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Wolfenstein 2 y la polémica de los nazis como seres humanos

¿Matar nazis es divertido?
Por Rafa del Río

Wolfenstein II: The New Colossus ya está en la calle, y mientras apuro el juego para poder presentaros un análisis en condiciones, toca hablar de algunos rasgos que son obvios tras los primeros compases del juego de Machine Games. Junto a ese giro de tuerca que se prometía radical y al final 'no es pa tanto', Wolfenstein 2 se mete en jardines políticos al ofrecer un doble nivel de narración. Uno directo y sin mucha sutileza que justifica todas las acciones de Blazkowicz y compañía, y uno indirecto, más sosegado y oculto, que no duda en mostrar a los nazis como soldados en una guerra con sus propias inquietudes, familias y motivaciones. 

 

 

El infame Terror Billy

Wolfenstein II: The New Colossus profundiza en varias pasiones humanas con una narrativa en segundo y tercer plano que nos muestra dramas familiares comunes y vidas que, en el fondo, no están tan alejadas como parece. A través de los diarios, las postales y las cartas de los soldados nazis podemos entender una naturaleza individual de los mismos como víctimas del conflicto. Postales a una esposa abandonada en un rincón de Munich que declaran el deseo de volver y pasar los días junto a ella, diarios que hablan del miedo a la resistencia y el deseo de que el conflicto acabe, y artículos de periódicos manipulados y tendenciosos que tratan de justificar lo injustificable. El resultado es una historia en la que algunos de los malos de siempre están ahí sin quererlo, marionetas de un sistema que obliga o pega un tiro en la nuca. 

 

Lo que destaca por encima de todo es la figura de Terror Billy, William J. Blazkowicz, que a estas alturas ya se ha llevado por delante a varios miles de nazis y que, en palabras del reich, es el demonio. Difícil justificar los crímenes del eje contra la humanidad, el holocausto judío o los experimentos de Sigmund Rascher y Josef Mengele. Sin embargo, en esta narración en segundo plano plano no se nos habla del Fuhrer, los cabecillas de la SS o los miembros del OberKommando, sino de los padres de familia que fueron arrancados de su puesto de trabajo para ir a pegar tiros al frente lejos de su familia y su puesto de trabajo. Una decisión peliaguda la de MachineGames que no ha causado mucho amor en la red y que ha ganado varios detractores para la causa. Y es que en el fondo esto va de matar nazis, y como ya nos demostró Tarantino, matar nazis debe ser divertido. Siempre. 

 

 

La bomba atómica, la homofobia y el Ku Klux Klan

Si juegas Wolfenstein 2 por lo que te cuentan sus personajes es fácil, muy fácil, dejarte llevar por la vorágine de matar nazis y no darle demasiada importancia a lo que oculta al público más casual. Sin embargo, bastan dos clases de historia de instituto sin hacer dibujitos o estar pendiente del whatsapp y dos dedos de frente para entender la mala leche que, en ocasiones, tienen los chicos de Machine Games al hablar de la historia en esta historia alternativa, de spin-off, cuasicuántica, en la que los alemanes han conquistado en planeta y somos nosotros, los buenos, los que debemos arreglar las cosas. 

 

Una de estas cosas que más me llaman la atención es el tratamiento que dan del racismo, la xenofobia y  la homofobia, colgándolas como 'valores' de los nazis e incidiendo con mucha sutileza en la realidad previa a la ocupación. El papel de Grace como líder del Frente Revolucionario Negro es magistral, con sus tropas de panteras negras que no dudan de hablar de los viejos miembros del KKK pero obvian la importancia de Sarah Parks, Martin Luther King o Malcolm X en una historia alternativa que no los ha visto nacer. Y digo magistral porque Grace consigue, con su discurso revolucionario, hacer hincapié precisamente en lo que no dice: el racismo, la homofobia y la xenofobia propia de los Estados Unidos. Se convierten así los argumentos del juego en una hipócrita forma de lavar conciencias dejando atrás los crímenes propios en pro de los ajenos, que siempre serán más terribles. 

 

 

La ausencia del Enola Gay

Mención especial requiere el uso de las bombas atómicas en esta historia alternativa en la que los miembros del Proyecto Manhattan han sido asesinados antes de lograr su objetivo. Esto significa que no hubo Enola Gay, que Los Aliados no llegaron a arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, siendo los nazis, en esta nueva interpretación ficticia de la historia, los que lanzaron el primer ataque nuclear sobre Manhattan, New York.

 

La mala leche encubierta de esta nueva lectura de la historia se encierra en una línea de diálogo en la que Grace pregunta a Blazkowicz por qué no usan las bombas nucleares que poseen contra los nazis. Blazko explica que no quieren causar bajas civiles y Grace responde: 'No quiero tirar una bomba nuclear sobre la población civil, ¿acaso piensas que soy una maldita nazi?'. Una pregunta que pone el dedo en la llaga de la matanza de los Estados Unidos en Japón y que, comprensiblemente, ha hecho que estadounidenses y patriotas extranjeros hayan puesto el grito en el cielo. Una vez más, matar nazis es divertido porque son malos, pero eso de recordar las masacres del ejército de los buenos mola poco o nada. 

 

En definitiva, MachineGames ha creado un producto brillante con algunos fallos de los que os hablaré mañana, pero que sabe criticar la historia a base de ocultar estas críticas y endosársela al ejército a aniquilar. Por un lado ofrece lo que el público masivo quiere: una justificación tan tonta y válida como cualquier otra para matar nazis de diversas, divertidas y sangrientas formas. Por otro, profundiza para quienes quieran profundizar en la naturaleza del alma humana y en el autoconsuelo de justificaciones tan vacías como la superioridad moral, el bien colectivo o 'la paz'. Una decisión poco popular que le está valiendo críticas, pero que me parece valiente y necesaria en el catálogo de la industria. 

 

¡Nos leemos!


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