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Vambrace: Cold Soul es un discípulo no muy aventajado de Darkest Dungeon

Pero difícil es un rato
Por Adrián Suárez Mouriño

Me tiré de cabeza a Vambrace: Cold Soul porque presumía de ser una interpretación del fabuloso Darkest Dungeon, solo que con diseños anime y una historia más elaborada. Todo esto es cierto. Este videojuego nos lleva a transitar mazmorras y más mazmorras, enfrentarnos a duros combates por turnos, recoger nuestro tesoro, volver al pueblo, recibir nueva información y volver de nuevo a la mazmorra que nos toque. Dependemos también de las fuerzas de nuestras unidades, hemos de reclutar nuevos guerreros y mejorar combate tras combate.

 

Aunque todo sobre el papel cumple con la propuesta, a la hora de hacernos con el juego no se llega al nivel de la obra que se emula. Sí, la historia no está nada mal. Encarnamos a un personaje con un guantalete que le permite llegar a lugares que otros no pueden, lo que se convierte en la clave para desenmarañar el resto de la trama. También hay un montón de muertes, peleas muy duras y hasta terror. Pero no está tan bien equilibrado como nos gustaría.

 

El principal problema reside en tres factores: una excesiva aleatoriedad que significa recibir mucho daño sin motivo, escasez de información que no sabe dirigirnos a un descubrimiento emocionante mediante una incertidumbre rica, y un combate al que le falta chicha y que se hace muy pesado al principio.

 

 

Vambrace: Cold Soul tiene un bucle de juego ya conocido y habitual en el género del mazmorreo duro: ve a una mazmorra, avanza un poquito y vuelve malherido y por patas a la base; cúrate y vuelve a empezar. Este loop es tedioso, pero Etrian Odyssey y el propio Darkest Dungeon lo hacen divertido porque saben explicarte cómo mejorar, cómo planificar y cómo progresar, pasito a pasito. Equilibran bien lo que no se sabe con lo que se va aprendiendo a medida que se juega. Eso engancha, enamora y te sabe sumergir de lleno en la aventura. Esta finura le falta a Vambrace. Omite información sin tener muy claro por qué lo hace, penaliza de manera injusta a veces y cuenta con demasiados eventos demasiado lesivos para nuestros personajes.

 

Además, su combate es torpón y demasiado reducido. En este tipo de juegos necesitamos sentir que jugamos al ajedrez. Al mínimo despiste podemos morir, por eso es preciso contar con fuerzas muy medidas, muy equilibradas y con las jugadas muy pensadas. Pero nuestras unidades tienen pocos recursos y no tenemos del todo claro su potencial hasta que ya las tenemos bastante rodadas.

 

Y este es el gran problema. Estos juegos tan difíciles y de avance tan engorroso solo funcionan cuando te sugieran opciones y posibilidades para facilitarlo poco a poco. Vambrace no logra dar con la tecla para lograrlo, por lo que pierde mucha fuerza con respecto a las fuentes en la que se inspira.

 

Sí tiene cosas buenas: un apartado artístico acertado, un mundo sugerente, llega con todos los textos en español y sí sabe rascar el picorcito que deja en la piel la falta de un buen sucesor de Darkest Dungeon; un ratito, al menos.


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