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Bioshock de rebajas en Xbox Live

Volvemos a Rapture. Y a Columbia.
Por Adrián Suárez Mouriño

La saga Bioshock se pone de oferta en Xbox Live. Por 4,99 € podréis disfrutar de uno de los mejores títulos de esta generación: Bioshock. Por otros 4,99€ tenéis también Bioshock 2 y por menos de diez euros Bioshock Infinite.

 

Los videojuegos firmados por Ken Levine son una prueba irrefutable del rumbo que ha tomado esta generación, siempre en busca de contar la mejor historia, de emocionarnos y hacernos sentir, siempre intentando alcanzar, a la vez, el equilibrio perfecto con la jugabilidad. Sin duda, el primer Bioshock fue capaz de construir una ambientación sugerente e impecable. Una ciudad sumergida, Rapture, que seguirá en nuestro recuerdo por mucho que pasen los años. Al título le acompañó una muy interesante historia. Pero hay grandes diferencias entre éste y Bioshock Infinite, el juego con el que Levine parece haber comprobado las limitaciones de escribir tramas para videojuegos, o el buen camino a seguir, en el futuro.

 

Personalmente, opino que se le fue de las manos, se nota en la diferencia existente entre plásmidos y vigorizadores. Sí, los ítems ejemplifican las maneras de contar el cuento. Los primeros habilitaban estrategias de sigilo, permitían acechar a los acechadores, invitaban a la pausa, a la exploración. Rapture te señalaba como malvado, pero de una manera velada, discreta, como si la corrupción de la ciudad submarina te dominara poco a poco. Y oculto en las sombras, hostigando a los mismos Splicers que comenzaron haciéndotelo a ti, descubres que eres uno de ellos. Sin embargo, Bioshock Infinite no hace tal cosa. Los vigorizadores son obvios, burdos y muy poco inspirados. Te hacen ir hacia adelante y disparar, sirven para limpiar el camino, como un elemento más del dictatorial HUD. Son como el resto de la narración: una película que empieza y acaba, en la que la exploración es un mero añadido, poco aporta. Se pasó de una narrativa que permite gozar del videojuego como tal, a otra más fílmica. Yo corrí hacia adelante como un pollo sin cabeza en Infinite, quería conocer el final, pero no disfrutar del camino. La jugabilidad consiguió eso.

 

Y en medio, el hijo bastardo, Bioshock 2, abucheado y acribillado por los fans. Pues yo lo disfruté. Ofrecía un enfoque distinto, a caballo entre el primero y el segundo. Del primógenito mantenía la esencia jugable y el ritmo, aunque venía vitaminado por un mayor enfoque a la acción, y funcionó a la perfección, sin ser brillante, claro está.

 

Y si ya habéis jugado a las entregas originales, también están de descuento los primeros DLC de Infinite, la antesala de la segunda entrega de Panteón Marino.

 

De un pasillo que se abría a amplios rings de combate en los que explorar, pasamos a otro mucho más guiado, ya no solo por la estructura de los niveles, sino también por unas instrucciones excesivas, por una chica que nos dice lo que hacer, por las palabras de nuestro propio protagonista... ¿Pero, y la historia que cuenta? Fantástica sin lugar a dudas, pero su narrativa lastró tanto la experiencia jugable que Levine ha decidido cambiarle la tinta a su pluma.

 

Lo cierto es que no hay Bioshock malo, es una misma fórmula que permite exploración, sigilo y acción pasillera en función de qué entrega estemos hablando, y al cambiar detalles en la jugabilidad, la misma manera de contar cambia radicalmente. Es la magia de esta narrativa interactiva nuestra.


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