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El nuevo Kinect, más de lo mismo, pero obligatorio

Probamos el aparato de la discordia
Por Víctor Junquera

Nos lo venden como una nueva revolución del control por movimiento y nos obligan a tenerlo, pero lo que hemos visto nos hace ver que es más de lo mismo, y eso no es algo bueno. Por supuesto, estamos hablando del nuevo Kinect, uno de los mayores motivos de discordia con respecto a Xbox One, un aparato que encarece el precio de base de una consola cada vez más prometedora, pero que nos obligará, no a usar Kinect, pero sí a tenerlo.

 

Ya el Kinect original iba a ser una revolución que al final se quedó relegada a juegos sobre raíles y party games de movimientos absurdos, con alguna excepción como Rise of Nightmares, pero más que el catálogo y la limitación de géneros, uno de los mayores fallos de Kinect eran las propias limitaciones del hardware, la obligación de tener un salón muy amplio para jugar y los repetitivos y molestos problemas de calibración. Al final, después de tanto rollo de Kinect integrado en experiencias hardcore, lo único que se consiguió fue que Kinect se convirtiese en un micrófono ambiental grande y caro, un aparato con el que gritar comandos sencillos para ver alguna reacción secundaria en la pantalla. Eso, en los casos en los que fue adaptado al castellano, que no han sido todos.

 

Demasiados problemas de los que sólo uno ha desaparecido de cara al nuevo Kinect. La detección ha sido mejorada hasta el punto en que ahora, por fin, reconoce los dedos, algo que se dijo que el Kinect original terminaría por poder hacer pero que no se ha puesto en práctica salvo para The Gunslinger. Esto sirve sólo para que el manejo de los menús, que bien podemos hacer con mucha facilidad con un mando o incluso con los comandos de voz, sea más rápido con las manos al poder hacer gestos habituales de las tablets para seleccionar un objeto o cambiar de página de un menú.

 

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Xbox, go home. Lo mismo con Kinect que con SmartGlass. ¿Qué problema hay en usar un mando?

 

La mejora de la detección, la mejora de la cámara en sí, es responsable del punto positivo del nuevo Kinect, que ahora no necesitemos un salón de 30 metros cuadrados para jugar correctamente, sino que una distancia de un metro es suficiente para una buena detección, aunque no de cuerpo entero. Aún así, necesitaremos espacio para los movimientos.

 

En cuanto a los juegos, no se ha solucionado el problema. Seguirá siendo un micrófono caro, claro que esta vez integra los menús de la consola dentro del propio juego para activar órdenes de grabar, de salir al menú principal o de esa gran opción de ver la tele. Juegos específicamente diseñados para el aparato son más bien pocos, y siguen siendo lo mismo de siempre.

 

Kinect Sports Rivals nos propone nuevas pruebas con respecto al original, y la detección de movimientos es buena, pero no dejan de ser minijuegos con muchas guías. Fighter Within es un juego de lucha en el que evidentemente no tenemos que imitar a Chuck Norris para ejecutar un combo mortal o una patada voladora, pero obliga a hacer muchos movimientos simples, muy repetitivos, que hacen que tras un combate acabes exhausto.

 

¿De verdad no han aprendido nada?


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