Videojuegos sin fronteras

Ahora que se acerca la Navidad, me gusta pensar en cosas buenas, y más aún que con todo lo que tenemos encima conviene compensar todos y cada uno de los torrentes de negatividad que nos acechan día a día. Enfocando este empujón de optimismo que me doy a mí mismo, me acuerdo de algo que hice el pasado año aproximadamente por estas fechas, donde me dirigí a los Estados Unidos en pos de divulgar el videojuego español por tierras americanas.

Todo ello gracias a la asociación cultural ArsGames, de la que mi buen amigo Flavio Escribano es el fundador y uno de sus máximos responsables. Él, que hizo de brazo ejecutor a la hora de llevar a cabo el titánico proyecto de dar a conocer nuestra cultura del videojuego español a lo largo y ancho de todo el planeta, consiguió el apoyo fundamental del Instituto Cervantes, para convertir así el ciclo de conferencias y exposiciones Pasado y presente del Videojuego en Español en una realidad de la que disfrutaron propios y extraños allende los mares. A través de diversas ponencias y una muestra audiovisual interactiva itinerante con los videojuegos españoles como absolutos protagonistas, teníamos como objetivo llevar a cabo un exhaustivo repaso desde el mismísimo inicio de esta industria cultural y económica del sector en los 80 (empresas como Indescomp, Dinamic, Opera, Topo) hasta su situación actual (Mercury Steam, Novarama, FX Interactive, Zinkia).

Como no podía ser de otra manera, en este recorrido se hizo un detallado repaso a lo largo de todos los artistas, creadores y demás mentes pensantes que participaron en la edad de oro del software español, haciendo que los jóvenes -y no tan jóvenes- de todo el planeta pudieran disfrutar del código virtuoso de genios como Víctor Ruiz, Rafael Gómez o Paco Menéndez a la par que alucinaban en colores con las maravillosas ilustraciones de portadistas como Alfonso Azpiri o Luis Royo. Todo esto ya ha recorrido un buen puñado de países que quedaron sorprendidos por lo que se hacía y se hizo en España, dando así a entender que somos una potencia muy a tener en cuenta. Australia, Brasil, Filipinas, Irlanda, Marruecos, Polonia, Suecia... ellos han sido testigos del buen hacer del grupo ArsGames a la hora de llevar el ocio electrónico más castizo por todo el mundo. Y voto a bríos que se consigue... Yo mismo aluciné de medio a medio cuando, con diversión de por medio, daban igual los cómo, los por qué y los cuándo.

Me remonto a mi experiencia, concretamente en Albuquerque, idílico lugar que uno solo imagina en las series y películas estadounidenses. Tras las correspondientes charlas, donde mi compañero y un servidor hablábamos respectivamente acerca del presente y el pasado del videojuego, la máxima satisfacción nos alcanzaba cuando entregábamos a los chavales que asistían a nuestras exhibiciones el poder probar con propiedad aquellos clásicos de la era Spectrum. Llevamos también juegos de nuevo cuño -como Alien Spidy o el remake del clásico La Pulga- gozaban de bastante éxito entre el público, pero lo que de verdad me sorprendía era el comprobar cómo una jovencita estadounidense de unos quince años se había prendado de nuestro viejo Army Moves. La pobre no paraba de morir en la fase del puente, por lo que le pregunté si deseaba cambiar de juego... 'No, no, este me encanta', respondió sin un solo atisbo de frustración... más bien todo lo contrario. Mientras algunos estudiantes de español trataban de hacer sus pinitos con Don Quijote, otros tantos chicos se sorprendían ante la mítica manifestación jugable del añorado Paco Menéndez que era La Abadía del Crimen.

Imaginad: juegos con un cuarto de siglo de edad y que, de repente, se desprendían de cualquier etiqueta en términos de antigüedad o nacionalidad para, simple y llanamente, divertir a unos chavales que habían nacido bajo la estela de la presente generación de consolas. Cuando se contempla a toda una marabunta de muchachos pasárselo pipa con tan viejas glorias, la veterana jugabilidad de Army Moves, Profanation o Fernando Martín Basket Master se acaba traduciendo en algo mágico y arrolladoramente revelador. Una sorprendente experiencia que, desde luego, merecía la pena recordar. Y de paso, para que veáis que, de manera silenciosa y sin que salten por los mentideros más sonoros, hay quien trata de hacer por el software español sin por ello lanzar las campanas al vuelo.