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Estamos creciendo, Square-Enix, ¿Qué tal un rediseño de Final Fantasy?

No me siento identificado con los idols coreanos
Por Rafa del Río

Hay un momento para cada cosa. Un momento para crear, un momento para innovar, un tiempo para romper esquemas y otros para ser un rebelde. Pero el momento, como su definición implica, cambia, y pasado éste, es la hora de optar por un nuevo cambio, de buscar un nuevo esquema que romper o amoldarse a una realidad que, como la gran serpiente azteca, nunca permanece quieta en un mismo sitio. 

 

No me siento a gusto siendo un idol coreano

Ya está, ya lo he dicho, y creedme que lo siento, pero el diseño de personajes del nuevo Final Fantasy XV me gusta muy poquito. Oh, sí, estoy seguro de que no entro en el target de lo que Square Enix considera el público del nuevo capítulo de su saga, y estoy seguro de que a los niños de ahora, a los orientales, a los 'salary-men' que pasan los domingos buscando a sus hijos en Yoyogi Park y a los castrizos amantes de Shibuya les parecerá la leche. 

 

Pero aunque sepa todo esto, aunque comprenda el motivo, sigo pensando que es una pena que hayan limitado el aspecto de un juego que podría haber pintado mucho más adulto al meter a sus personajes en la peluquería de Hombres, Mujeres y Viceversa y vestirlos con ropa comprada de baratillo en el mercadillo de segunda mano de cosplays de Kingdom Hearts y Devil May Cry

 

Del coche... del coche mejor ni hablamos, pero he visto cosas más dignas en Pimp My Ride. Puede que Xzibit le hubiera puesto más pantallas planas y un par de consolas, pero eso no quita para que esta versión cani-caleti-poligonera de coche de Cadillac & Dinosaurs, Impala de Supernatural y BMW Z4 alargado sea digno de un camello reggeatonero en pleno botellón en la explanada.

 

Parte izquierda, Atocha. Parte derecha, Las Ramblas. Y aún así mola mucho.

 

¿Me estoy haciendo viejo?

Supongo que parte de este problema es lo que decía al principio de haberme salido del target objetivo de los caballeros de Square-Enix, compañía que tampoco es que se haya destacado nunca por la madurez de sus diseños ni el planteamiento digno de la moda que cubre a sus personajes. Ya con Final Fantasy XVIII la saga empezó a aburrirme, con el IX el rollo chibi kawaii me reconquistó y de ahí ha sido fracaso tras fracaso -para mí, obviamente, que como digo ya había pasado su rango de edad como público- en el que protagonistas surferos, chicas con mini, cantantes con ropa que debe dificultar muchísimo la batalla y niñas que acaban de dejar el insti y aprovechan para hacerse un trajecito molón con el uniforme no han logrado convencerme de darle una nuieva oportunidad a la saga

 

Ahora llega Final Fantasy XV y, modelitos y peinados chusqueros de esos que puedes disfrutar en el macro concierto Countdown de Tokio de fin de año aparte, la idea me está poniendo tontorrón. Y es que así como los diseños de los personajes me dejan, en el mejor de los casos, un poco frío, el de la gente que les rodea, las ciudades, los escenarios, las criaturas y demás me están resultando muy atractivos.

 

 

Como digo en el título, el público crece, la gente avanza y tal vez sería de agradecer que Square Enix se diera cuenta de ello, o tal vez esto no sea más que la pataleta de un viejo que ve que una parte de su afición no ha sabido crecer con él. Sea como sea, molaría que la compañía se preocupara menos de atacar de forma depravada a los adolescentes con estéticas sacadas del Visual y el J-Rock de los noventa -Glam rock de los setenta en el resto del planeta- para luego colocarles merchandise variadito y productos al 100%. Sin embargo, cuando un producto pinta tan bien como pinta éste Final Fantasy XV, uno está dispuesto a perdonarles el pecado y la chabacanería. No voy a sentirme identificado con la versión macarra de los Kanjani8 ni con estos fans acérrimos de L'arc'n'ciel, pero eso no quita para que espere con ganas el juego. 

 

¡Nos leemos!


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