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Trillion: God of Destruction y su primer combate

Un mundo que gira en torno al enemigo
Por Adrián Suárez Mouriño

Miyamoto solía decir que los 30 primeros minutos son esenciales para cualquier videojuego, en ellos uno se siente atrapado, o no, por su propuesta jugable. Sin embargo, es complicado encontrar títulos en los que esa primera media hora sea realmente apasionante. El problema suelen ser unos tutoriales aburridísimos, algunos que incluso sienten la necesidad de explicarnos cómo emplear la cámara para mirar hacia arriba.

 

Pero estamos ya muy acostumbrados a los tutoriales terribles, aunque por fortuna estos van incorporándose de manera natural al desarrollo del videojuego sin ser una molesta cosa aparte. El problema ahora suele ser otro: el horrible y aburrido primer combate de un videojuego.

 

Esta primera pugna se presenta para que el jugador entienda los pormenores del juego. Se puede presentar de manera terrible, de manera fantástica, como hace Kingdom Hearts al enfrentar a Leon y a Sora, Dark Souls e incluso a medias, como en Trillion: God of Destruction . En el videojuego de Square Enix podemos ganar o perder esa pelea iniciática, cambiando ligeramente lo que ocurre después, ganando un poco de leveleo extra y hasta objetos. En Trillion: God of Destruction y en Dark Souls se nos enfrenta contra un rival al que no podemos ganar.

 

 

En el videojuego de NIS para PS3 y PSVita se nos pone frente a frente contra el Dios de la Destrucción con nuestras habilidades tal y como son al inicio del juego, al hacerlo así comprendemos que aún nos queda mucho por aprender, muchos niveles por subir y mucho juego por jugar. En Trillion tiene mucho sentido que se haga así, porque el juego entero se basa en resistir los ataques del monstruo que le pone nombre al título, y contra el que sucumbimos al inicio para resucitar con una segunda oportunidad. Nos sitia y tenemos que mejorar para derrotarlo al final.

 

Así, este primer combate cumple con lo dictado con Miyamoto, con que esa media hora sea emocionante, nos rete y afile nuestras cualidades; pero claro, hay un miedo atroz a que el jugador se sienta abrumado nada más comenzar su partida, a que pierda con el juego recién iniciado en la consola y lo deje para siempre. Para buscar un ejemplo a esto, tenemos que regresar a Trillion: God of Destruction, y es que en él, ese combate contra el gran boss que nos mata no es la primera batalla, sino la segunda. Antes se añade una batalla que dura unos pequeños segundos y que, de nuevo, rompe con la tensión que se necesita al iniciar un videojuego, esos 30 minutos de Miyamoto. Por eso decía al principio que lo hacía bien a medias.

 

Menciono a Trillion: God of Destruction tantas veces porque es curioso que haga tantas cosas bien en lo que se refiere a mantener el interés a sus inicios, pero también se imponga esa timidez o vergüenza por matar o retar al jugador nada más empezar. Consigue salvar la papeleta, pero también me ha hecho pensar en lo que se necesitan videojuegos que no tengan miedo de ponernos a prueba, desde los títulos de crédito y con la emoción de jugar siempre activa. Eso se consigue con la primera batalla a la que nos enfrenta el juego, esa es la que nos revela cómo el videojuego entiende al jugador.


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