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The Turing Test o cómo NO hacer un buen juego de puzzles

Gracias por el intento pero no
Por Rafa del Río

Le tenía ganas a The Turing Test, la propuesta de Bulkhead Interactive que prometía puzzles complejos en un universo ciencio-ficticio que aspiraba a beber de los mejores. Desgraciadamente el resultado, gratis este mes con Xbox Live Gold para mi Xbox One y disponible también en PC y PS4, me ha decepcionado. Y mucho. The Turing Test es bonito y pretencioso, tiene alma de regalado y es excesivamente flexible en la dificultad de sus puzzles, lo que acaba por desanimar a quienes buscan un reto firme en sus entresijos. 

 

La naturaleza del yo consciente

The Turing Test parte del trabajo del biólogo y matemático Alan Turing y su labor como padre de la inteligencia artificial. El juego no miente con su título, aunque no le haga justo homenaje, y hace circular su historia alrededor del concepto del test de Turing, una prueba mediante la cual un juez humano debe mantener 'una conversación educada' con un ser humano y un ordenador. ¿El objetivo? Descubrir si un determinado programa es capaz de emular el comportamiento humano en una conversación. 

 

Lo que empieza siendo una simple puesta en escena de una mera prueba comercial, casi utópica en los tiempos del propio Turing, termina por meterse en senderos metafísicos ya abiertos en su momento por John Searley y Roger Penrose con su experimento de La Habitación China -sí, sí, como la Chinese Room de Dear Esther-. El resultado final es un giro de tuerca a la importancia del yo consciente que ya en su momento René Descartes desbarataba con el clásico adagio Dubito Ergo Sum. Pero que todo este baile de nombres e influencias no os maree, toda esta profundidad metafísica acaba por reducirse a un retorcido giro de tuerca a la filosofía de Terminator o Mátrix, lejos, muy lejos de películas como Electric Dreams o novelas como 2001: Una Odisea Espacial.

 

chinese room

 

Ground Control to Major TOM

The Turing Test nos pone en la piel de Ava, una ingeniera recién despertada de la criogenización que debe viajar a una estación planetaria para descubrir qué ha sucedido con el equipo científico, con el que han perdido contacto. Desde el princpio la obsesión del juego por demostrar que sus desarrolladores saben mucho de ciencia ficción resulta agotadora. Menciones que van desde el trabajo de Arthur C. Clarke e Isaac Asimov a estudios como los mencionados de John Searle y Alan Turing, con mención especial a Iván Pávlov e incluso la canción Space Oddity del gran David Bowie.  

 

Lejos de completar el espíritu del juego, las constantes alusiones -forzadas e integradas con la misma sutileza que una patada en la entrepierna con unas botas camperas- acaban por sacarte del juego e incluso mosquear un poco al jugador que esté minimamente en contacto con el género. Por si esto fuera poco, la misión, investigar lo ocurrido, se limita a realizar una serie de puzzles en ráfagas de diez que nos llevan de un lado a otro en una versión muy liviana de Portals y que dan como resultado que en apenas dos pantallas ya preveas por dónde van los tiros en el juego. 

 

turing test 3

 

Finalmente tenemos unos puzzles que están a años luz del trabajo de Tom Jubert para Croteam -el nombre del estudio sí que es un guiño y un homenaje cojonudo- y que destapó la caja de pandora con su excelente The Talos Principle. En The Turing Test los puzzles tratan de ser, 'sutilmente', una prueba a nuestra condición humana y nuestro condicionamiento, pero se queda lejos, muy lejos, de la genialidad de otros juegos del género siendo, al final, una serie de rutinas sistemáticas que hasta una batidora podría realizar con un mínimo de atención y sin despeinarse.  

 

The Turing Test podría haber sido un gran juego, pero al final se queda en una experiencia curiosa que sin duda gustará a muchos, pero que por aquí al menos ha convencido poco. Puzzles sencillos, un motor de investigación cortito, que casi se limita a leer notas de una obviedad pasmosa en varias PDAs y un TOM que pretende ser HAL 9000 y en momentos recuerda más bien a Holly, la IA de Red Dwarf. Un conjunto en fin que no logra ni rozar el objetivo impuesto y que acaba por sorprender poco o nada con una historia que va perdiendo profundidad a cada minuto que pasa.

 

¡Nos leemos! 


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