La octava generación de consolas ha muerto con Red Dead Redemption 2
Como se venía esperando, Red Dead Redemption 2 es un salto técnico en muchos sentidos. Es normal que los días posteriores a su estreno vengan precedidos por la euforia y las ganas de hablar de sus bondades, que las tiene, pero no es oro todo lo que reluce. Del mismo modo que el otro día Kysu nos recordó que hay que seguir acordándose del crunch, también es de recibo pararse un segundo a hablar de las contundentes diferencias que existen entre su peor y su mejor versión.
En los números ya se hace evidente: no hay dos consolas que ejecuten el juego con la misma resolución. Mientras las dos PlayStation se encuentran en zonas intermedias del espectro, con el viejo estándar de 1080p en el hardware base y con 1920x2160p escalados a 4K (mediante checkerboarding) en la Pro, las dos Xbox One presentan las diferencias más radicales. Mientras XBOS se queda en unos apurados 864p, la máquina de los teraflops es la que lanza la obra de Rockstar hasta los 4K nativos. No sé a vosotros, pero para mí esto es motivo suficiente para hablar de distintas generaciones.
Además, los frames. Las cifras de arriba vienen reafirmadas por la estabilidad en la tasa de imágenes por segundo: Xbox One S sufre para alcanzar los 30 frames y le cuesta subir de 24 en las zonas más concurridas de Saint Denis (la zona con más carga gráfica en cuanto a densidad), mientras paralelamente su hermana mayor es el único de todos los sistemas en el que se intuye el framelock, es decir, que su tasa es tan estable que parece impuesta y el juego podría ir a más en la mayoría de circunstancias. De remate, la presencia de grano -incluso a distancias intermedias- y de texturas con menos detalle, hasta en Morgan, en la máquina más antigua de Microsoft certifica que se han hecho sacrificios para que esto pueda llegar a ser jugable.
Recuerdo varios juegos lanzados entre el fin de una generación y el inicio de la siguiente en los que las diferencias no fueron tan contundentes. Me vienen a la cabeza el primer Destiny o GTA V, donde el segundo es especialmente representativo en este caso, viniendo de los mismos padres. Hace unos años estaríamos hablando de ‘presente’ y ‘pasada’ generación con lo que está pasando con Red Dead Redemption 2, y esto solo evidencia hasta qué punto Phil Spencer y los suyos han difuminado ese concepto. Bien que les está yendo al hacerlo.
En resumidas cuentas, la octava generación de consolas ha empezado a morir si no lo ha hecho ya. De ella solo queda una PlayStation 4 estándar que sigue aguantando el tipo y tras la que sobrevive una Xbox One S que ya está, y estamos, contando sus días para ver cuál es el primer exclusivo de Microsoft con el que no es compatible. Hoy la pregunta es otra: ¿existirá la novena generación de consolas? Estando así las cosas, no me atrevo a poner la mano en el fuego por ello.
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