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La guerra... La guerra no debería cambiar

Bayonetta 2
Por Víctor Junquera

La guerra de consolas poco a poco está difuminando sus líneas, pero las divisiones que aún nos mantienen pegándonos por qué consola es mejor son cada vez más bizarras. Desde que se anunció que la Xbox One no tendría DRM ni exigiría conectarse cada 24 horas a Internet, mucha gente ha comenzado a ver la futura consola de Microsoft con buenos ojos. Al mismo tiempo, otro grupo se ha alzado alegando que este ha sido un cambio a peor. Que ahora tenemos dos consolas indistinguibles la una de la otra. Que al menos Microsoft intentaba hacer evolucionar el mercado con su nueva plataforma de sobremesa.

 

Y yo pregunto ¿evolucionar cómo?

 

¿De verdad hay que montar alboroto por estas diferencias? Son sólo eso, cajas. Centráos en lo de dentro.

 

Soy un objetor de conciencia, y aunque a veces parezca un sonyer en realidad todo este asunto de la guerra de consolas es algo que me lleva molestando durante años. Y ahora que la gente de pronto ha sacado este argumento de la variedad, me siento desarmado, más por incrédula confusión que por no saber qué decir al respecto. Toda esta parafernalia es, en última instancia, una distracción innecesaria del gran problema: ¿cómo van a hacerse mejores juegos?

 

En la época de la Saturn y la Super Nintendo el hardware tenía más importancia. Cada consola tenía unas especificaciones distintas y extendían esta filosofía al sistema y sus juegos. Quienes compraban Nintendo disfrutaban de Mario y Link, y quienes compraban Philips no tenían ni idea de a lo que se enfrentaban. Pero hogaño las diferencias entre las dos cajas negras que se van a pelear por el dominio de nuestro salón son meramente semánticas. Los vídeos de comparación han muerto: ahora la única diferencia significativa es la que hay entre las consolas y el PC. La gran mayoría de juegos son multiplataforma, y la brecha que separa a las exclusivas de Microsoft de las de Sony es bastante estrecha. El hecho de que la Xbox One fuese a diferenciarse porque tenía DRM era algo tan radical como decir que mis padres son distintos porque me azotan con un látigo. Y aunque no esté aquí para debatir el valor de una hostia bien dada, aún tiene que llegar el momento en el que alguien me explique para qué sirve exactamente la nube o el bloqueo regional más allá de lo evidente. Esta es una cuestión que exige tacto: ¿cómo se traduce todo esto a los videojuegos? Viendo la presentación de la Xbox One y más adelante la conferencia de Microsoft en el E3 no vi nada que indicase cómo iban a beneficiar a nuestra experiencia estas nuevas características. Ni siquiera el intrusivo Kinect, que viene incluido con la consola, recibió un uso significativo en los videojuegos.

 

Es mi manera de decir que no recibió ninguno en absoluto.

 

¿Tiroteos post-apocalípticos? Dadme algo que sepa a nuevo, por favor.

 

Hay un problema muy gordo cuando la plataforma tiene más protagonismo que el medio. Cuando la gente debate más sobre las posibilidades que se perdieron con las infames políticas de Microsoft que sobre cómo todos los juegos que vimos en el E3 eran familiares y reciclaban conceptos ya conocidos. Es algo tan absurdo como decir que todos los reproductores de Blu-Ray o DVD son iguales y que eso les quita el atractivo. La gente parece olvidar que desde la prensa un vocablo habitual para referirse a esos aparatos es “plataforma”, porque eso es lo que son las videoconsolas: plataformas para jugar a videojuegos. Pero no parece que la industria se acuerde de esto, tal es nuestra fortuna. La guerra de consolas se ha convertido en algo más que una carrera armamentística desesperada: ahora son todo juegos de espejos, ilusiones y promesas vacías. Todas las vías para acceder a Internet y ver televisión y conectar con nuestros amigos y guardar nuestros datos en la nube son accesorios, totalmente innecesarios para lo que en última instancia importa: crear videojuegos de calidad y tener una buena experiencia con ellos. Me interesaría más por una consola que por otra si ofreciesen propuestas nuevas. No nuevas IPs: nuevas filosofías. Viendo The Division o The Order no parecía que nada se hubiese alejado de los clásicos paradigmas de la acción y el espectáculo.

 

No nos lamentemos de que no podamos diferenciar una caja negra de la otra. Lamentemos que no podremos diferenciar las mecánicas de un juego de las del siguiente.


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