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Wii U, viva y muerta

Cancelada o no, la situación de Wii U es un reflejo del nuevo mercado
Por Dayo

En 2015, Konami se despidió por todo lo alto mintiendo y lanzando evasivas sobre la situación de Hideo Kojima, uno de sus empleados más importantes y probablemente el único remanente notable de su tan distante edad dorada. Frente a la oleada de artículos y declaraciones anunciando que el desarrollador había abandonado la compañía, la empresa no dejó nunca de insistir en que no, que estaba de vacaciones, que Metal Gear Solid V era un juego maravilloso y todo iría bien. Es importante recordar esto ahora que Nintendo ha salido a negar el informe de Nikkei (via GamesIndustry International), un importante periódico japonés, en el que se asegura la gran N dejará de producir Wii U este mismo año. Según la traducción de Serkan Toto, analista de Kantan Games, esto se debía a que la multinacional anunciaría su nueva consola, la NX, y abandonaría la producción de su actual consola de nueva generación debido a su pobre rendimiento. Nintendo ha tardado tan sólo unas horas en responder: “Nuestra compañía no ha hecho este anuncio”, aseguran. “Está previsto que la producción continúe desde el próximo trimestre y en adelante”. Sin embargo, y como el propio Brian Ashcraft, de Kotaku, recuerda, esta no sería la primera vez que Nintendo negase un informe que luego resulta ser cierto.

 

Y la verdad, entiendo la actitud de Nintendo.

 

La cuestión, cuando uno se enfrenta a controversias de este tipo, es que ninguna respuesta puede librarte por completo de tus problemas. Cuando se acusa a un político de corrupción, lo habitual es que este lo niegue, pero no porque sea mentira sino porque salir a la palestra y decir “así es, es cierto” es peor aún. Los de Nintendo no son unos corruptos, al menos que se sepa, pero si confirmasen el informe de Nikkei se encontrarían en una situación similar: la gente perdería la confianza en ellos, las ventas de Wii U, ya de por sí bajas, notarían un descenso, el valor de sus acciones se vería reducido y etcétera, etcétera. Esto no es algo que se puedan permitir, menos aún con Pokkén Tournament recién salido al mercado y el nuevo Starfox en el hangar. Lo último que necesitan desde Nintendo es otro motivo para que la gente decida no comprar una Wii U y por eso, pase lo que pase, sea verdad o mentira este informe, tienen que dar una imagen de estabilidad.

 

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Sin embargo, creo en lo que dice Nikkei. Wii U ha sido una consola poco agraciada, y con 12.6 millones de unidades vendidas, tiene el desgraciado honor de ser la consola, ya sea portátil o de sobremesa, que peor ha vendido en la historia de Nintendo. La medalla antes pertenecía a Gamecube, con 21.74 millones de unidades, pero a cambio supo compensar con 208.57 millones de copias de software vendidas. En comparación, según cifras de la propia compañía, a finales de 2015 Wii U había alcanzado las 79.3 millones de copias de software. Es una fracción de las ventas de Gamecube, que hasta ahora ocupaba el puesto más bajo tanto a nivel de hardware como de software, y la muestra de que Wii U no ha sido un bache, sino un absoluto fracaso en el historial de una compañía acostumbrada al éxito. Lo normal sería que dejasen de intentarlo e hicieran tabula rasa con NX.

 

Wii U no merecía esto y no es totalmente responsable de su situación. De no ser por mi hermano, no tendría la consola porque Wii me había desilusionado. La consola de sobremesa más exitosa de Nintendo trajo una promesa que no supo cumplir: la de videojuegos innovadores, controles inmersivos, el sello de calidad e inventiva Nintendo. La historia fue otra, y la plataforma se convirtió en un pozo de shovelware, adaptaciones de películas hechas sin esfuerzo, juegos para nichos que seguramente no estuvieran interesados en su propuesta. Reaccioné al anuncio de Wii U con escepticismo y tenía pensado esperar a que la consola demostrase no repetir los errores de su antecesora. Al final resulta que me equivocaba, pero este es sólo el primero de muchos problemas que impidieron que Wii U destacase, empezando por el ridículo nombre, uno que nos hizo pensar a muchos que más que una nueva consola, era sólo un mando que se enganchaba a la Wii para jugar a títulos exclusivos. El nulo apoyo de los estudios third party, la tecnología años por detrás de la competencia, el mando de batería corta y diseño espantoso, la mala comunicación a la hora de transmitir su apoyo hacia los indiesWii U estaba destinada a fracasar antes de que empezase la guerra. Y este es el problema de otra consola: Xbox One.

 

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No tengo una Xbox One, pero no creo equivocarme si digo que no estoy solo al haber comprado PlayStation 4 como voto de castigo tras las muchas meteduras de pata con el infame always on. Han pasado más de dos años y cada vez veo menos motivos para comprarme una. Microsoft entiende que su situación frente a Sony es mala: a principios de 2016, PlayStation 4 había vendido casi 36 millones de unidades, mientras que la última estimación que se hizo con Xbox One, informa International Business Times, rondaba los 15 millones. Microsoft ya ha anunciado que no informará sobre cuántas consolas se han vendido, pero dudo que la cifra haya cambiado de forma espectacular, más aún cuando la compañía parece haberla abandonado en pos de una filosofía Apple de plataformas interconectadas. La diferencia, sin embargo, es que Nintendo puede hacer una nueva consola y lavarse las manos, pero si a Microsoft se le ocurre salir este E3 con una nueva Xbox, se le viene el mundo encima.

 

Si algo hemos aprendido de Apple es que no importa qué producto vendas sino tu estrategia de marketing. La octava generación ya no es la nueva; este 2016 se cumplirá el tercer año desde que Xbox One y PlayStation 4 salieron al mercado, y la situación no podría distar más de lo habitual. Esto ya no es una guerra de consolas. Sony ha ganado y, a estas alturas, cuesta ver cómo alguien podría equilibrar la balanza. No es una cuestión de supremacía en el mercado sino de hacer control de daños, mantenerse mientras se pueda, impedir que todos aquellos que hablan sobre la muerte de la consola y el alzamiento del smartphone tengan razón. Y todo esto ha ocurrido antes de que se diera el pistoletazo de salida. Wii U no tenía una oportunidad. Xbox One tenía al público en su contra. El mercado ha cambiado, escucha y se adapta. Esto es más que una consola con pocas ventas: es la señal de una ruptura en la comunicación con el público. Quizá NX restaure la vieja gloria de Nintendo, pero tiene mucho que demostrar a un público paciente, con muchas distracciones y muchas formas de jugar a videojuegos. Vivimos tiempos interesantes. Tiempos de redes sociales y blogueo, de alternativas y compradores con ataques de consciencia súbitos. 


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