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Volver a creer en Assassin´s Creed gracias a Black Flag

Por qué vuelve a merecer la pena
Por Víctor Junquera

El paso del tiempo no ha sentado nada bien a Assassin's Creed III. Del hype inicial a ir descubriendo las nuevas formas de explorar la frontera y las grandes ciudades grises norteamericanas se pasó a hablar sólo de un desarrollo aburrido, de un mundo gigantesco sin nada que hacer y con un medio de transporte lento, de la infinidad de bugs que asediaban al juego,... Y por supuesto, del final, de cómo matar lo interesante que había sido la trama de Desmond en cuestión de minutos.

 

Por eso, muchos no quieren ni oír hablar de Assassin's Creed IV: Black Flag, y la mala primera impresión de un juego que parecía aprovecharse sólo del motor gráfico de AC3 y del gran acierto que supusieron las batallas navales. Pero por todo lo que hemos visto, Black Flag será mucho más que eso, y lo único malo del título será el estar atado a Assassin's Creed para destacar, algo que podrían haber hecho de igual modo con una promoción adecuada como la de Watch Dogs. Incluso hay miedo de que ambos sandbox se solapen, pero no hay por qué preocuparse. Assassin's Creed sigue siendo diferente a todo lo demás.

 

Tras jugar largo y tendido en la Gamescom con la buena compañía de uno de los desarrolladores del juego en la que se nos ha asegurado que el juego ha aprendido mucho de la trayectoria de la saga, nos da la impresión de que es todo lo que Ubisoft lleva queriendo hacer durante toda la generación, un compendio de todas las virtudes de sus mundos abiertos, aderezadas con un poco más. El mundo de Far Cry 3 con una extensión mayor aún que la de Assassin's Creed III, lleno de misiones y recompensas esperándonos, con un protagonista que intenta ser más como una versión más peligrosa y amenazante de Ezio que como un Connor venido a más.

 

 

Y hay muchas novedades, como en cada título de la saga, pero sabemos que aquellas partes de defensa del castillo de Revelations no iban a ninguna parte, que las mecánicas de caza de AC3 no eran necesarias ni interesantes,... Y ahora todo tiene que ver con recompensas y mejoras, con nuevo equipamiento para el Jackdaw y para el propio Edward Kenway, pirata y asesino a partes iguales.

 

Enviar asesinos a hacer contratos ahora es enviar a miembros de tu flota, algo que mejoramos capturando fuertes enemigos o participando en actividades secundarias de taberna, y aquí las recompensas son algo realmente tangible e importante, no una simple acumulación de materiales que no va a ninguna parte. Más novedades llegan bajo el agua. De un Altaïr que no sabía nadar a un Connor que casi no lo necesitaba, llegamos a un nuevo asesino capaz de bucear para acceder a nuevas cuevas o a tesoros submarinos, por supuesto, teniendo en cuenta que bajo el mar también hay que ser sigiloso para evitar a la fauna tropical. Los tiburones son más letales que los guardias de los tejados, y los corales y las ruinas de los barcos hundidos sirven tan bien de refugio como los montones de paja. Pero no hay que desmerecer a estos soldados, que ahora apuntan mejor que nunca y defienden los tejados de las ciudades con fiereza para obligarnos a mezclarnos entre la gente y que no todo sea un paseo dando saltitos.

 

Y la exploración sin cargas, y la variedad de ambientaciones en ciudades como Kingston, Nassau y La Habana, y formar una banda pirata que cante al pulsar un botón mientras llevas el barco,... Assassin's Creed IV: Black Flag tiene, por el momento, muchas más virtudes que defectos tras una hora de juego pudiendo probar de todo un poco. Ahora sólo falta saber si durante toda la vida útil del juego mientras avanzamos desarrollando su trama principal, todas esas virtudes saben mantenerse. Pero la verdad es que, de momento, y por mucho que duela, volvemos a creer en Assassin's Creed.


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