra como 'intelectuales' o 'culturetas', pero al parecer el telón que separa al estudioso de la historia grecorromana del especialista en literatura y ficción victoriana sigue siendo más tupido de lo que nos gustaría.

 

Al margen del término que consideréis más apropiado, es indudable que el género steampunk y sus muchas variantes tienen un algo que supera las fronteras del simple interés entre los aficionados al género. Localizado generalmente en el tiempo dentro del periodo del victorianismo medio (1851-1873) o en el marco del victorianismo tardío (1873-1901) para aprovechar las revueltas sociales y la adhesión de los sindicatos a la filosofía socialista, el steampunk victoriano bebe directamente de la historia añadiendo una serie de elementos de ficción y jugando con las fechas para ofrecer un marco temporal y geográfico incomparable: el Londres de Doyle, Dickens, Jack el Destripador y H.G. Wells, en el que desarrollar una ficción alimentada, generalmente, por la revolución de la máquina de vapor.

 

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Mezcla de géneros

Hablar de steampunk en el caso de The Order:1886 es quedarse cortos con la atribución de un género que es sólo un punto de partida. Así como Dishonored bebía directamente de un dieselpunk victoriano inventado que planteaba un what if metafórico con el uso del aceite de ballena como fuente de energía, en The order: 1886 el steampunk clásico se da la mano con toda una física propia que, a modo de universo cuántico, nos muestra una historia paralela en la que los mitos y leyendas bretones se dan la mano con la historia, la realidad, y unos avances tecnológicos anacrónicos que, a la vez, resultan creíbles por su inserción magistral en la narración.

 

Junto a esto, The Order: 1886 muestra una clara preocupación por la historia y crea un tapiz entretejido con personajes de la época, situaciones reales, conflictos y situaciones documentadas que hacen que para el amante de la literatura de esta época y el marco concreto en el que el juego toma lugar, la mera investigación de los rincones de las barriadas londinenses resulten una auténtica delicia.

 

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Trabajo de documentación

Para comprender lo grande que resulta The Order: 1886 y lo meticulosos que han sido en la documentación de su historia es necesario comprender la historia del Reino Unido de la época, los antecedentes que llevaron a la sociedad al momento que se nos narra en el juego y la gran producción artística y tecnológica que se dio durante el reinado de Victoria I.

 

Como marco general y yendo al año que nos ocupa, 1886, nos encontramos con un Londres económica y militarmente fuerte pero socialmente convulso tras varias guerras, con una Compañía de las Indias Orientales recién desmantelada previa imposición del Raj Británico y el dominio de la India, y una sociedad de intelectuales y librepensadores cuasi secreta, la Sociedad Fabiana, abogando por los principios socialistas, la rebelión y la república. 

 

Los paralelismos entre Los Cuervos y la Sociedad Fabiana son más que obvios, especialmente si tenemos en cuenta la participación de personajes como George Bernard Shaw, la anarquista Charlotte Wilson, la feminista Emmeline Pankhurst y personalidades de la talla el famoso escritor H.G. Wells. Los fundadores: Sidney y Beatrice Webb, podrían estar retratados en el juego durante la misión del tercer capítulo, la búsqueda del hospital, siendo la pareja que da la voz de alarma de que hay dos caballeros infiltrados en el mitin político. Eso sí, la sede de la Sociedad Fabiana estaba en el bar Saint James, en el distrito comercial de Dartmouth Street, y no en Whitechappel.

 

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Recuerdas a ese tipo que dijo que...

Los guiños históricos y culturales de The Order: 1886 a la historia y la literatura de la época van mucho más allá de las obvias menciones a apellidos que todos conocemos. Así, junto al protagonismo de Nikola Tesla como inventor de la orden y su más que comprensible 'pique' con ese gran ladrón de inventos conocido como Thomas Alva Edison encontramos alusiones cada vez más veladas como el cartel de la confrontación entre Tesla y Edison al que Nikola ha pintarrajeado con cuernos y barba, una foto de la que podría ser la familia del futuro John Wyndham, autor de El día de los Trífidos; un borrador de la teoría de la evolución de Charles Darwin -encontrado en un 'club de señoritas'-, una lista de nombres rebeldes entre los que aparece el nombre de J. A. A. Joyce -James Augustine Aloysius Joyce, irlandés escritor del modernismo al que pertenecen obras como Ulyses, Dublineses y Retrato del Artista Adlescente- y varios periódicos en los que leeremos noticias de Jack el Destripador, de los esfuerzos policiales e incluso del invento del motor de cuatro tiempos de la mano de Karl Benz, que agradece a su esposa el apoyo en la invención del Velo-Benz.

