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Baldur's Gate III siembra la semilla de algo glorioso

Viscoso, pero sabroso
Por Rebeca Escribano

Sabéis que me encanta seguir el crecimiento de los estudios de videojuegos y mucho más cuando un estudio parece haber encontrado la tecla correcta y empiezan a sacar una joya tras otra. Larian Studios, los genios detrás de la saga de juegos de rol Divinity, han tenido una trayectoria de crecimiento realmente positiva y a lo largo de sus entregas hemos podido ir comprobando poco a poco cómo han ido aprendiendo de sus errores y mejoraban la base jugable. Su anterior título, Divinity: Original Sin II, mezclaba un gran juego de rol e historia con un combate con miles de posibilidades. Los elementos reaccionaban entre sí y producían reacciones en cadena que podían tanto aniquilar a nuestros enemigos como a nuestro grupo de aventureros. 

 

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Por otro lado está la archiconocida saga de Baldur’s Gate que puso el nombre de Bioware entre los estudios de referencia de juegos de rol hace ya más de veinte años. Aquella Bioware no tiene nada que ver con la que hay ahora mismo y por lo tanto si hubiesen sido ellos los que se animasen a sacar la tercera entrega de la saga siguiendo su nuevo modelo de negocio muchos fans se habrían sentido decepcionados. 

 

Por eso es tan ideal que Baldur’s Gate III nos haya llegado de la mano de Larian como desarrolladores. El estudio ha demostrado estar a la altura de las expectativas de sus trabajos anteriores y ahora que tienen en sus manos una licencia tan querida estoy segura que darán a la saga la entrega que se merece. 

 

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Baldur’s Gate III comienza con un pico de acción. Sin demasiados preámbulos, nada más arrancar nuestra primera partida veremos una impresionante cinemática de inicio que deja muy claro que los niveles gráficos de este título están a la vanguardia del género. Sin miedo a equivocarme creo que está al nivel de las que hemos podido ver en otros títulos como The Witcher o World of Warcraft. Nosotros tomaremos el control justo en el mismo instante en el que termina la cinemática. Y pronto descubrirás que este título cuenta con una enorme cantidad de ramificaciones y opciones que lo harán simplemente delicioso. 

 

 

Sin embargo, tienes que darle un tiempo a la adaptación. La interfaz sigue siendo muy compleja, llena de botones con muchísimas acciones diferentes para realizar y elementos que investigar. Esto, más que echarte hacia atrás, te anima a intentar hacer casi cualquier cosa que se te ocurra como cuando juegas a rol en vivo. Puede ser complejo en un principio, pero su excelente traducción y sus consejos nos ayudan a avanzar poco a poco y a entender sus menús tanto en modo exploración como en el combate.

 

El combate es otra de las facetas que se han mejorado mucho con respecto al caos elemental que se acababa generando en Divinity: Original Sin II. Movemos a nuestros personajes por turnos, con una serie de puntos de acción que nos permiten posicionarnos y atacar. Tener en cuenta el entorno es fundamental si queremos salir airosos de los diferentes entuertos en los que nos acabamos metiendo.

 

Uno de los detalles que más me ha gustado es que se han atrevido a acercarse cuando iniciamos una conversación con un NPC. Al contrario que en títulos anteriores en los que simplemente se narraba lo que ocurría, ahora podemos verlo como una cinemática. Los modelos de los personajes responden acertadamente y mejora una de las grandes carencias de los juegos de rol tradicionales. 

 

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El juego todavía está en fase de desarrollo por lo que se producen algunos bugs que te obligan a cargar una partida anterior, o que provocan algunos molestos fallos visuales. Sin embargo, se ven las costuras de lo que aparenta ser uno de los mejores juegos de rol de la década. Os recomiendo encarecidamente que le deis una oportunidad: desde que lo he probado, no he sido capaz de quitarme el gusanillo de encima.


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