El sueño interrumpido de Lost Odyssey
Lost Odyssey no tuvo una gran recepción cuando salió al mercado. Aquel diciembre de 2007 estaba saturado de potentes juegos en el mercado y otro JRPG por turnos se veía ya anticuado en un mercado que empezaba a demandar un mayor dinamismo en cada uno de los combates.
Por eso, a pesar de que su creador fue Hironobu Sakaguchi (responsable de FFVII) junto a Kiyoshi Shigematsu, Lost Odyssey pasó desapercibido, ligeramente notado por los medios y sobre todo cargado de un significado que a mí, personalmente, me encantó.
Comentábamos en el podcast Mundogamers+2 especial de la semana pasada cuáles eran nuestros JRPGs favoritos y en el mismo momento en el que me lo planteé, supe que Lost Odyssey estaba sin duda a la altura de los mejores. (Por cierto, podéis escuchar el podcast si estás suscritos a Ivoox premium desde aquíero).
La inmortalidad en Lost Odyssey
Lost Odyssey nos pone en la piel de Kaim Argonar: un hombre que ha sido sentenciado a vivir 1000 años. A lo largo de este tiempo, Kaim irá conociendo a personas cada vez más relevantes en su vida. Amigos, familiares y otros condenados como él que poco a poco irán falleciendo y cuyos recuerdos desaparecen en la bruma de un hombre que ha visto demasiado.
La premisa nos recuerda enormemente a Manji de La espada del inmortal: un hombre condenado a vivir eternamente por culpa de unos gusanos kessench? que cierran sus heridas y que le permiten curarse a gran velocidad. Sin embargo, a diferencia de Manji, el cual vive presa de la culpa debido a sus crímenes pasados, la vida de Kaim transcurre entre largos sueños e historias que el juego nos cuenta en forma de cuento y que nos obligará a mantenernos durante varios minutos, sin tocar el mando y sumergiéndonos en los cuentos más bellos jamás contados. Atrás quedan Las mil y una noches o la Genji Monogatari si lo comparamos con las historias lacrimógenas y profundamente emocionantes que Kaim recuerda cada vez que duerme.
El juego tiene un profundo sentir y significado dentro de la propia filosofía oriental. En Occidente tendemos a pensar en las figuras inmortales como vampiros: seres monstruosos capaces de tener una vida “semi-normal” a base de comerse a un par de humanos. En Oriente, sin embargo, la inmortalidad siempre trae un profundo pesar. Su religión, el profundo significado de la muerte y la belleza en la futilidad de la vida que desarrollaron tras los múltiples terremotos y que generaron el género Eroguro, queda muy patente en cómo se comportan los inmortales en esta obra. Son seres tristes, deprimidos, sin recuerdos, incapaces de aprender nada.
De hecho, es muy interesante la diferencia que hace el juego cuando introduces en tu equipo de lucha a un mortal o a un inmortal. Los inmortales evidentemente tienen mejores atributos porque han sido capaces de mejorarlos a lo largo de los años. Además, no mueren, sino que simplemente caen en combate y se levantan a los pocos turnos. Sin embargo, los inmorales no pueden aprender habilidades mientras que los mortales, aunque tengas que resucitarlos al caer en combate, sí son capaces de aprender nuevos ataques. Esto va íntimamente ligado a la filosofía japonesa en la que se plantean que si no hay muerte, si no hay un final, somos incapaces de aprender.
Un juego que adorarán los amantes de las visual novels y la literatura.
La forma de contar las historias de Lost Odyssey es precisamente su mayor defecto y al mismo tiempo su mayor virtud. Los recuerdos que viviremos en forma de sueño de Karim se nos muestran como un texto flotando sobre una nube y a la que se le añade una tenue música de piano. Los amantes de la acción odiarán esta parte del juego, pero si sois lectores ocasiones (y yo lo soy mucho más que ocasional), las historias acabarán por penetrar con fuerza dentro de tu corazón.
Uno de los primeros recuerdos que podremos desbloquear involucra a Kaim volviendo a una posada donde una niña está a punto de morir. Ha estado enferma desde que nació y Kaim la ha conocido desde hace años. En su lecho de muerte, Kaim le explica a la niña que la muerte no es algo triste, sino un momento de alegría mezclado con lágrimas.
Otras historias también serán capaces de arrancarnos más de un sollozo: una fiesta llamada el Día de la Resurrección que en realidad conmemora un terrible terremoto en el que murió todo el pueblo y que Kaim recuerda; o memorias sobre las personas que amó y que se quedaron atrás.
Lost Odyssey sin duda alguna formó parte de un sueño mucho más grande que no llegó a impactar en Japón o en Europa como habría querido. Ahora mismo, la posibilidad de jugarlo solo Xbox 360 o Xbox One (es retrocompatible) limita mucho que nuevos jugadores puedan regresar a este título, que no creo que haya envejecido mal, y sumergirse en una historia de mortales e inmortales, de penas y recuerdos y sobre todo de la eterna pregunta que se harán los japoneses: ¿merece la pena la vida si esta no conlleva la muerte?
<< Anterior Siguiente >>