Videojuegos olímpicos: dicotomía entre el sufrimiento y el aburrimiento
Olimpiadas de ayer y hoy

Hay que reconocerlo: los videojuegos basados en los eventos olímpicos no son productos precisamente de éxito. Dejando de lado lo efímero de su productividad comercial -apenas van más allá de las olimpiadas de turno-, el atractivo que suscita entre los usuarios de videojuegos es verdaderamente escaso, máxime si lo comparamos con aquellos títulos especializados en una única disciplina deportiva.
La última prueba de ello es London 2012, programa lanzado por Sega que, todo hay que decirlo, resulta en sí un compendio más que aceptable de pruebas muy interesantes de jugar. Sin embargo, se mueve a cuentagotas de las estanterías de las tiendas, mientras que en otros tiempos, los juegos de atletismo y demás variantes olímpicas llegaban a ser auténticos números uno, fuese el sistema que fuese. Y, a opinión del que esto suscribe, todo se basa en el sentimiento deportivo en sí. Me explico…
Jugar una partida al citado London 2012 (y, por ende, a parientes como Beijin 2008, Vancouver 2010 e incluso los juegos de Mario & Sonic en los Juegos Olímpicos) es ponerse frente a una sucesión de ejercicios rítmicos que en absoluto crean la sensación de esfuerzo y sacrificio deportivo. Como ya se implantara hace no pocos años con los primeros lanzamientos olímpicos para los compatibles PC de la era VGA, la mayoría de las pruebas incluidas en estos títulos se debaten entre los no siempre apreciados quick time events y una anodina mecánica consistente en mantener el ritmo de nuestros movimientos.
¿Conclusión? Luchar para llegar a la meta o, simplemente, conseguir el mínimo requerido para acceder a la siguiente prueba debería ser poco menos que un objetivo accesorio, pero en las olimpiadas virtuales de hoy día se queda en un mero trámite para la finalización del programa. Si bien se llegan a incluir todo tipo de tablas en línea y demás, el reto parece no tener la más mínima importancia… Y no lo digo por experiencia, ya que simplemente podría ser un pensamiento subjetivo y ya está: los números hablan, y el desarrollo de estas licencias deportivas se libra in extremis de no ser viables gracias a unos costes de desarrollo relativamente baratos.
¿Y por qué antes eran un éxito? Para ello, hay que remontarse un buen puñado de años… concretamente a principios de la década de los ochenta. Ahí es cuando veía la luz el genial Track & Field de Konami, versionado en la época hasta la saciedad para llegar desde las máquinas recreativas a los ordenadores de ocho bits. Hyper Sports hizo lo propio, y Activision no tardó en copiar a la compañía nipona gracias a un David Crane que lo bordó con su espectacular Decathlon. Números uno también fueron los títulos basados en Daley Thompson (por parte de Ocean), el arcade de SNK Gold Medalist o los diversos ejercicios deportivos de Epyx (desde los extravagantes World Games o California Games hasta llegar al majestuoso The Games Summer Edition).
El denominador común de todos estos míticos nombres es el del esfuerzo que requería cada prueba para ser superada. El hoy denostado machaqueo de botones (por desgracia demasiado poco sofisticado para los tiempos que corren) hacía que el usuario sudara la gota gorda hasta para alcanzar el tiempo mínimo exigido en pos de pasar a la siguiente prueba. Lograr un récord mundial era todo un hito, y aguantar los 1500 metros lisos de, por ejemplo, Track & Field era una auténtica tortura que acababa con el jugador sudando y con la mano completamente dormida por agotamiento.
Mecánicas que pueden antojarse como jurásicas, y sin embargo conseguían que los juegos estuvieses una y otra vez dentro del sistema de turno, amén de que llegaban a alcanzar en las tiendas cifras de venta ciertamente mareantes. El secreto estaba ahí: el que más corría era el más rápido con los dedos, el que más puntería tenía era porque realmente era preciso, el que más aguantaba en carrera era porque, simple y llanamente, tenía más resistencia. Las gotas de sudor caían sobre los castigados teclados, pero, a nivel olímpico, estaba más que claro que, electrónicamente hablando, eran tiempos mejores.


Esas pulsaciones de los botones a lo loco que solían desencadenar en manos totalmente inservibles durante los siguientes minutos, la tensión de conseguir clasificarte para la próxima prueba, sin duda para mi esta un listón por encima de todos los otros juegos que le siguieron.
De pequeño también solia jugar al Track y field, que recuerdos...
Voy a ver si lo encuentro por internet para volver a jugarlo, tengo ganas.
Son productos de bajo coste y de ventas muy fuertes durante los días que dure la competición. Y si los siguen lanzando al mercado es porque ganan mucha pasta con ellos.
Otra historia es que sean videojuegos de dudosa calidad.
Pero en particular los de las olimpiadas son no malos, sino peores, el único rival que compite por el trono a los juegos más cutres sería los juegos basados en películas/series.