Destiny, el juego incomprendido

Un buen 9 de septiembre de 2014, víctima del hype, acabé bajando a la tienda habitual a comprar Destiny pensando que 'igual esta vez sí' me ponía con lo de jugar online, que tal vez Bungie tenía la respuesta para mí. Pero en vez de ver todo aquello que me quisieron promocionar, de aquella experiencia definitiva, de 'ser leyenda', me encontré con, si, un muy buen shooter en primera persona que tenía el indudable sello de los creadores de Halo pero que ni mucho menos se adaptaba a lo que yo esperaba del juego.

Lo que yo quería hizo que Destiny supusiese una decepción. No me encontré una historia épica (no me encontré una historia, de hecho), no me encontré un buen ritmo de juego, no me encontré un buen aprovechamiento de las localizaciones (otro clásico de Bungie y sus 'misiones en la Tierra'),... Terminé asqueado sin siquiera llegar a comprender todo lo que tenía por ofrecer más allá de eso que 'yo quería' del juego, sin saber que eso que tenía por ofrecer y que yo no sabía que quería iba a conseguir que me enganchase.

Es bien comprensible el odio de muchos ahora mismo, así como lo era comprensible entonces, claro. Destiny ha salido caro para quien lleva jugando desde el primer día, y está claro que sus dos expansiones de 20€ cada una ofrecían muy poco. Acabo de sufrirlo y efectivamente, era vergonzoso llamar expansión a La Profunda Oscuridad. Pero ahora entiendo lo que Bungie quería decir con aquello de que es un juego al que dedicarle mucho tiempo, que no se valora con algo tan sencillo como superar la campaña y ver que 'hay poco más que hacer que repetir misiones'.

Tras tener que probar Destiny: El Rey de los Poseídos en la Gamescom me volvió a la cabeza el hecho más evidente. Es un gran FPS, ¿por qué lo abandoné? Así que tras un tiempo de duda y tras conseguir quitarme la pereza de ese 'con la edad y el trabajo es más difícil jugar online con amigos', entré de nuevo en Destiny, y habían cambiado muchas cosas, pero no tantas como estaban por cambiar. Seguía habiendo muchos aspectos mejorables, pero ahí cobran sentido las palabras de Bungie. No es tan simple como jugar y juzgar, ya que tu opinión sobre lo que está bien y lo que no, puede hacer que el mismo Destiny cambie, incluso sin tener que pagar por una nueva expansión, como ya ha ocurrido con ese Destiny 2.0 que llegaba días antes de El Rey de los Poseídos.

El problema con la novedad de Destiny, y me doy cuenta ahora, es que se necesitaba de mucho tiempo en su día para llegar a ese punto en el que comprendes y disfrutas todo lo que el juego te puede ofrecer. Eso, o alguien que ya lo entienda te comente todo lo que llega a molar la experiencia, que por supuesto, es mucho mejor con amigos. Era algo nuevo, pero no tanto en realidad. Era nuevo para el jugador de consola, pero en el fondo deseábamos que fuese algo mucho más diferente.

Entiendo que Destiny era un juego que durante ese septiembre de 2014 y durante varios meses siguientes tuvo muchos problemas, muchos 'peros' que podían sacarte fácilmente del juego. Pero también entiendo que muchos de esos problemas tenían más que ver con lo que se esperaba de Destiny que con lo que realmente era, y precisamente ese 'no quiero ver más allá porque no es lo que yo quiero' es lo que impidió a muchos disfrutar de lo que, a día de hoy, es un gran shooter.

Y en mi andanza cooperativa estoy empezando con El Rey de los Poseídos (tras empezar con el vanilla y engancharnos decidimos pedir directamente el nuevo pack con todo el contenido), y sí, se nota que es lo que Destiny tendría que haber sido hace un año.

No voy a decir que es la experiencia definitiva, ni siquiera que me parece recomendable, eso lo dejo a juicio de cada uno. Lo que sí puedo decir es que, sabiendo que hay muchos que, como yo, dejaron Destiny a la primera de cambio por los mismos motivos, pueden probar a volver sin miedo. No es malo volver a estos pozos de horas de vez en cuando, y puede que en este caso sea bajo unas condiciones muy concretas, pero al menos me alegra saber que tengo Destiny ahí para seguir un ratito todas las semanas.