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The Order: 1886, donde los ladrillos son más listos...

...que las personas que nos disparan
Por Adrián Suárez Mouriño

Este fin de semana me hice con The Order 1886. Estaba baratito y los videojuegos de tiros con coberturas y monstruos siempre son divertidos; The Order 1886 lo es. De todo el conjunto destacan innegablemente sus gráficos, con una calidad y un mimo por el detalle sobresaliente. Es un placer ver cómo cada material que compone cada pared está bien puesto en su sitio y cumpliendo con inteligencia su función; luego vienen todas las personas que pueblan las zonas y ese mimo se va al traste.

 

El mayor problema de The Order: 1886 es que un ladrillo es más listo que una persona. Cada ladrillo sabe lo que hace y se comporta como un ladrillo. El jugador puede ver la argamasa que cubre su junta, cómo se ordenan las llagas y los tendeles del muro y cómo el polvo y el tiempo ha afectado a su estabilidad; te lo crees, un ladrillo se comporta como un ladrillo, pero una persona no se comporta como una persona.

 

Los masillas (guiño a los Power Rangers para los jovenzuelos) que te cargas en The Order siguen siendo masillas, chusma, robots sin cabeza. No se organizan, no piensan, desean morir. Yo sé que ese ladrillo desea ser parte de una pared, es su naturaleza, pero no me creo que ese hombre quiera vivir por su condición de ser vivo o eliminarme por ser mi enemigo.

 

 

Este es el problema y la responsabilidad de los graficazos. Adoro poder introducirme en lugares tremendamente detallados y con un ambiente alucinante, pero quienes viven en ese ambiente tienen que tener el mismo grado de calidad. Si no va todo de la mano, el juego es un desastre e incluso esos mismos acabados sensacionales acaban pareciendo pochos, por quienes corren por ellos. Por ello es mejor, si no se puede aplicar una buena IA o unas personas creíbles, alejar la cámara o rebajar el detalle a cambio de ampliar el de las personas. En Bloodoborne o The Witcher 3 todo parece creíble, pero porque el juego te deja ver lo que te deja ver, emplea triquiñuelas para que no puedas ver cómo le das algo a alguien, por ejemplo, para no perder la ilusión de que todo funciona bien.

 

The Order: 1886 tiene el problema de no saber recurrir a estos truquitos mostrándose, por lo tanto, un ladrillo como algo más inteligente que una persona. Eso sí, el juego es muy divertido, y lo disfrutas y te quedas bien, pero lo que le hace distinto o bueno se malogra.


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