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Hellblade Senua's Sacrifice no es la típica experiencia VR

Respetando a su protagonista
Por Kysucuac

Ninja Theory anunciaba recientemente la llegada de Hellblade: Senua's Sacrifice a la realidad virtual. Y casi igual de reciente, se lanzó su versión VR. Para aquellos que ya tenían el juego normal, la edición llegó automáticamente y gratuita. Estoy entre esos suertudos que tenían el juego, pero también entre los que, por mala suerte, ya lo jugaron y se han encontrado con una experiencia que no ha gustado tanto. El título se ha mostrado con una VR distinta a lo que se esperaba. No hay un punto de vista en primera persona. Pero cuando lo piensas, es que así es como debe ser. ¿Qué ocurre si nos encontramos con un Hellblade en VR real, un título en el que nosotros encarnamos al protagonista? El título sigue siendo una pasada, pero algo cambia. Cambia nuestra visión, más allá de la primera o tercera persona en la cámara. Cambia cómo vemos a Senua y cómo nos vemos a nosotros mismos.

 

La historia de Hellblade es la historia de una guerrera rota. Es una historia de sufrimiento y superación a la vez. Tiene una clara protagonista, Senua, y nosotros no somos Senua. Nosotros solo la acompañamos en su viaje, la ayudamos. No la entendemos del todo, pero lo intentamos. Nos apiadamos de ella en sus peores momentos. Sufrimos cuando ella sufre, pero no porque sintamos su dolor, sino porque no queremos que le pase nada. Esto no se puede trasladar a una experiencia de realidad virtual.

 

215060hellblade senua sacrifice skull screenshot 1

Debemos seguir mirando a Senua desde fuera

Cuando nos colocamos las gafas de realidad virtual, nosotros somos el protagonista. Nuestro avatar no existe, no lo vemos, porque somos nosotros. El problema en Hellblade es que no existe un avatar con el que nos identifiquemos, sino una protagonista con personalidad propia, con problemas, con la que no terminamos de identificarnos porque ese no es nuestro papel ni nuestro objetivo. Queremos a Senua y queremos que su historia acabe bien, por eso la seguimos. Pero no nos convertimos en ella.

 

El mundo alrededor de Senua sigue siendo espectacular, a la vez que escalofriante. La realidad virtual nos acerca aun más a él, y eso sí está conseguido. Pero, si se hubiera optado por la primera persona, la experiencia que nos llevamos sería distinta. De repente, todo el esfuerzo de Ninja Theory por trasladar la idea de algunos trastornos psicológicos, recogiendo tantísimos testimonios, quedaría en nada. Porque no se vive de la misma forma en esa primera persona que en la observación de cómo actúa y cómo reacciona Senua. Transformarnos en ella es imposible, y acabamos adaptando el juego a nosotros mismos, a un avatar que antes no existía y que ha eliminado el mensaje más importante del título.

 

Es una experiencia más, un complemento. Puede estar bien jugar a Hellblade en realidad virtual y en primera persona, pero nunca será lo mismo que acompañar a Senua. Así que, no es que Ninja Theory no se haya querido arriesgar con su versión en VR, sino que comprende que así es como debe ser. Deja de ser la misma experiencia, se siente distinto todo, se vuelve incluso algo más cercano. Decepciona a los que querían una primera persona, pero consigue no decepcionar a quien busca, de verdad, qué significa jugar a Hellblade.

 


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