1. Mundogamers
  2. Noticias

Super Nintendo: Mi primera vez

Llevarte a casa al cerebro de la bestia
Por Jaume Esteve Gutiérrez

El verano del 92 fue muy mítico. No voy a hablar de lo que supusieron los Juegos de Barcelona porque uno tenía nueve años y los recuerda así, así Pero aquel fue el verano que una Super Nintendo entró en casa.

 

No éramos tan fuckers como para tener la consola de buenas a primeras pero recuerdo que un amiguete de mi hermano se la había comprado. Y ya sabéis como eran las amistades adolescentes: que si déjame un disco, cambiamos unos juegos... O un, "oye, tío, si te vas de vacaciones déjame la consola que tú no la vas a tocar". Dicho y hecho, nos plantamos con una Super Nintendo en el salón de casa durante aquellos días de verano.

 

En aquellos días mi concepción del videojuego cambió para siempre. Hasta ese verano del 92 todo lo que había carado eran 8 bits. Os hablo de que tenía nueve años y llevaba desde que tenía uso de conciencia enganchado o a un MSX o a una Master System II, ambas de 8 bits. Plantéate esa cuestión ahora mismo y comprenderás mi enamoramiento a primera vista.

 

Mi oscuro objeto de deseo no era otro que Super Mario World. Nunca habíamos tenido un Mario en casa y las pocas veces que lo había probado en casa de amiguetes tampoco me había vuelto loco. Sí, un plataformas más como muchos que pueblan los 8 bits. El Mario 3, eso sí, no lo había olido. En aquella época no había dinero para todo.

 

Pero Super Mario World era otra cosa. No sabría por dónde comenzar. O sí, posiblemente por el impacto visual de Super Nintendo. Porque Super Mario World puede ser muchas cosas pero, sobre todo, es bonito. Muy bonito. Pero todo lo bueno se acaba y nos tocó devolver la consola. Esa Super Nintendo había hecho tanta mella que para las navidades del 92 sólo tenía un objetivo: "Papá, la quiero".

 

La espera la llevé lo mejor que pude. Esto es, con mucha paciencia y reventando los cabezales del VHS con aquel vídeo promocional de ERBE en el que te vendían lo SÚPER fabulosa que era: súper gráficos, súper sprites, súper colores, súper juegos... Todo era súper. La prueba la tenéis aquí debajo.

 

 

Pero si faltaba un elemento que me empujara a decidirme por aquella consola, las navidades del 92 me ofrecieron el golpe perfecto. Además de la Super Nintendo, el verano lo había pasado a hurtadillas en el bar Alaska, un garito a dos manzanas de casa donde nos reuníamos los amiguetes para darle muy duro al Street Fighter " —"estrit fichter", que decíamos—.

 

Ese Street Fighter llegó a Super Nintendo y lo hizo, por si fuera poco, con un súper pack (recordad, todo era súper) que juntaba la consola, Super Mario World y Street Fighter 2. El ansía fue tal que me compré un segundo mando semanas antes del 25 de diciembre y comencé a prácticar el famoso truco de la pantalla de carga ¡sin consola!

 

Por fin llegó el 25 de diciembre y recuerdo como si fuera ayer un detalle. La review de Hobby Consolas decía que el cartucho de Street Fighter 2 pesaba más de lo normal de lo que había costado meter ese monstruo ahí dentro. Lo puse en una mano. En la otra, Super Mario World. No noté ninguna diferencia. Ni falta que hacía. A la mañana siguiente, me levanté con un dolor de narices en el pulgar.


<< Anterior Siguiente >>