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Dungeon of the Endless. Toda una joya

Mazmorreo duro, estrategia, trampas y defensa
Por Adrián Suárez Mouriño

Dungeon of the Endless es uno de esos juegos en los que se mezcla un poco de todo y la cosa funciona. Un grupo de tipos acaban enfrascados en una misión: subir unos niveles con un elemento geométrico amarillo a cuestas. Parece sencillo. Empiezas en un punto A, exploras salas, encuentras el punto B, vuelves a por el artefacto y lo arrastras de un lado a otro. Claro que todo se complica porque las salas están infestadas de bichos, la muerte de nuestros aliados es permanente y el juego es difícil y exigente.

 

El título tiene una jugabilidad y unas mecánicas elegantes. Cuenta con la posibilidad de instalar cacharros en cada sala que mejoren nuestros recursos, y con ellos podemos subir de nivel, armarnos y hasta colocar trampas para que no nos machaquen los enemigos de repente. Así, combinando gestión, estrategia, ataque y defensa, Dungeon of the Endless es un entretenidísimo título que nos lleva a controlar cada uno de los niveles por los que pasamos, hacerlos nuestros y luego sí, correr con el prisma amarillo sin morir de un sitio a otro.

 

 

Hay dos elementos que enriquecen el título. El primero es el que se refiere a su aguda dificultad, si te despistas te matan, si no has puesto bien tus trampas te matan, si sales corriendo a lo loco te matan, si no gestionan bien tus recursos te matan, si no... Es decir, que lo normal es que te hagas un par de niveles y mueras, que luego llegues al quinto y la palmes también; y así, poco a poco, te vas metiendo en Dungeon of the Endless y comprendiéndolo.

 

El segundo elemento es la generación casi aleatoria de los escenarios; casi, porque siempre obecede a patrones. Teniendo en cuenta que vamos a pasar una y otra vez por los mismos pisos, se agradece que estos cambien. Además, al verse alterados, aprendemos en un nuevo entorno a mejorar, lo que nos valdrá para los siguientes. Esta aleatoriedad también afecta a lo que nos podremos encontrar. En el videojuego hay looteo, mercaderes y artefactos que mejoran nuestros recursos. Su ubicación cambia, logrando que cada partida tenga un punto diferencial que consigue que aunque perdamos volvamos a él.

 

Un estilo artístico pixelado precioso, la posibilidad de reclutar nuevos miembros durante la partida y que estos se vayan conociendo a medida que suben por los niveles completan la propuesta. Una que tiene como mayor lacra que su control se hace lioso en sus momentos más complejos (hay que estar atento a estos) y que es capaz de desesperar en sus fases más avanzadas.


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