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Videojuegos como ocio y evasión: Es peligroso esquivar la realidad

¿Haciendo amigos?
Por Rafa del Río

Ya hemos hablado del videojuego como herramienta de educación, como forma de lenguaje, como terapia y, por supuesto, como fruto del arte y la cultura. Sin embargo, junto a toda esta diatriba -que no por pedante y revolucionaria deja de ser menos cierta- tenemos otras formulaciones del videojuego, más afines a su conceptualización clásica como herramientas de ocio y, por supuesto, evasión. 

 

¿Demasiado pedante?

Pues sí, probablemente. Perdonad el tono académico, estoy tratando de ajustarme tras toda una semana en off. A ver si a lo largo de los sguiente párrafos podemos arreglar esto.  Y ahora... ¿por dónde iba? Ah, sí, la concepción del videojuego y su naturaleza como mera herramienta de ocio.

 

Ya habíamos quedado en que una vez pasada la fase de Turing con sus pinitos computacionales y entrando en la era Baer/Nolan, los videojuegos tuvieron un segundo nacimiento como simples formas de diversión más allá del intento de simulación espacial de Spacewar! El mercado, que tonto no era ni ha sido nunca, descubrió que el nuevo perfil recién nacido de videojugador estaba dispuesto a dejarse las monedas a la orden de 'insert coin' en los cajetines de las máquinas arcade, y poco después la llegada de las consolas de la mano de Nolan y Baer demostraron que 'la diversión podía continuar en casa'. 

 

Los videojuegos se invistieron a sí mismos como la forma de diversión del siglo XX, y con el paso de los años y la obvia evolución de los sistemas de entretenimiento fueron avanzando al ganar en complejidad pero sin perder esa dimensión de ocio que los haría grandes. Así, tal y como el cine evolucionó su forma de entretenimiento pasando de ver a un tipo gordo recibiendo bofetadas de otro más delgado a acompañar a 007 en una misión al servicio de su majestad; mientras los dibujos animados evolucionaban de esos animalitos martirizados por otros animalitos más pequeños a pequeñas historias independientes que iban más allá del porrazo y se acabó, los videojuegos hicieron lo mismo y así pasamos de Ping-Pong a Resident Evil, de Street Fighter a Grand Theft Auto, o de Sabrewulf a Far Cry 4.

 

 

Evasión o victoria

Pero los videojuegos, como cualquier otra forma de ocio y entretenimiento, conllevan también un alto componente de evasión. Al principio la evasión de los videojuegos era mecánica, un simple botoneo en el que la repetición de las rutinas premarcadas desataban en el videojugador un estado zen de concentración en el que las formas se ralentizaban y eramos capaces de enfrentarnos al juego de tú a tu. 

 

Luego el juego evolucionó, y la evasión pasó a tomar un componente más... 'espiritual' a falta de un término mejor. El ansia de saber qué nueva pantalla se encontraba detrás de esa puerta cerrada, la obsesión por terminar una historia, la curiosidad por conocer los secretos en un escenario o el pique por lograr la próxima mejora convirtieron los videojuegos en un terreno abonado en el que olvidar los problemas diarios y evadirnos de la a veces cruel realidad. 

 

Esto no era nada nuevo. La literatura lo había descubierto con los relatos, la radio con los folletines radiofónicos y la televisión y el cine con el cine de acción y el peliculeo romántico. Don Quijote de La Mancha, La Rosa Púrpura del Cairo, Sigue Soñando... El ocio se convierte en un aliado tremendo en el que abandonar nuestras vidas y convertirnos en algo que nunca llegaremos a ser mientras no despeguemos la cara del televisor, el libro, el campo de fútbol o el dado de rol.

 

 

Los peligros de evadir la realidad

Hace poco, a principios de Navidad, visité la vieja casa de mis padres en Cádiz. os acordaréis, os di bastante la brasa en esa semana y la calidad de mis artículos decayó bastante, al ritmo que aumentaba mi consumo de coñac bueno del mueble bar del viejo. Calidad de redacción a un lado, encontrarme de nuevo en la habitación que habité de pequeño es siempre una sensación agridulce. Una mezcla de remordimientos, éxitos, frustración y 'pupa' por todos los malos momentos, los logros, las decepciones y la puñetera manía de evadirme a los mandos de una consola para desconectar del mundo. Y es que ya lo decía Estopa: 'A veces, me fundiría con una Nintendo. A veces, me pasaría el día en punto muerto. Sólo cuando estamos a solas, mi consola y yo, sé lo que es olvidar'.

 

 

Una forma de evadirse, sí, pero una forma también de perder el día a día, de quedarte a solas con tu vicio, llámalo consola, llámalo alcohol, llámalo 'aquello que te bloquea, esa estupidez a la que te aferras aunque te impide avanzar en tu vida'. 

 

Este año... Estas vacaciones han sido cojonudas, pero han traido también sus rollos raros y una necesidad de reactivarme, de replantearme muchas cosas y de cambiar el chip. Uno está viejo y a veces pasa eso, que toca modificar tu visión del mundo si no quieres explotar con él o renunciar a algo muy querido. El viernes, cuando empezó el bajón por la vuelta al ruedo, por toda esta puta metamorfosis a lo Kafka para la que no sé si estoy preparado, mi cuerpo me pidió consola. me pidió Far Cry 4, me pidió Dragon Age, me pidió Disney Infinity... Y mi cabeza lo mandó a cagar, porque lo último que necesitas, a veces, es evadir la realidad y atontarte para no pensar. 

 

El yayo-consejo

Llegados a este punto, imagino que estaréis rallados. "¿Y a éste calvo que le pasa? ¿Nos está diciendo que dejemos de jugar videojuegos? ¿Es consciente de que si le hacemos caso se irá al paro? ¿Está borracho?". Nada más lejos de la realidad. He elegido hablar de esto porque sé que aunque el perfil de lector de Mundogamers es el de un tío con cabeza y con dos dedos de frente (alguna chica hay, también, que a esas la frente se les presupone), también sé que habrá más de uno y más de dos, que, como yo, se enfrenta ahora a un periodo cuesta arriba. Llámalo vuelta al insti o a la facultad, llámalo volver al trabajo a encontrarte con esa chica que nunca estará contigo, llámalo trabajo que no llega, despedirte otra vez de tus hijos en la puerta del cole o cualquiera que sea el pecado que el mundo comete contra vosotros.

 

A todos ellos, perseverad, tomaros el juego como un ocio, como un entretenimiento y no como un refugio. Por muchos buenos momentos que nos haya hecho vivir un videojuego, la felicidad, la Felicidad, no está en lo fácil ni en lo oportuno, si no en lo auténtico, aquello a lo que se llega con esfuerzo y perseverancia.

 

¡Nos leemos!  


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