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Si recurrimos tanto al pasado es porque algo falla en el presente

La ola del retrogaming
Por Raúl Rosso

Es bonito rememorar el pasado y recuperar hábitos y tendencias de un tiempo que no volverá para así recuperar sensaciones que se han perdido en el tiempo y no han perdurado. Y por eso está a la orden del día el retrogaming, la scene más sórdida y las ansias por preservar y estirar la vida útil de máquinas que deberían estar ya más que enterradas. O no, qué puñetas, que el que tuvo, retuvo y no hay que darle la extremaunción a una consola por el mero hecho de que haya otras nuevas.

 

A lo largo de estos últimos días me he dado cuenta de que si se tiene que echar mano tan a menudo de sensaciones de antaño es porque algo falla hoy en día. Por decirles algo, ahí está GunLord, un descerebrado juego de acción y disparos lanzado en pleno 2012 para Dreamcast y Neo-Geo. O sin salir de casa, la obra patria de los chicos de 1985 Alternativo con su revisión de Oh Mummy para Megadrive. Y ya no hablemos de utilizar imaginería audiovisual desfasada por puro placer independientemente de la plataforma utilizada. Que el otro día el altruista desarrollador independiente (¡y malagueño!) Locomalito va y saca Endless Forms Most Beautiful, un remake de un juego que una oveja descarriada ha desarrollado para Spectrum… ¡este mismo año! Lo que yo les diga, todas estas ganas por montarse en el Delorean no son fruto de la casualidad.

 

 

Y los bazares de descarga digital están llenos hasta arriba de ediciones HD, recopilatorios de juegos clásicos, revisiones para smartphones de juegos de 16 bits, inclusión de los juegos predecesores en secuelas de años posteriores… Y la gente se pone camisetas con el monigote del Pitfall, pega en la pared de su dormitorio vinilos de Space Invaders y engaña a su mujer para poner en el salón una máquina recreativa. El pasado está ahí, más presente que nunca llegando incluso al punto de que los que no trataron con todo aquello en su infancia empiezan a tener un a afinidad por el retrogaming que no se sustenta en la nostalgia, y eso es un dato muy gordo.

 

Somos como ese viejo soldado que disparó en Vietnam y ahora vive en un cochambroso piso de alquiler, con mugrientas medallas conmemorativas sobre la mesa todo el día y revisando una y otra vez viejos álbumes de fotos. Si no entiende ni aprecia el presente es mejor quedar anclados en aquel tiempo en el que nos sentimos vivos.

 

 

Al menos nosotros para sanar nuestro malestar no necesitamos ir al supermercado con un montón de C4 bajo la gabardina, y con este revival digital que estamos viviendo podemos sobrellevar nuestro pesar. Aún así, y más allá de ponerme a compararnos con tipos que han perdido la chaveta habría que autoanalizarse y buscar el motivo de todo este asunto. La nostalgia propiamente dicha siempre ha existido, pero no a estos niveles de añoranza. Miren su estantería de juegos de Xbox 360 y Playstation 3. ¿Sienten pasión? ¿Recordarán cada pedacito de experiencia dentro de diez años? Me temo que no. Puede que sea porque nos hacemos viejos o porque hemos perdido la capacidad de sorprendernos. O insisto, tal vez es que algo falla aquí.  


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