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Buscando joyas en el limbo de los olvidados

¡Barato, oiga!
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Nunca se sabe hasta qué punto puede llegar la repercusión de un videojuego en concreto. Un lanzamiento que en su día se nos podría antojar como de poco interesante bien puede ser, con el paso del tiempo, un significativo paso dentro de la industria. En este sentido, permitidme que os cuente una anécdota: dirigiendo la mirada hacia finales de los ochenta, y como buen fanático de mi computadora que era, servidor defendía a capa y espada las bondades de un desconocido como aquel Metal Gear que tan bien lucía palmito en mi MSX de segunda generación, a la par que, por su naturaleza peregrina, era ninguneado por los usuarios del resto de máquinas de la época (Spectrum, Amstrad, C64), e igualmente por las revistas de videojuegos. Y ahora, todo el mundo presume de conocerlo... hasta de primera mano, te dirán.

 

Lo cierto y verdad es que en estos años dicha tendencia se ha minimizado sobremanera. Es fácil ser espectador de la situación que se da justo cuando un videojuego tiene poco fuelle comercial, por muy radiantes que sean sus maneras. En este sentido, el título en cuestión tiende a ser sacado casi a la fuerza de nuestra realidad, como si nunca hubiera existido. Por consiguiente, pasa a mejor vida cualquier posibilidad de realizar una secuela, se que se le recuerde en base a menciones en futuras referencias mediáticas o que sirva de influencia para futuras creaciones. Una circunstancia a todas luces lastimosa que, francamente, ha afectado de manera injusta a más de un ejercicio de calidad.

 

Aquellos que gozan con la búsqueda y captura de títulos a buen precio en los mercados de segunda mano tienen en estos referentes un chollo garantizado, puesto que suelen estar baratos a más no poder. Su triste salida comercial, curiosamente motivada también por una escasa presencia en los medios periodísticos (no hay hype, no hay ventas), promulga todo esto y más... y sólo los más afortunados tienen la suerte de contar con el empujón suficiente que el boca a boca puede otorgarles si se les reconocen a tiempo los méritos, como ocurrió en su día con La Abadía del Crimen o como ha pasado más recientemente con Amnesia: The Dark Descent. Lamentablemente, y abriendo los ojos con respecto a lo que acontece hoy día, el gran público apenas ve más allá de las marcas y las secuelas, adquiriendo material de forma compulsiva guiados por lo que se ha convertido en una manera de hacer marketing con muy pocos escrúpulos. Claro está, se trata de acciones que 'casualizan' de forma escandalosa un medio que antes se construía a sí mismo entre lo artesano y lo bohemio.

 

 

Echo la vista atrás y, por poner un ejemplo rápido, es fácil acordarse de un título tan mediocre como Devil May Cry 2, mientras que nadie recuerda una joya de la acción como Bujingai... hermosa japonesada multicolor donde las haya, pero que fue publicada aquí y, por supuesto, recibió el ninguneo de propios y extraños. Casos similares los hay a patadas en la presente generación, con nobles títulos que desgraciadamente se pierden en el limbo de los buenos juegos sin nombre. Echando rápidamente un ojo a mi privilegiada estantería (a la que por suerte o por desgracia poco de lo que ha salido al mercado le falta), puedo citaros algunos que a buen seguro todavía pueden daros muchas horas de diversión a precios de risa.

 

Una buena ristra de ejemplos los tenemos en muchos de los RPG y juegos de estrategia cien por cien nipones que salen en PlayStation 3 bajo el auspicio de casas como Nippon Ichi Software, como buen ejemplo son la serie Atelier (Atelier Rorona, Atelier Totori o Atelier Meruru, todos ellos distribuidos por estos lares), los Disgaea, Hyperdimension Neptunia o Ar tonelico, recomendables para pasar un buen rato en un ambiente de puro anime. Más cercanos al público occidental son auténticos juegazos para Xbox 360 como Infinite Undiscovery, The Last Remant (ambos de Square Enix), Resonance of Fate (distribuido por Sega) o el más bizarro Magna Carta II (de Banpresto)... y aún así, pasaron sin pena ni gloria por el mercado, y no son precisamente títulos de los que se acuerde en gran público.

 

 

En cuanto a la acción, siempre tengo en la boca un señor juegazo como Capitán América: Súper Soldado, donde Sega y el equipo de programación Next Level Games se basaron en el gran Batman Arkham Asylum para hacer un juego más ligerito pero no por ello menos divertido. Tres cuartos de lo mismo pasaba con Dark Sector, un buen clon de Gears of War que añadía ideas muy frescas a su desarrollo. Luego, en el terreno de los FPS, es todavía fácil de encontrar un Rogue Warrior que a buen seguro nos saldrá casi regalado, y que pese a sus carencias si lo comparamos con los grandes del género, es un divertimento tan puro y soez (las frases de Richard Marcinko son la bomba) que merece la pena.

 

¿Más cosas? Fijaos en un beat'em up tan correcto como salvaje, como es el Conan de PS3 y Xbox 360; tomad nota de la vulgar pero efectiva acción de 50 Cent: Blood on the Sand (tiros y rap... ¿quién da más?); del mejor béisbol computerizado de The Bigs 2; de los disparos verticales del criticadísimo Dark Void; de las odiseas superheróicas a dos jugadores de Green Lantern; del particular divertimento hacker de Mindjack; de ese Ace Combat en el que convirtieron a aquel espectacular Project Sylpheed para 360; de esa femme-fatale a lo Sam Fisher que es la prota de Velvet Assassin... ¡Ahora os toca decir a vosotros!

 


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