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Zelda: Breath of the Wild y Super Mario Odyssey serían otra cosa si no existieran las redes sociales

Lo que dura hoy un instante
Por Adrián Suárez Mouriño

Zelda: Breath of the Wild y Super Mario Odyssey han levantado pasiones, y con razón, pero también han arrugado muchos gestos. Analizando Odyssey en el podcast muchos me habéis dicho que parecía que lo estaba criticando más que alabando, y entiendo vuestra percepción, no porque tenga predilección por hablar de las cosas malas de un par de títulos que tienen muy pocas, sino porque son dos juegos confusos y extraños a través de ciertos prismas, maravillosos a su manera, pero que estoy seguro que en el futuro, en diez años, se percibirán de manera distinta. Os cuento por qué.

 

Tras mucho pensarlo, tanto Odyssey como Breath of the Wild me parecen hijos de su tiempo. Si hubiera que elegir un par de sagas capaces de retratar cada uno de los momentos que vivimos como jugadores esas serían estas: la de Zelda y la de Mario. Nintendo siempre ha sabido leer el instante preciso en el que nos encontramos  para lanzar estas dos series adaptadas a él. Hemos tenido grandes aventuras pensadas solo para ser disfrutadas por uno mismo, unas que alcanzaron un poderoso mensaje intimista con Majora´s Mask.

 

Pero ahora estamos en otro instante, ya no es momento para eso, el concepto de 'lo íntimo' ha cambiado, y algo solo es algo cuando se pasa por el embudo de la percepción de otros. Es una idea que puede parecer particular, pero si reflexionáis sobre el tema descubriréis nos hemos convertido en generadores de contenidos para que otros opinen sobre ellos, y solo tras esa opinión ese contenido adquiere valor; hasta tenemos medidores para calcularlo: likes, seguidores, RT… En el año 2017 'lo íntimo' es otra cosa, no es nada sin 'lo íntimo' de lo de los demás.

 

 

Eso ha afectado a Zelda y a Mario; insisto, esto no es una crítica y no lo interpretéis como tal, por favor. Ambos juegos son hijos de su tiempo, para bien o para mal. Este año ha transformado a Nintendo y a sus sagas estrella, convirtiendo a Zelda: Breath of the Wild y a Super Mario Odyssey en escenarios a gran escala en los que se suceden micromomentos que se explican a sí mismos, con un comienzo y un final, perfectos para ser twitteados, para construir stories o fragmentos en vídeo para youtube y twitter. Sí, lo sé, es chocante opinar esto y conocer la política de Nintendo con youtube y los copyright, pero profundicemos en esto que digo.

 

Zelda: Breath of the Wild es un gran escenario en el que vivir instantes hermosos. Los grandes templos de los anteriores juegos se han frangmentado en pequeños santuarios que son también instantes hermosos, y suma y sigue con la caza, el combate o los encuentros fortuitos con ciertos personajes. Fijémonos ahora en Super Mario Odyssey y sus más de 800 estrellas, también en cómo se han colocado aquí y allá. No hay una continuidad de recolección entre ellas. En ocasiones, superamos un mundo de juego, emerge de la tierra como regalo la boca de una chimenea y nos colamos por ella para llegar a un escenario descontextualizado del anterior. Ahí hay una estrella a recolectar tras superar un reto que es otro instante hermoso, ideal para transformar ese momento íntimo de un jugador jugando solo en contenido global.

 

Es decir, la manera de entender, procesar y generar información a raíz de las redes sociales ha transformado a Link y al ex-fontanero, ha transformado la estructura de sus juegos, el tejido de sus vidas. Analizando así estos títulos, es curioso descubrir cómo han sido capaces de explicar a través de su jugabilidad a una generación; pero haberlo hecho conlleva sacrificios, unos que son, precisamente, la desvirtuación de 'lo íntimo' tal y como lo entendíamos hace diez o veinte años. Incluso esa misión desesperada de Mario por salvar a una princesa se acaba percibiendo, cuando estás intentando capturar tu estrella 600, como algo lejano, como otro instante precioso desvinculado del resto de los mismos.

 

 

Siguiendo con esta reflexión, este rematar un pequeño santuario en Zelda: Breath of the Wild, olvidarse de él e ir a por otro, otro de muchos, este conseguir una luna en Super Mario Odyssey, olvidarse de ella e ir a por otra, otra de muchas, habla también de lo efímero de esos instantes preciosos, pues son solapados por los siguientes que van a llegar, devorados por los siguientes que perseguimos, algo que podemos relacionar por cómo interpretamos la actualidad.

 

¿Cómo percibimos ahora una noticia del mundo eral aunque sea de extrema gravedad? También de forma efímera, solo dura hasta que llega la siguiente. Ya ni escuchamos el eco de los gritos de la última masacre mostrada en el telediario, porque hoy acaba de llegar otra y nuestro cerebro ya solo busca, interpreta, persigue, anhela y comparte instantes, que para serlos necesitan ser efímeros, como las lunas de Odyssey, como sus santuarios.

 

Es por ello que, volviendo al principio de este artículo, creo que habrá gente, mucha gente que no disfrutará de estos dos juegos maravillosos por hacerse esta pregunta: '¿qué ocurre cuando descubres que un montón de hermosos instantes efímeros no te llena tanto como un único instante duradero y trascendental?'. Por no saber entender estos dos juegos dentro del contexto en el que han nacido, o por perderse este al cabo de diez años, tengo muchas ganas de saber cómo se rejugarán ambos juegos en el futuro.


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