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Styx, cómo me recuerdas a Raziel

Y eso es bueno, ojo
Por Rafa del Río

Cyanide... Como tema de Metallica, bien; como compañía de videojuegos, mal. O al menos eso pensaba después de ese Of Orcs and Men que tanto prometía con su título y que se quedó, al menos para este redactor, en poco más que un título evocador con doble juego de palabras con el libro de Barry López y la consecuente canción del ya mencionado Metallica. Eso pensaba...

 

Hasta hoy

Los juegos del Plus han venido y nadie sabe cómo ha sido, y entre sus títulos, nos ha llegado un Styx: Master of Shadows al que le tenía echado el ojo pero con el que no me atrevía a dar el paso por culpa de su ya mentado antecesor. La premisa del juego es interesante y atractiva: Convertirnos en Styx, un Maestro Ladrón goblin con un ligerillo problema de adición al ámbar -sustancia que es como la Especia de Arrakis en Dune- e infiltrarnos en una mastodóntica fortaleza para robar su fuente: El Corazón del Árbol del Mundo.

 

Pero esto es sólo la línea base sobre la que se desarrolla una más que interesante aventura que tiene reminiscencias más o menos fuertes a juegos como Thief, Tenchu y, por supuesto, el mencionado en el título Legacy of Kain: Soul Reaver.

 

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Un estilo casi desaparecido. 

Si pensamos en los finales de los 90/principios de nuevo milenio, el género de aventuras/acción/plataformas era uno de lo que más fuerte pegaban en el momento, con mención especial de Blood Omen: Legacy of Kain, que pasó del RPG a éste género en secuelas tan fantásticas como el mencionado Soul Reaver y Soul Reaver 2, con sorprendente guión y dirección de Amy Hennig -sí, tios, la de Uncharted- y Blood Omen 2, en el que finalmente pudimos manejar a un vampiro 'como Dios manda'. 

 

La gracia de éste género, del que bebe directamente el más reciente Darksiders II, consistía en mezclar la acción con un mundo relativamente abierto en el que las plataformas se daban la mano con toque de rol en tanto en cuanto a la evolución de nuestro personaje y su adquisición de nuevos poderes que le permitieran acceder a nuevas áreas del mapeado. '¡Metroidvania!' chillarán algunos. 'Morid entre terribles tormentos' gruñiré yo.

 

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Styx nos devuelve la ilusión

O al menos nos recuerda ese espíritu que respiraba el viejo Soul Reaver, el más moderno Darksiders y juegos como Shadowman o, salvando las distancias, el primer Bloodrayne. Un estilo que estuvo presente en los Zeldas de Nintendo 64 y que se fue diluyendo en títulos más modernos en pro de lo que iban añadiendo juegos como los nuevos Prince of Persia, God of War, Dante´s Inferno y el Castlevania patrio.  

 

Con Styx: Master of Shadow, todo vuelve a estar ahí, más bonito y precioso que nunca: Un castillo enorme, en este caso la fortaleza inexpugnable de Akenash; un personaje carismático, el bueno -o el cabrón- de Styx; personajes muy jodidos de derrotar con unos humanos, unos elfos y unos orcos que nos buscan la ruina si vamos de frente, y un buen montón de poderes y movimientos a desbloquear que nos ayudarán a completar la aventura y el explorar a gusto el escenario en busca de coleccionables y mejoras para nuestro goblin. 

 

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Y al final lo que cuenta es que el estilo vuelve a estar ahí. Más moderno, con más movimientos, con mejores animaciones y un ambiente mucho más currado, pero no deja de ser el viejo estilo, y eso mola. Mola como encontrarte con un viejo amigo, y mola porque demuestra que no todo se reduce a triple A e indie pixelado o tipo dibujos animados. Con Styx, Cyanide ha apostado fuerte por algo que mezcla el presente, el pasado y los presupuestos justitos. El resultado, al menos para mí, es estupendo

 

Así que, si alguna vez echaste de menos Shadowman, si soñaste copn volver a jugar a Soul Reaver o simplemente quieres recordar cómo eran los juegos hace un par de décadas, Styx te permite hacer memoria sin renunciar a un buen juego, moderno y bonito visualmente. 

 

¡Nos leemos!


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