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Sekiro y la figura del shinobi: movimiento libre y otras triquiñuelas ninja en el Japón feudal

Quedan 10 días
Por Rafa del Río

Sekiro: Shadows Die Twice se encuentra cada vez más cerca. A diez días de tenerlo en las manos toca hablar de algunas de las leyendas que rodean la figura del ninja, algunas ciertas, otras no tanto, y de toda la mitología que fluye alrededor de estos guerreros legendarios que eran, en gran medida, originadas por las propias escuelas para meter el miedo en el cuerpo de sus enemigos. Una estrategia de marketing temprano que, sin duda, tuvo un éxito sin precedentes. 

 

 

La figura del shinobi

En primer lugar toca hablar de la realidad más allá del proto-marketing del ninja, de estas estrategias de publicidad que formaban quizá la parte más importante de su percepción por parte del resto de la sociedad y que suponían grandes beneficios para los shinobi -ninjas-, tanto en lo económico como en lo que respecta a su supervivencia y ventaja en el combate. Armas letales a sueldo en el periodo sengoku, las labores del ninja iban mucho más allá del simple asesinato, siendo perfectos espías, consejeros, protectores e incitadores al gekokujo o revolución. 

 

Para su papel como espías, los ninja eran entrenados en todas las artes, tanto en asignaturas tan distintas como las matemáticas, la pintura, la política, la poesía, la música o el teatro como en otras áreas como la del combate y la seducción. Siendo ésta última impartida no sólo a kunoichi o mujeres ninja, sino también a hombres, ya que la homosexualidad estaba plenamente contemplada en la cultura nipona hasta que se funde con la cultura occidental durante la Restauración Meiji, muchos años después de la naufragio del buque portugués y los intentos de Francisco Javier y los jesuitas por expandir el critianismo con la ayuda de Oda Nobunaga.

 

El ninja era, por tanto, un miembro de las fuerzas especiales capaz de alcanzar sus objetivos de muchas formas, letales y no letales, yendo más allá del simple asesinato. Educado tanto cultural como físicamente, desde niños recibían entrenamiento en combate sin armas, arco -yumi-, cerbatana -fukiya-, objetos arrojadizos como el shuriken o el kunai, combate con espadas y combate con armas ocultas como el abanico -uchiwa, de papel, y tessen, de hierro-, el jutte o pequeño tridente, o la kusari gama -hoz con cadena-. Junto a estas armas, cada una con su propio estilo y manejo, como podía ser el nunchako o la cadena larga con hoja -kyoketsu shoge-, el ninja y la kunoishi usaban gran cantidad de armas ocultas como las horquillas de pelo o kanzashi, generalmente imbuidas en veneno, las neko-te o uñas de gato, afiladas hojas que se colocaban en la punta de los dedos, y herramientas como los metsubushi, las famosas bombas de humo que eran en realidad polvos irritantes que introducían en la cáscara de un huevo vacío o en un tubo de bambú para arrojar a los ojos del enemigo con el propósito de acabar con él y huir. 

 

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Mitos y leyendas

Gracias a estas y otras herramientas, la figura del shinobi, un guerrero mucho más avanzado tecnológicamente que sus rivales samurai y ashiragu, consiguió rodearse de un misticismo que llevó al resto de la sociedad del Japón feudal a verlos como fantasmas letales con grandes poderes esotéricos. El ninja poséia, para el japonés medio de la época, el poder de caminar sobre el agua, pegarse a las paredes, desaparecer, ralentizar o avanzar el tiempo, controlar los elementos e incluso convertirse en animal. Detrás de esta mitología se ocultaba, como decíamos antes, toda una estrategia de marketing dedicada a confundir al enemigo y aumentar la leyenda y que hacía que generalmente se asociara al ninja con su 'uniforme tradicional' cuando en realidad solían vestir sin llamar la atención como mendigos o campesinos, portaban armaduras en batalla y usaban ropajes pardos en vez de negros para camuflarse.

 

A día de hoy resulta obvio que muchas de los entonces considerados 'hechizos' y 'técnicas mágicas' no eran más que un conocimiento avanzado de materiales como la pólvora y el aceite junto a un gran trabajo de artesanía y mucha imaginación. El ninja dominaba el agua y podía caminar sobre ella gracias a la colocación de planchas de madera en ciertos puntos estratégicos del río que formaban un delicado puente como ruta de escape. También podía desaparecer bajo el agua y no volver a tomar aire, algo que conseguían con un junco hueco, su cerbatana o la funda -saya- perforada de su espada -ninjatô-. Obviamente esto, al igual que el colgarse de paredes usando los ganchos de manos -tekagi shuko- y los de pies -ashikos- requería de una preparación física sobresaliente que, unida a los mitos y leyendas, lograban que los enemigos le otorgaran estas capacidades mágicas. Como dato curioso de hasta qué punto trabajaban su imagen legendaria, algunos ninja llevaban encimas pequeños animales como búhos, palomas o conejos para, una vez usados los metsubushi en su huída, soltarlos y hacer creer a los enemigos que se habían convertido en animales. 

 

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Movimiento libre

De todos estos elementos del ninja, obviando cosas como los shinpo y los kuji kiri o cortes realizados mediante nueve símbolos con las manos para la meditación, lo que más llama la atención es cómo dominaban el movimiento libre y usaban herramientas sencillas para ser capaces de proezas como la mencionada de cruzar un lago corriendo sobre finas tablas o alcanzar grandes alturas mediante el uso de una sencilla cuerda atada a un gancho que, bajo el nombre de kanigawa, será la herramienta que usaremos en Shekiro Shadows Die Twice para movernos libremente por el escenario. 

 

Para alcanzar esta forma de movimiento libre, lo que a día de hoy llamamos parkour, el shinobi se entrenaba día y noche desde pequeño para lograr el control de su cuerpo y, más importante aún, el de su mente. Con unas técnicas de desarrollo del ki o energía interior muy parecidos a los que usaban los samurais en su entrenamiento, tanto unos guerreros como otros realizaban una extenuante rutina de ejercício físico que, una vez agotaba todas sus energías, les llevaba a centrarse en el ki y moverse a base de voluntad pura, superando mediante la concentración las limitaciones del cuerpo humano y logrando así unir mente y cuerpo para realizar lo que a ojos del individuo medio parecían proezas imposibles. 

 

Y hasta aquí el texto de hoy de ninjas y samurais especial mes de Sekiro, con muchas cosas que sin duda os sonará de juegos como Tenchu, NiOh o Shinobido, y que espero que estén presentes en Sekiro Shadows Die Twice, sobre todo en lo que corresponde a esa libertad de movimiento que hacen del combate algo muy visceral y orgánico. A falta de poner -al fin- las manos sobre lo último de From Software, sólo nos queda soñar... 

 

¡Nos leemos!


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