 

De todos estos guiños culturales y referencias hostóricas, de los que sólo os cuento una pequeña parte para que disfrutéis buscándolos, hay dos que me han sorprendido especialmente. El primero, tras la exposición verbal de los acontecimientos por parte del comisario, en la que el protagonista, Galahad, lo acusa de ser demasiado exahustivo, hay un momento que da la sensación de que es Sherlock Holmes el que está hablando. La cosa queda clara en una de las bobinas de audio o periódico -no recuerdo bien-, a través del que descubrimos que el nombre del comisario es Arthur C. Doyle.

 

La otra grata sorpresa ha sido más bien el contexto en el que se mueve la narrativa más que un hecho concreto en sí, y es el comportamiento de la policía, que en unas ocasiones es valeroso en extremo y en otras es de una cobardía supina, según el cuerpo al que pertenezcan. A este respecto tenemos que hablar de Sir Robert Peel, un estadista y político británico al que conocí gracias a Terry Pratchett y su novela, Perillán, y en quien el escritor basa a su personaje Samuel Vimes de Mundodisco. Robert Peel, entre sus muchos logros, cuenta con el haber cambiado a la policía británica en un momento en el que esta se parecía más a la vieja guardia nocturna que a los policías modernos que terminarían siendo. 

 

El primer gran logro de Peel fue en 1814 en Irlanda, con la creación de un cuerpo de policía eficiente. Con su llegada al poder en Londres, Robert Peel repetiría maniobra en 1928 con la creación de la London Metropolitan Police, un cuerpo de policía moderno y preparado que estaba formado principalmente por veterano de guerra y que eran ajenos a las coacciones, los sobornos y las amenaas de los delincuentes de la época. Los miembros de éste cuerpo de policía fueron conocidos como Peelers en honor a su creador, y eran muy diferentes a la policía establecida -los corredores de Bow Street-, que tendían a ser peores que los propios delincuentes.

 

Se dice que los Peelers fueron los precursores de la policía moderna de Scotland Yard, a los que ya podéis imaginar por qué les llamaban Bobbies.

 

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Si tú te lo crees, yo me lo creo 

Es cierto que en ocasiones el baile de fechas falla: Charles Darwin y Charles Dickens, que aparecen como miembro de la cámara de los comunes en la hermandad de caballeros y presentando su obra dentro del juego murieron en 1882 y 1870 respectivamente; los sucesos acaecidos en Hyde Park y Mayfair datan de varias décadas antes, aunque es cierto que esas revueltas ocurrieron históricamente, y el papel de la mujer dentro del juego es muy liberal para la época -recordemos que en 1886 hace tan sólo 20 años que se reconoce a la mujer como algo más que la propiedad de su marido o su padre-. Sin embargo eso no quita que el juego esté magistralmente documentado y que el baile de fechas haya sido necesario para darle esa pátina de credibilidad a una historia que, de por sí, tiene muchos enteros.

 

Resumiendo, Ready at Dawn ha hecho un trabajo soberbio con The Order: 1886 a la hora de plasmar un escenario creíble lleno de extras y citas, de guiños y menciones a la realidad para demostrar que han disfrutado al llevar a las consolas un periodo temporal, una localización y un género que para ellos es muy querido. Esto, sin duda, es de agradecer. Ojalá el resto de las compañías se pongan las pilas y empiecen a trabajar en hacer obras serias que ayuden no sólo a disfrutar, sino también a aprender y culturizarnos más allá de un 'sacre bleu' chillado a media voz o un ponerse una túnica con capucha y hacer parkour por 'ponga aquí su monumento favorito'.

 

¡Nos leemos!


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