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The Division nos condena a entendernos

Contento con ciertos aspectos de la Zona Oscura
Por Rafa del Río

Sigo jugando a The Division, y reconozco que cada vez estoy más contento con mi compra. El miedo de los primeros compases a lo reiterativo que pueda terminar resultando el juego pasa, y pronto, en cuanto empiezas a mezclar su jugabilidad en solitario con el encuentro con amigos y, por supuesto, su suculenta Zona Oscura

 

Ubisoft puede ser culpable de muchas cosas, pero con The Division y la ayuda de Massive parece que también pueden ser los afortunados responsables de otras muchas: Si la Zona Oscura ya me enamoró en su beta, en la versión final del juego me ha obligado a pedirle matrimonio. La Zona Oscura de The Division es tremendamente difícil. Tan difícil que debería decir que es, más bien, jodida. 

 

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Tonterías las justas

Después de jugar la beta me quedaron varias dudas acerca de la Zona Oscura: ¿Seguirá siendo un campo abierto en el que tender emboscadas a los novatos? ¿Seguirán los PNJs siendo poco más que monigotes de relleno? ¿Bajarían la dificultad?

 

Tras mis primeras cuatro horas de estancia en la zona mis temores desaparecieron: Los chicos de The Division lo han hecho realmente bien con la Zona Oscura. ¿El secreto? Una dificultad endiablada que te obliga a dejarte de pamplinas y colaborar con otros miembros de la agencia, sea en escudrón o por libre, si quieres medrar mínimamente en la parte más chunga de Manhattan. 

 

The Division no se anda con tonterías, y su Zona Oscura es, ahora más que nunca, Oscura. Nada más entrar os podéis dar de frente con un grupo de PNJs que os superen en varios niveles, y si esto os parece malo, también podéis encontraros con enemigos que son tan superiores a ti que no lucen número, sino esa calaverita tan maja que os recordará a The Witcher 3 y que significa 'olvídalo, chaval'. 

 

Pocas cosas hay más frustrantes que coger tu mejor arma, endilgarle un tiro perfecto entre ceja y ceja al malo de turno y descubrir, con asombro, que tu disparo no ha hecho ni la menor mella en su enorme barra de salud. Llega el momento de huír y corer por tu vida, aunque en realidad lo mismo te valdría tomarte una barrita de energía, porque estás muerto. Y lo sabes.

 

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Condenados a entendernos

En este estado de cosas, lo último que se te ocurre es dedicarte a la caza de novatos para amargarle la vida a los recién llegados a la entrada de la susodicha zona. Pronto te encontrarás montando un escuadrón con desconocidos para poder sobrevivir y, de paso, subir algunos niveles. La colaboración, llegados a este punto, es primordial, y lo mejor es que así lo entiende la gran mayoría de los jugadores, que no dudan en incluir una habilidad de sanación a compañeros aunque sólo sea por subir puntos de experiencia. 

 

Pero no me malinterpretéis: The Division no te obliga a ser sociable, pero sí que te anima a jugar en equipo, y esto es más que obvio cuando damos con otro escuadrón en nuestra caza de tesoros por la Zona Oscura. Atrás queda el recelo de la beta, y lo más normal es que el escuadrón se una al nuestro, aunque sólo sea por ver si podemos acabar de una vez por todas con uno de esos enemigos de las puñeteras calaveritas. 

 

Por supuesto el troleo, las emboscadas, la mala sangre y el jugador contra jugador sigue ahí, pero ahora lo hace en un clima de tensión que se ajusta mucho más a lo que pudimos ver en los primeros vídeos promocionales. En este sentido, ahora The Division se siente más realista y complejo. Nos anima a la colaboración, sí, pero también hace que las recompensas a la traición sean grandes, permite que el jugador sea el lobo solitario que sigue a los escuadrones para rapiñar los beneficios de su trabajo y, seguramente, un sin fin de cosas más que aún están por descubrir. 

 

¿En definitiva? La cosa promete... Y ya era hora de que fuera así. 

 

¡Nos leemos!


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