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Volverá la cultura de la recreativa?

En Estados Unidos abogan por ello
Por Jaume Esteve Gutiérrez

Leo en Polygon que un visionario, en Austin, ha decidido poner en marcha una sala recreativa tirando de clásicos para resucitar el viejo espíritu del salón recreativo. Una cultura que, desaparecida y enterrada, muchos echamos de menos.

 

Darren Spohn es el nombre del responsable y Pinballz Arcade el de su negocio. El amigo Spohn asegura que si las salas recreativas se han ido al garete ha sido porque no se ha sabido conjugar el factor empresarial con el lúdico. Pone como ejemplo los diferentes paquetes que ofrece su salón: alquiler de máquinas, suscripciones, descuentos por partida... Y lo adereza con una colección que cuenta con un Street Fighter 2, un Galaga, un Batman o un Star Wars.

 

Más allá de que Estados Unidos tenga una cultura de recreativa que aquí nunca cataremos, me parece interesante este auge que vivimos en los últimos tiempos por la cultura del arcade. Sin ir más lejos, hace nada que se ha estrenado Rompe Ralph! y podemos encontrar un pequeño comercio dedicado a la fabricación de máquinas recreativas para su uso en casa.

 

Es más, hace unos días, hablando sobre los tiempos de Dreamcast y discutiendo sobre las causas por las que la máquina de SEGA se dio una castaña, salió a relucir ese componente tan arcade que tenía la consola y que, posiblemente, jugó en su contra en un momento en el que explotaba PS2 y, con ella, se ponía la tecnología del salón de barrio directamente en el salón de casa.

 

Llegado el momento en el que cualquiera podía tener una recreativa en casa, el hecho de tener que pagar un dineral por un juego de partidas cortas y escasa profundidad, concepción de la que bebía mucho Dreamcast, se hizo insostenible para una gran parte del público, que la rechazó de plano.

 

Estas cosas sólo suceden en un salón recreativo (o en un torneo de lucha, claro).

 

Con la llegada de PS2 y, sobre todo, con la irrupción del juego online se dio la puntilla al salón recreativo tradicional, que lucha a duras penas para mantenerse bajo un formato de ocio familiar. Y es una pena, porque si hay algo que ha desaparecido para siempre es la magia que se vivía en ocasiones en la sala de tu barrio cuando algún profesional del videojuego lo partía mucho en algún juego. Ese semicírculo de gente apelotonada frente a la pantalla, esos vítores, esa sensación de estar viendo niveles de un juego vetados a los mortales en una época en la que Youtube no existía y no había forma de acceder a esas pantallas... Todo eso se ha perdido.

 

Pero, por otro lado, parece existir un resurgimiento de la cultura del arcade dentro del propio videojuego, quizá como una respuesta de la generación que en su día enterró a la recreativa y que hoy no tiene tiempo para echarle setenta horas a un Skyrim. Se puede apreciar en el boom del juego para móviles que bebe claramente de esa filosofía como también lo hace cualquier modo multijugador de un videojuego AAA, basado en partidas cortas con las que matar el gusanillo de manera instantánea. Si pudiésemos recuperar la magia del salón para trasladarla a casa ya tendríamos el paquete completo para recuperar ese espíritu.


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