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Temas universales: Volvamos a jugar como niños

Y no, no hablo de una rayuela virtual
Por Rafa del Río

Lo reconozco: Cada vez que veo algo nuevo de No Man's Sky no puedo evitar acordarme de los viejos sobres de a peseta de MontaPlex. Los viejos sobres de a peseta -vale, en mis tiempos costaban ya 25 pesetas, que no soy tan viejo- eran unos sobres que se vendían años ha en quisocos y almacenillos de barrio en los que, a cambio de una peseta -o cinco, o venticinco, o cincuenta ya al final- nos encontrábamos con una moto coleccionable que debíamos montar nosotros mismos, un puñado de soldados de plástico, varios indios o vaqueros, un barco de pirata cutre con tripulación, dinosaurios, naves espaciales, marcianitos o cualquier otro complemento que nos ayudara a llevar al terreno de juego la lectura de la época.

 

Los sobres de a peseta molaban porque tenían todos los temas universales en su cutre formato de papel con dibujos a lo Boixcar y tipografías antigua de imprenta. Había monstruos, y criaturas, y animales, y cromos, y muñecas con sus respectivos cambios, había coches, y camiones, y vehículos de todo tipo, y naves, y submarinos, y maquinaria... Eran el equivalente castizo y jurásico de los huevos de Shenmue -los gachapones, quiero decir-, y aunque el corte fuera cutre y la factura, de pena, a los niños de la época nos ayudaban a soñar. 

 

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Volvamos a jugar como niños

Cuando escuché a los tipos de Hello Games hablar de No Man's Sky y ví ese estilo retro como de tintas antiguas que me enamoró desde el minuto cero, algo dentro de mí me hizo recordar con nostalgia esos tiempos. Los tiempos en los que soñaba con conquistar el espacio, surcar los siete mares con un parche en el ojo y un loro al hombro, luchar con los dinosaurios para salvar a una sexy cavernícola o ser un detective, un vampiro, el cazador del monstruo del Lago Nes o el conductor de una moto voladora del futuro. 

 

Me encanta el aspecto retro-futurista de No Man's Sky como me gustaba la idea detrás del fallido The Hunter: Primal. Y me encantaban no tanto por su aspecto como por ese regreso a las raices del sueño, del juego como forma de evasión en el que la imaginación prima por encima de todo lo demás. 

 

Sería bonito que la industria recuperara poco a poco esta intención yestos temas univerdsales y nos devolviera al campo de nuestra niñez como sólo en ocasiones algunos productos estrella consiguen. Me encanta Far Cry 4 porque soy un cazador como los de las pelis de los ochenta, me chifla GTA V porque es como volver a jugar a policías y ladrones, y perdono al Black Flag el ser un Assassin's porque, lo reconozco, lo pasé teta jugando a ser un pirata. 

 

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Calidad o diversión

Es obvio que ya no hay que hacer esta distinción, y eso es bueno. Mola que haya videojuegos que sean eso, videojuegos, con su propia política y su propio esquema, un sistema en el que Nintendo sigue siendo el Rey sobre la Tierra. Sin embargo, cuando los juegos optan a ser arte cinematográfico y abogan por rendir tributo a la literatura es el momento de ampliar esa cantera de la que todos quieren beber para añadir todo aquello que hemos perdido en el camino. 

 

Está bien ser el soldado que evita el apocalipsis nuclear, el miembro de un equipo de élite que captura a un terrorista o el chico que se convierte en superhéroe sin querer con una nueva filosofía que ya cansa a los creadores de Watchmen. Pero también está bien ser un tipo en un planeta perdido, un troglodita que sobrevive entre monstruos antediluvianos y un detective al que no se pueda tachar de Holmes, ¿Y los fantasmas? ¿Y los viejos monstruos clásicos?

 

Hay un campo enorme en el que escarvar en busca de nuevos temas, no todo son distopías steampunk y Londres victorianos, señores, que como esto siga así ya me veo a los descendientes de Orwell pidiendo royalties.  

 

¡Nos leemos!


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