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Tropico 6 y su normalización de la corrupción política

Una muestra de nuestro tiempo
Por Álex Pareja

Cuando empiezas a jugar a Tropico 6, al inicio del siglo pasado, te extraña la manera en que el propio tutorial te enseña a gobernar tu propia isla. Primero por la normalización de la corrupción política, de la explotación de los trabajadores y de otras acciones de dudosa ética, y segundo porque eso sigue ocurriendo cien años después (en ocasiones con total impunidad en países desarrollados como España). Me ha fascinado al ser el primer título de la franquicia que puedo disfrutar en profundidad, puesto que el tono parte de la sátira pero deja en evidencia su crítica. 

 

En Tropico 6 volvemos a convertirnos en el máximo mandatario de un gobierno recién construido, con apenas unas decenas de ciudadanos a gobernar. Poco a poco, con nuestra gestión, podremos ir haciendo de nuestra isla un lugar más avanzado e incluso terminar transformándolo en una potencia mundial conforme avancen el tiempo y las diferentes eras que componen su historia. En todas ellas ese aire de corrupción permanece en el ambiente, concluyendo siempre que el camino más fácil para enriquecer al país, para enriquecerte a ti mismo y para progresar es el de la corrupción, la ilegalidad y los procesos moralmente discutibles. Si crees que vas a perder las próximas elecciones tienes tres opciones: tratar de mejorar como gobernante para conseguir el voto de los ciudadanos a disgusto, admitir tu derrota o tomar decisiones más drásticas, como prohibir directamente que ciertos ciudadanos puedan votar. Puedes convertirte fácilmente en un dictador opresivo. 

 

 

También se puede seguir el camino del bien, por supuesto, y Tropico 6 seguirá funcionando genialmente bien como gestor de ciudad y de gobierno. Pero me parece tremendamente curioso cómo el juego sabe plantear tan bien estas cuestiones que no nos son tan ajenas, de cómo al final los ciudadanos no dejan de ser simples números para la economía o para los votos, de cómo se segmentan sus pensamientos políticos e ideológicos en un papel, de cómo ser un buen gobernador se basa en hacer malabares para contentar a todos y, en definitiva, de lo alejado que está en realidad de la meta máxima para la que el cargo está pensado: hacer del país un lugar mejor para sus ciudadanos en todos los aspectos. 

 

Promesas incumplidas, sobornos para conseguir votos, explotaciones a los trabajadores de las fábricas para conseguir un acuerdo comercial exitoso, pactos deshonrosos con otros países o dictadores, explotación de recursos naturales, mirar para otro lado en cuanto a la contaminación se refiere... Tropico 6 plantea muy bien (quizás demasiado) lo que es ser un político del siglo pasado y del actual, tratando a los ciudadanos como se merecen o convirtiéndolos en simple ganado que sirve a nuestros propósitos, en un tono humorístico pero crítico. La única diferencia es que cuando lo hacemos en el videojuego se trata de pura ficción y lo horrible llega cuando sabes que hay indeseables que lo practican ferozmente sin que les importe lo más mínimo el bienestar de otros seres humanos de verdad. Venid a mi isla, prometo que os trataré bien a cambio de vuestro voto...


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