1. Mundogamers
  2. Noticias

El desapego por el videojuego, cuestión de tiempo

El amor es pasajero con un mando en las manos
Por Álex Pareja

Admiro a los jugadores que son capaces de manter el interés por una sola obra durante mucho tiempo, porque yo soy incapaz. Y eso perjudica al consumo cuando, cada vez más, los juegos quieren ser infinitos, ofrecen servicios perpetuos y te obligan a regresar una y otra vez para mantenerte al día. Si os contara las veces que he querido regresar a Destiny 2 o a Monster Hunter World pero he sido incapaz… bueno, quizás no os sorprenda porque os pasa lo mismo. ¿Cuántas veces habéis vuelto a uno de estos juegos tras un período de descanso y os habéis sentido perdidos? El desapego emocional por un juego es solo cuestión de tiempo

 

Cuando nos embarcamos en una aventura que consigue engancharnos, la disfrutamos con pasión. Jugamos, pensamos en el juego cuando no estamos dentro y ansiamos regresar a su mundo. Los besos son apasionados. Pero bien sea por completarlo o por nuestro hastío, todos los videojuegos tienen un final. Ese apego tan especial finaliza y comienza el duelo: tener que vivir sin la rutina que ha marcado esos momentos de gozo. Nos separamos. Si regresamos a esta aventura por cualquier motivo (actualización de contenidos, eventos temporales, nostalgia, romanticismo, etc.), probablemente terminemos saliendo sin encontrar de nuevo esas sensaciones pasadas. ¿Qué ocurre? ¿Por qué ese juego que me mantuvo tanto tiempo enganchado y enamorado ahora me da completamente igual? El videojuego no puede ser discontinuo, por eso se han fomentado esas técnicas perpetuas en lugar de las puntuales con las expansiones que pobablan el mercado años ha.

 

Con estas situaciones yo solo puedo hacer una cosa: borrar la partida y comenzar de cero. Es la única manera de intentar, quizás sin éxito, volver a comprender esas emociones positivas que el videojuego supo proporcionarme. Miro las fotos y recuerdo esos sentimientos, pero soy incapaz de volver a reproducirlas. Si ahora mismo visitara a mi vaquera de Red Dead Online no sabría ni cómo controlarla, ni reconocer a los caballos de mi establo, ni en qué cometido me estaba embarcando. No hay chispa, no hay magia. Es como volver a reencontrarte con un viejo amigo tras muchos años: la emoción está ahí pero es imposible sentir la misma conexión. Hay que resetear. 

 

Red Dead Online

 

El videojuego tiene una romántica forma de enamorar. Nos consigue obsesionar. No queremos otra cosa. Pero todo es cuestión de tiempo, al igual que el amor de una pareja cuando logra estabilizarse y la magia perdura, pero no de la misma forma que en sus primeros instantes. O quizás sea mi forma de jugar y por eso envidio a aquellos que logran entender el videojuego y lo que conlleva para hacer honor a sus votos, para siempre, hasta que la muerte los separe. Soy incapaz hasta de hacerle un regalito en forma de trofeo tras acabar sus contenidos principales. Soy de una noche y de dejarlos durmiendo en la cama mientras me escabullo sin hacer ruido.

 

Es normal sentir apego por un videojuego y es cuestión de tiempo que aparezca el desapego. Nos pasará siempre, tú que tienes miedo de regresar a tu isla de Animal Crossing o tú que ya no sabes ni qué actividades estabas siguiendo en World of Warcraft. El juego como servicio pretende ser perpetuo pero solo lo consigue durante un tiempo, por eso la continuidad de una comunidad es tan complicada y por eso estas obras deben estar repletas de contenido continuamente. Porque los jugadores somos románticos, sí, hasta que nos cansamos. El amor es pasajero con un mando en las manos


<< Anterior Siguiente >>