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El modo solo de Sea of Thieves me recuerda a Zelda BotW

La soledad previa al encuentro
Por Rafa del Río

Hay algo especial en navegar a solas en Sea of Thieves. Ya sea en un cómodo balandro o como único tripulante de un mastodóntico galeón -robado-, surcar las olas en medio de un huracán, achicar agua durante una tromba y dejarse mecer por las aguas durante la calma chicha surte un curioso efecto en mí, bendito vaivén, que hace que deje vagar mi mente mientras entono una nostálgica saloma junto a la rueda del timón o examino los cielos con el catalejo desde la cofa del vigía. 

 

Sea of Thieves es mucho más divertido en grupo y con amigos, eso por descontado, pero si le dáis una oportunidad al modo solo descubriréis otra forma de jugar igualmente impresionante que lo que pierde en compañerismo lo gana en nostalgia y en soledad. Depender de nosotros mismos, ser uno contra el mundo, navegar a solas y continuar, rumbo al horizonte mientras las islas pasan a nuestro lado es una de las cosas más intensas que me ha hecho vivir un videojuego en lo que llevamos de año. 

 

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La soledad de Zelda Breath of the Wild

Comentaba con Adrian hace unos cuantos podcasts un artículo suyo en el que nos hablaba de la soledad de los mundos abiertos, de algunos mundos abiertos como el Hyrule de Breath of the Wild y de cómo la aventura de Link era una comunión con la soledad con ese punto de relax, de reencuentro, de vida, que era la llegada a los pueblos o el encuentro con algún caminante por sus múltiples caminos. 

 

En ese sentido, Sea of Thieves tiene esta doble vertiente de vida, juego en común y cachondeo pirata del modo cooperativo y esa soledad -compartida pero soledad al fin y al cabo- del modo solo que nos hace pensar en otros juegos como el propio Zelda, Noman's Sky o Elite Dangerous. Juegos en los que hay otros personajes, ya sean jugadores o PNJs, pero que dejan a nuestro arbitrio el correr la aventura, el cumplir nuestros intereses, para que luego, al encontrarnos con otros jugadores, podamos celebrarlo haciendo una receta, comerciando con estaño o, en el caso de Sea of Thieves, bebiendo una jarra de grog confiando en que no nos disparen por la espalda. 

 

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La emoción de lo inesperado

Sea of Thieves bebe de juegos como Elite Dangerous para darte ese toque de sorpresa, ese sabor de lo inesperado que sientes cuando vagas por lo desconocido sin saber qué vas a encontrar. A la sensación nostálgica de ese mar vivo que surcas a solas se añade la posibilidad de ser atacados por los cañones de un fuerte o incluso por un galeón de jugadores. La adrenalina se dispara con el 'barco a la vista' cuando navegas a solas en tu balandro y ves en el horizonte un barco de velas negras. ¿Te atacarán? ¿Te dará tiempo a huir? ¿Serán amistosos?

 

Lo mismo sientes cuando al llegar a un puesto de comercio con la bodega repleta ves anclado, en sus muelles, un imponente galeón. Los cañones se mueven hacia ti, ¿sólo por si acaso? y el brillo de una mirilla, posiblemente de un rifle, destella en la cofa de vigía. Tienes unos pocos segundos para decidir: ¿Amarrar en otra parte de la isla? ¿Surcar el mar en busca de una nueva isla? Suena un disparo y decides echar el ancla. Coges el cofre más preciado y te lanzas al mar buceando hacia la isla, porque este es tu tesoro y vas a cobrarlo. En la orilla te esperan cuatro piratas que te miran sin saber muy bien qué hacer. Saludas y continúas tu camino dándoles la espalda con el corazón a cien. Suenan las notas de una saloma mientras llegas al puesto y vendes tu mercancía. Incluso te ayudan a llevar los cofres y calaveras, lo que te anima a compartir tu botín con ellos y, de paso, llevarte un logro por majete. Y así, mientras bailais y celebrais el encuentro con una jarra de grog, Sea of Thieves cobra sentido, incluso en modo solo, porque sigues estando vivo y ahora tienes oro para celebrarlo. 

¡Oro!

 

¡Nos leemos!


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