Las bondades y virtudes de la lucha realista

Quienes me conozcan saben a ciencia cierta que soy un jugón de la vieja escuela, de los que persiguen los píxeles antes que dejarse encantar con los polígonos y texturas actuales. Extrañamente, muchos de los amigos aficionados al mundo del videojuego con los que frecuento también son muy amantes de lo retro, dejándose llevar mucho antes por lo que hacía Konami en un MSX en lugar de siquiera indagar en lo que está haciendo ahora mismo en la presente generación. Perros viejos, como aquel que dice.

Cuando nos reunimos alrededor de una consola, resulta cómico que encendemos nuestras máquinas de última generación para... jugar a Street Fighter II. Y es justo lo que queremos: poner en pantalla a los viejos sprites de Ryu, Ken y compañía para que intercambien tollinas tal y como lo hacían desde aquella primera mitad de los años noventa. Nos lo pasamos de órdago, más incluso que cuando colocamos otros one vs one con los que tampoco dejamos de pasárnoslo bien, como Super Street Fighter IV, Street Fighter X Tekken o Ultimate Marvel vs Capcom 3. Últimamente ha cobrado especial protagonismo The King of Fighters XIII, que ha sabido quitarse con holgura la fea espinita dejada por SNK con su más inmediato predecesor.

Como se puede ver, somos de esos que gustan de aporrearse frente a la pantalla, de lanzar retos y fanfarronear al rival. Personalmente, debo decir que todavía me duelen los combates que, Street Fighter II mediante, me ganó el amigo Tonichan cuando lo visité por tierras catalanas... ¡me debes una, compañero! No obstante, en las últimas reuniones con mis colegas parece que se han cambiado las tornas en cuanto a los gustos se refiere. Y sin dejar de pelear, lo cual es igualmente curioso. Y todo fue porque, pensando en cambiar de aires y, sobre todo, en ver la opinión del personal, decidí cambiar la clásica lucha 2D por algo tan serio como la serie Fight Night de Electronic Arts.

A pesar de las reticencias iniciales, el personal se dejó cautivar por la contundencia y realismo de este simulador de boxeo. El concepto clásico de saltar, disparar magias y dejar fuera de combate al rival en menos de un minuto dejó paso a una pelea de estrategias, de reservar energías, de saber cuándo golpear, de gestionar ronda tras ronda el cansancio de nuestro púgil, de guardar ese puñetazo demoledor para el momento oportuno. Un cambio radical que se hacía notar sobre todo en la tensión de cada contienda, donde hasta los propios jugadores sudaban al unísono de sus boxeadores. Una experiencia turbadora a todas luces, con combates larguísimos en los que la desesperación hacía acto de aparición cuando, tras cinco rounds, tu luchador caía en la lona sin posibilidad de poder recuperarnos del KO.

Me resultó muy llamativa la experiencia de ver cómo declarados fans de los viejos fighters se declaraban incondicionales del concepto Fight Night más allá del siempre impactante encuentro con su espectacular apartado visual. Probé a hacer lo propio con UFC Undisputed 3, el grandísimo simulador de Artes Marciales Mixtas que tan bien produjo THQ hasta hace poco (a ver cómo se lo monta EA con la licencia, tras el poco valorado MMA). Mismo resultado: viejos jugones enamorados de la fórmula, a la postre bastante similar a la de los Fight Night. Las caras de sorpresa al contemplar cómo un golpe bien dado era capaz de dejar fuera de combate al rival en menos de un minuto contrastaba con los emocionantes combates de agarres y luxaciones que se dan en el suelo. Un universo a explorar dentro del aparentemente poco innovador terreno de los juegos de lucha.

Con toda esta parrafada vengo a deciros que no está de más el conceder una oportunidad a todos estos videojuegos que, de índole seria y realista, se prestan a que los usuarios vean una manera distinta de plasmar en nuestras consolas el arcaico concepto de la lucha one vs one. En definitiva, son estilos tan distintos que prácticamente podríamos hablar de géneros diametralmente distintos. Como dirían los geniales Martes y Trece, 'es lo mismo, pero no es igual'. Probad y ya me contaréis...